Montaner: despedida sin abrazos, sin lágrimas, sin suspiros
Con pasmosa y patética frialdad el renombrado periodista Carlos Alberto Montaner narró los últimos pasos que pusieron fin a su vida a través del suicidio asistido, lo que clínicamente se conoce como la eutanasia.
Después de un diagnóstico médico terminal descrito como Parálisis Supranuclear Progresiva (PSP), un Párkinson atípico y más agresivo, Montaner expresa su voluntad de ponerle fin a su propia vida , tal como él dice, como un derecho que asumió de una forma “libre y digna”.
Si dudas, que este destacado periodista tenía un especial ingenio para titular sus artículos, y este que cuenta los últimos pasos que lo encaminaron al final de su vida no fue menos. Leía las publicaciones de Montaner con frecuencia. Esta última la leí en más de una ocasión.
Estaba buscando algo más allá de la crónica de una despedida anunciada. Buscaba al hombre que consciente y de manera definitiva va al encuentro con la muerte. Encontré en su lectura a un hombre que se presentó plácido y despejado, analítico como lo fue siempre, sin mayores aprensiones ni sustos. Un tipo que va de viaje y toma las cosas con calma y sin apuros. No niego que me impactó el sosiego y la naturalidad del relato.
Montaner nos documentó su despedida desde la perspectiva del periodista, del ensayista, del ideólogo, no la del hombre que sencillamente se enfrenta la muerte. Desde esa perspectiva personal e íntima no nos dijo nada. Fue una despedida sin abrazos, sin lágrimas, sin suspiros, sin expresiones dolorosas ni nostálgicas. Todo fue oficioso, burocrático y formal en medio de un consenso familiar poco sensible, inexpresivo y frío, sin señales de ritual alguno.
Lo cierto es que su artículo tenía un propósito ideológico con el que pretende influir más allá de su partida: “El propósito de este artículo es estimular el debate sobre la eutanasia: mi posición es apoyarla siempre que sea una elección voluntaria”. Frente a esta declaración claramente ideológica tiene que surgir por necesidad el debate ético.
La pregunta es: Hasta dónde la sociedad de hoy permitirá que los mecanismos jurídicos determinen quien debe vivir, cómo se debe vivir y cuando se quiere morir. Todo esto en nombre de la autonomía y la libre determinación del hombre sin tomar otros factores morales y trascendentes que no pueden ser ignorados.
Carlos Alberto Montaner quiso mostrarnos que él vivió y se enfrentó a la muerte con olímpico desdén y hasta con cierto desparpajo. Él entendió que ese era su derecho. Parece que no se dio cuenta que el derecho que él defendió desde su espacio y perspectiva política y ciudadana tiene un origen moral y ético.
Hablamos de un derecho intrínseco y universal, un derecho del hombre, para el hombre y que nació con el hombre para establecer y consagrar su dignidad. Un derecho que no surgió del vacío o de la nada, sino que tiene origen en el carácter moral y santo del Dios que hizo los cielos y la tierra, del Dios que da la vida y también la quita.
Se trata del Dios que expresa en su Palabra la medida suprema de la vida y su carácter sagrado. Eso se llama dignidad de la vida, dignidad humana.
El último y supremo referente de la dignidad y el derecho no puede ser el hombre, por la fuerza moral y el orden del universo que está más allá de la compresión humana, tiene que ser Dios. El punto que marca el inicio de la vida y el que también marca su final, no puede limitarse al tiempo cronometrado en un calendario, el tiempo sobre el que se define la existencia del ser humano se llama eternidad, una dimensión inabarcable e infinita por la que transitamos y a la que solo nos aproximamos a su entendimiento cuando tenemos como referente final a Dios.
Es innegable que la enfermedad, el sufrimiento, el dolor y la misma muerte son realidades de carácter complejo en las que hay zonas misteriosas que producen ciertos vértigos existenciales que nos dejan perplejos y al margen de explicaciones limitadas y parciales, pero también es cierto que más allá de nuestros pareceres y creencias personales existe una supra realidad que no es sensato desconocer.
