Moya Alonso y Trujillo
La historia de los dictadores ha estado bañada del perfume de la hombría y del hombre verraco, adorador implacable de mujeres. Muchas veces para exhibir su supuesta o incuestionable masculinidad se rodean de las más bellas mujeres y en algunos casos suelen excederse tratando de demostrar que son sementales reproductores que no le paran mientes a ninguna fémina, sea esta casada, soltera o amancebada. Sin embargo, hay que ponerle atención al proverbio que reza: «No todo caballo entero es un semental».
Los dictadores son hombres que para ocultar alguna debilidad se presentan como si fueran verdaderos hombres de acero. Alrededor de ellos se crean fábulas de machismo y de potencia sexual. Se sabe del caso de Hitler. Este dictador alemán era un narcisista empedernido y un supuesto garañón que de solo ver una mujer, incluyendo a su sobrina Geli, se encabritaba.
Lo mismo sucedía con Stalin y su esposa Nidia. Ambas, Geli y Nidia, después de descubrir sabrá Dios qué desengaño sexual, decidieron ponerle término a sus relaciones amorosas con un disparo directo al corazón.
Según un trabajo sobre la vida privada de los dictadores más famosos, como Mussolini, Stalin, Hitler y Franco, realizado por la escritora y periodista española Rosa Montero, eran tan grande sus posesiones por el poder de estos hombres que las mujeres no tenían ningún valor y eran simplemente usadas. Narra la escritora española que algunos de estos supuestos machos «generaron dudas sobre su definición sexual».
Se cuenta que Julio César, hijo de Cayo Julio César y Aurelia Cota, cuando fue enviado en misión diplomática a Bitinia, su rey Nicomedes lo hace su amante. Del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina, ni aun después de muerto, nadie ha pretendido ni siquiera insinuar que el hombre fuerte de San Cristóbal tenía inclinación o preferencia por los hombres varoniles o de figura apolínea.
Empero, en la obra de Joaquín Balaguer Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo (pág. 213), el prestigioso escritor y poeta santiagués se refiere a Manuel de Moya Alonzo y a la fascinación o atracción que llegó a sentir el Jefe hacia este hombre. Señala el autor de la obra citada: «Se trataba de una especie de Adonis que supo conquistar el corazón de Trujillo con su belleza varonil y con su limpia sonrisa».
Además, relata Balaguer que «Cualquier quebranto de Moya Alonzo, por ligero que fuera, perturbaba a Trujillo». El afecto de Trujillo a este hombre llamaba la atención. Tanto era la singularidad de esta relación que Balaguer escribe en la susodicha obra anecdótica lo siguiente: «La circunstancia que aproximó a Moya Alonzo a Trujillo no deja de ser curiosa».
Ahora bien, a manera de que mis lectores puedan darse cuenta de hasta dónde llegaba la simpatía de Trujillo hacia Manuel de Moya Alonzo, cito lo dicho por Balaguer en la página 214 del libro «Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo»: «Trujillo había visto durante un viaje a los Estados Unidos, papeles y afiches en que Moya Alonzo aparecía anunciando la pasta de dientes Colgate y le llamó la atención la elegancia y la apostura del sujeto».
Algo inusual en el dictador dominicano ocurrió ese día. Trujillo, al parecer, quedó emocionalmente atrapado con el perfil de este hombre hasta el grado que cuando se le informó —narra Balaguer— que era dominicano y que pertenecía a una de las familias más distinguidas del país «le hizo traer a su presencia y de ese encuentro nació la simpatía que los unió durante el resto de sus días».
En este trabajo no trato de aventurarme en decir concretamente que Trujillo era bisexual. Lo que intento apuntar es lo extraño y sorprendente que le pareció al doctor Joaquín Balaguer esa inclinación del Jefe por aquel Adonis dominicano.
¿Le habrá pasado a Trujillo con Moya Alonzo igual a lo que le sucedió a Afrodita, que se enamoró locamente de la hermosura del joven Adonis?
Dice Balaguer que «Moya Alonzo fue [para Trujillo] como una flor exquisita…». El prestigioso autor de la obra comentada aquí escribió que «Cuando se le descubrió a Moya Alonzo un tumor debajo de la lengua Trujillo lo envió a los Estados Unidos y durante varias días vivió pendiente del teléfono en espera del resultado de las pruebas correspondientes».
Después de este trabajo le corresponde a los lectores formarse su propio juicio sobre esta controversial relación entre el dictador Rafael Leónidas Trujillo y Manuel de Moya Alonzo. No me compete a mí como articulista y escritor calificar ni levantar suposiciones sobre este misterioso vínculo.
Nota del editor (José Pimentel Muñoz): Moya Alonso ademas de poseer una figura varonil propia de un modelo, fue un hombre de buena educación y excelentes modales, a tono en todo momento con la etiqueta y el protocolo. En el régimen no fue una figura decorativa sino que desempeñó varios cargos.
El historiador Fernando Infante enumeró, a solicitud nuestra, los puestos desempeñados por Moya Alonso: «1943 Diputado al Congreso Nacional; 1944 Ayudante Civil del Presidente de la República; 1944 Ministro Consejero Embajada en Washington; 1944 Director General de Obras Públicas; 1949 Secretario de Agricultura; 1950 Gobernador del Distrito de Santo Domingo; 1952 Coronel Honorario; 1952 Diputado al Congreso; 1952 General del Ejército; 1953 y 1954 Embajador en Washington; 1955 Secretario de Estado sin Cartera; 1955 Secretario de Agricultura y Recursos Hidraulicos, 1957 Embajador en Washington, 1959 Secretario sin Cartera».
JPM
a todas luces chapita fue una gran loca.