Mercado criminal o economía del crimen
El estudio y la reflexión
sobre los mercados criminales o economía del crimen merecen especial
atención, pues éstas son áreas de la economía que inciden
grandemente en los mercados mundiales, tal como lo importantizan los
diferentes foros internacionales. Para combatir este mal, que
contamina los negocios, las finanzas y la economía en general de
cualquier nación, se necesita invertir lo necesario y no ver como un
gasto los recursos dedicados a la prevención y control del crimen
organizado.
De acuerdo con más de
dos mil magistrados europeos reunidos 1996 en Ginebra, “Las
organizaciones criminales se adaptan fácilmente a la mundialización
financiera y a la libre circulación de bienes y personas. Pueden
trasvasar sin dificultad sus actividades ilícitas a otras redes
totalmente legales e invertir en los mercados financieros,
disponiendo para estos menesteres de importantes e incalculables
capitales”.
Estos magistrados, entre
los que participaron Baltasar Garzón y Carlos Jiménez Villarejo,
conceptualizaron la economía criminal como una nebulosa de
individuos, de sociedades comerciales, a veces de asociaciones
privadas, con estatutos muy diversos, algunas veces clandestinas, que
presentan una cara impecablemente honesta. También puede ser un
circuito económico criminal al cual cada vez más se integran a
grupos de empresas, e incluso, a una rama de actividades que
funcionan gracias a una división del trabajo que se integran a la
economía legal.
Entre los involucrados
que forman parte de las organizaciones están: los servicios de
seguridad, ingenieros, técnicos, agentes comerciales, banqueros,
economistas, políticos, empresarios, policías, militares, jueces,
fiscales, religiosos, asesores jurídicos, transportistas, contables,
entre otros.
Según Roberto Orihuela,
economista de POPULI (Políticas Públicas para la Libertad), el cual
es un centro de estudios boliviano dedicado al análisis y propuesta
de políticas públicas para Bolivia, destaca lo siguiente sobre este
tema:
“La teoría de la
economía del crimen sugiere que los delincuentes, al igual que
cualquier persona, responden a los incentivos. Y, por lo tanto, los
criminales evalúan entre los beneficios y costos esperados del acto
delincuencial para tomar una decisión. Es decir, el delincuente, al
momento de tomar una decisión, considera los pro y contra del acto
delincuencial, y aquel resultado que le brinde mayor satisfacción y
al menor costo, debería tender a ser la opción elegida.
Concretamente, en el caso del crimen, los beneficios esperados del
mismo pueden ser: El conjunto de las satisfacciones individuales
tangibles (en el caso de robos, los bienes extraídos, por ejemplo)
y/o las satisfacciones no tangibles (en los casos llamados delitos
pasionales); y los costos esperados podrían ser: Los gastos directos
(armas, herramientas, máscaras, etc.), los costos de oportunidad del
tiempo del criminal (estudiar, trabajar, etc.) y los costos esperados
del castigo penal (años de cárcel, severidad del castigo, etc.).”
Igualmente expresa
Orihuela: “Bajo este análisis, también se puede enmarcar el tema
del empleo y la facilidad de encontrar una fuente de trabajo. Por
ejemplo, cuando existen facilidades para poder encontrar algún
trabajo lícito y dedicarse a esta labor, el costo de oportunidad de
delinquir tiende a ser mayor lo cual desincentivaría el
comportamiento delincuencial. En circunstancias contrarias algunas
personas al no poder encontrar un trabajo es posible que se sienten
motivadas a asumir comportamientos al margen de la ley para poder
sobrevivir. Entonces, el tema del empleo y fuente de producción
también puede ayudar a contribuir en la lucha contra el crimen.”
Gary Becker, Premio Nóbel
de Economía en 1992, da nacimiento al estudio de esta novedosa y
lucrativa rama de la economía, desarrollando un estudio sistemático
y científico sobre los mercados criminales o economía del crimen.
