Miley y nalgas vibrantes
Una acción criticable no debe ser nunca
justificada con otra igual o más criticable aún. La prohibición del concierto
de Miley Cirus ha provocado respuestas de rechazo en las que de forma curiosa
todas envuelven a una reguetonera que hace “oda” a las chapas (nalgas) que
vibran.
Lo extraño es que antes de que el espectáculo de la estadounidense fuera
prohibido, ninguno de los que ahora critica en público a la cantante urbana lo
hizo. ¿Por miedo a quedar como desfasados en un país en el que todo temen lucir
conservadores?
Claro que lo mínimo que merece esa “lirica” y muchas otras que se escuchan
a toda hora en los medios de comunicación electrónicos es que se prohíba, pero
es un argumento débil tomarla como ejemplo para criticar la
disposición de la Comisión de Espectáculos Públicos y Radiofonía.
Si un ladrón es condenado por robar un peso y otro que robó cien goza
impunidad, ¿Qué hacer, exigir que no se condene al que robó menos porque
el que robó más está libre o demandar que se condene a los dos, porque ambos
delinquieron?
En el caso de Cyrus, su conducta en el escenario y en su vida privada no
justifica la prohibición del concierto, puesto que es un espectáculo al
que van los que deciden hacerlo, por su voluntad, distinto a la música que
colocan las emisoras y a los videos que difunden los canales de televisión.
En este caso, son los padres los que deben velar por lo que ven y
hacen sus hijos, conocer a los iconos que siguen, para garantizarles una
formación adecuada.
En el afán de desvincularse de la ecuánime Hannah Montana, la talentosa
intérprete ha caído en un extremo peligroso, como todos. Promover el consumo de
drogas, hacer sexo oral a un muñeco inflable no debe ser la línea de una
cantante cuyo grueso de público está entre los adolescentes.
Es una actitud que la pone en riesgo a ella misma. El mundo del espectáculo
está lleno de virtuosos que no supieron manejar el éxito o que quisieron
mantenerlo a costa de escándalos y acabaron de la peor manera, porque en el
escenario enmascaraban su vacío existencial. Ojalá que este no sea el caso.