Como dijo uno de los personajes de la novela “Perromundo” del mismo Montaner, frente a la agonía mortal de un compañero de combate: “Te imaginas la enorme inmadurez del que gime; y luego te percatas de que también es absurdo, de que también es ridículo, enfrentarse a la muerte con aires de solemnidad”.
La verdad es que existe un afán ideológico por trivializar la vida, y Montaner logró con buen nivel de acierto utilizar su muerte asistida para dejarnos sus creencias.
Su articulo termina como si estuviera despidiéndose de una charla de amigos en la esquina de una ciudad cualquiera: “No le doy más la lata, querido lector. Adiós”.
Sin embargo, la muerte, en algún instante, por breve que este sea, seguirá siendo un fenómeno dramático y conmovedor que no puede ser disimulado con relatos que buscan escamotear, muy especialmente cuando no se tiene esperanza, su realidad aterrante y siniestra.
El chocante título de “Cuando usted lea este artículo yo estaré muerto”, además de su contenido me trajo la caminata de Marcelo, el soldado romano que en el libro el “Mártir de las catacumbas”, recorre la Via Apia con todos los monumentos de los nobles y grandes que habían fallecidos en épocas pasadas y en cuyos epitafios no aparece un ápice de esperanza más allá de los triunfos y las glorias alcanzadas en esta tierra.
Así, en la lectura de esta artículo de Montaner, tampoco encontré ningún un presagio esperanzador más allá de su brillante carrera de periodista y escritor que con tanta pasión y talento ejerció aquí en esta tierra.
Por eso, más que consignas y eslóganes pegajosos de ocasión, tenemos que impulsar una teología que como cristianos nos permita defender la vida de manera eficaz en medio de este enconado debate cultural e ideológico en que tenemos que mantener la fe firme en nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Este artículo póstumo de Carlos Alberto Montaner me recordó, por contraste, la frase de Billy Graham antes de partir de esta tierra: “Cuando ustedes lean que murió Billy Graham, no lo crean, yo estaré más vivo que nunca en la presencia del Señor”.
jpm-am
pero segun supe, el era un super macho anti fidelista, que vivia depotricando haciendo uso como modo de vida el anti fidelismo.mientras tato, que tiene de raro que este super macho man tomara esa desicion. es mas, debio morirse hace rato, ademas tambien, tuvo lo que merecia un proceso noble de sufrimeinto.. el rey del averno, ya emitio un nota que dice: que por aqui ni pase. guakala echa paya cuerpo inservible.
el que debía estar muerto eres tú, azaroso.
¿y carlos alberto montaner no era cristiano?, pregunta «un amigo televidente». prédica, prédica convenenciera, y nada de práctica. por igual fue su supuesta fe democrática. y su anticomunismo. anticomunismo porque los comunistas no lo pusieron a guisar con un sueldazo de lujo y una vida de príncipe. hay una película de la época de oro del cine mexicano con don manuel palacios (manolín) y don etanislao schelinsky: «vivillo desde chiquillo». ¿eh?
alcibiades cabreradisparatoso.
sin desperdicios. solo dios tiene el derecho soberano sobre la vida de los seres humanos. la vida dada por dios es mucho mas que un simple deseo de morir para no sufrir. creo que terminar la vida por el sufrimiento que ella causa no es de valientes. mi humilde opinion. dios les bendiga
alcibiades cabreradisparatoso
«tampoco encontré ningún un presagio esperanzador más allá de su brillante carrera de periodista y escritor que con tanta pasión y talento ejerció aquí en esta tierra». significa que solo cree en la vida en la tierra. por tanto, le hace falta profundizar sobre el misterio de la muerte y llegara al conocimiento, de que la muerte es un transito a otra dimension de vida mejor, que en esta tierra, que es el avici, o lugar mas bajo del infierno
disparatoso.