Miguel Vargas y una renuncia heroica
En cada emboscada que le tendieron sus compañeros de partido iba perdiendo girones de su liderazgo. Pero se agigantaba como ser humano, demostraba esa condición vital que debe tener cada político, la condición de una excelente buena relaciones humanas.
Miguel Vargas ha vivido toda su vida política en el PRD. En silencio, cobijado bajo el liderazgo inmenso de José Francisco Pena Gómez, se forjó en el combate, en la trinchera de la lucha cívica, con las ideas, con propuestas y acciones, y sobre todo con la prédica del ejemplo personal.
Ha sido un ejemplo de coherencia entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace, —una virtud ética escasa en todos los tiempos—ahora cobra más vigencia que nunca cundo nos asalta el desafío de forjar una cultura política democrática, de transparencia, de valores, alejas de las rebatiñas, de la violencia, más cerca de la concertación y de los acuerdos de nación.
Si no hay acuerdo y unidad, si no hay reconciliación, de nada sirve la prédica de valores cívicos, ni siquiera las mejores estrategias educativas y el crecimiento económico.
Miguel Vargas se coloca en el artífice de la reivindicación del pluralismo político y en el facilitador protagónico de nuevos actores políticos y sociales.
Miguel, reivindica los principios y propuestas programáticas de los próceres y líderes de siempre: Pena Gómez, Juan Bosch, levanta el proyecto de nación, de un gobierno compartido, refrendados por una vida coherente, aún en medio de las peores adversidades, derivadas del acoso, las traiciones y la miseria moral de políticos que no quieren jubilarse para darle paso al relevo, a una forma moderna y nueva de hacer política.
Sabe Miguel, que para salir del pantano del clientelismo político manipulador de la miseria, además de una modernización económica y social, se necesita un esfuerzo sostenido de modernización política.
Una reforma económica y democrática que debe nacer del pacto, el arreglo de las fuerzas políticas con historia, que pueden exhibir resultados de sus luchas sociales y políticas.
Miguel Vargas se ha sacrificado por el país, por sus compañeros de la base, por los cuadros dirigenciales del PRD que no se han dejado vencer ni confundir por los portadores de la violencia y el atraso de la organización, que han preferido dividir ante que quedarse en minorías, él ha elegido el camino obligado de las alianzas y el pluralismo político para buscar soluciones nacionales; el camino que antepone todo ante la voluntad de su pueblo, él, como un gran gladiador, como un gran calculista ha preferido no perder el rumbo en un largo recorrido minado de trampas; ese rumbo, ese camino de la democracia con justicia social de Pena Gómez, pero sin odio ni rencores, aunque tenga que asumir todas las consecuencias. Es ese el camino que quiso Pena Gómez.
Miguel Vargas ha hecho una renuncia heroica e histórica de sus legítimas aspiraciones, para que República Dominicana transite el camino de un gobierno de unidad nacional que asuma la agenda de soluciones de los problemas fundamentales de los ciudadanos.
Miguel Vargas con su liderazgo y desprendimiento nos ha ensenado, aunque alguno de momento no lo quieran aceptar, que los dominicanos lo que necesitamos es una reconstrucción de nuestros pensamientos, sentimientos, actitudes y acciones, es decir necesitamos crecer humanamente.
Si no cambiamos personal y socialmente nuestra forma de ser, no podemos venderles a los ciudadanos a nuestros jóvenes que somos modernos, diferentes.
Tengamos el valor de vencernos a nosotros mismos, porque vencer a otros es de valientes, pero vencer y superarse a sí mismos es de sabios y de sabias.
Tenemos un largo camino por recorrer. Somos un pueblo pacífico. Es la clase política geriátrica la que abandera la violencia y manipula.
El autor es periodista. Reside en Santiago