Dichas investigaciones fueron originadas debido a una situación
personal experimentada al llegar tarde a la universidad donde lo
esperaban sus estudiantes para un examen. En este momento se presentó
a sí mismo la disyuntiva de estacionarse ilegalmente frente a la
entrada de la universidad o estacionarse en el parqueo y caminar
hacia la entrada, por lo que consideró el costo de la multa contra
el ¨costo¨ de llegar más tarde al examen. Esta situación la
aplicó al análisis económico de otros crímenes como son la
corrupción, el tráfico de drogas y la prostitución.
En los años
transcurridos del siglo XXI, la República Dominicana está siendo
afectada por un sinnúmero de sucesos que revelan la alta incidencia
del crimen organizado y al mismo tiempo la debilidad en solucionar
este cáncer social, lo que llama a ponernos en alerta en especial al
sistema de justicia y al sistema de seguridad pública, los cuales
presentan grandes debilidades en relación a gestionar la
profundización en estudio y aplicación de la criminología que
muestren el origen, causas y consecuencias; así como las
estrategias, los métodos y las plataformas de prevención y
controles.
Los criminales razonan y
evalúan las probabilidades de éxito versus el riesgo de ser
apresados, condenados o muertos. Cuando las autoridades o el sistema
de justicia permiten triquiñuelas legales que facilitan la
impunidad, el crimen se incrementa, especialmente el crimen
organizado, que cuenta con recursos ilimitados. Además, los
criminales son personas de mucho razonamiento, calculadores y con
gran capacidad de planificación. Es por ello que los Estados no
deben escatimar esfuerzos ni gastos o inversión, cuando se trata de
capacitar, mejorar los incentivos y salarios de jueces, fiscales y
policías; haciéndolos atractivos dentro del mercado laboral; así
también, adecuar o mejorar el soporte tecnológico para poder
prevenir, controlar y perseguir el crimen organizado.
Los mercados criminales
buscan o propician ambientes de impunidad para poder desenvolverse en
conexiones por debajo o en secreto y siempre buscarán obtener
beneficios en contraposición al estado de derecho; debilitando así
el orden social y muchas veces incidiendo, como pasa en estos
momentos en República Dominicana, en un crecimiento de antivalores y
en degradación de principios éticos y morales.
No es que el mercado o
economía criminal no tengan reglas, sí las tienen, pero estas
reglas van en contraposición del estado derecho de cada sociedad.
La mayoría de las
industrias más lucrativas en el mundo están fuera de la ley. Para
nosotros, la corrupción financiera-banca-política-empresarial, la
evasión de impuesto y el lavado de activos. Particularmente en
República Dominicana le adicionaríamos los contratos leoninos del
gobierno con particulares y el contrabando de combustible, que
superan por mucho los beneficios de las drogas.
De acuerdo a estudios y
publicaciones del popular blog estadounidense Business Pundit,
afirman que las industrias que más dinero mueven en el mundo en su
mayoría consiguen sus ingresos de forma ilícita. ¿Cuáles son los
sectores que más beneficios generan a nivel global? 1. Drogas, 2.
Prostitución, 3. Armamento, 4. Petróleo, 5. Banca, 6. Pornografía,
7. Alcohol, 8. Farmacéuticas, 9. Deportes, 10. Apuestas, 11.
Entretenimiento, 12. Tráfico de personas, 13. Falsificaciones, 14.
La Agricultura.
El crimen organizado en
República Dominicana está en crecimiento, cifras de más de seis
mil millones de dólares, fruto solo del lavado de activos, se
ocultan cada año en nuestra economía, por tal motivo es importante
implementar políticas públicas y medidas que permitan dar señales
coherentes, sistemáticas y efectivas en contra de dicho cáncer
social.
Debemos destacar que
cuando una sociedad y sus principales renglones económicos son
afectados por el crimen organizado pueden acelerar el caos o
desencadenar una violencia que supere a la seguridad pública, hasta
convertirse en un asunto de seguridad nacional, poniendo en peligro
al propio Estado como ha sucedido en otros países, entre ellos están
los casos de Haití, Honduras, Colombia, Jamaica y México.
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