Para dinamizar nuestra economía se está necesitando algo más que estímulos monetarios. Las autoridades monetarias acaban de adoptar nuevos estímulos a nuestra desacelerada economía. Hace tres meses, cuando se admitía un crecimiento rondando 4.5%, se adoptaron estímulos. Ahora cuando se reconoce crecimiento del 4%, las autoridades “potencializan” dichos estímulos en evidente admisión que los agentes económicos no reaccionaron como se esperaba.
En julio, las autoridades redujeron intereses y liberaron RD$20.4 mil millones de encaje legal para ser canalizados a “sectores productivos, de exportación, agropecuario, comercio y adquisición de viviendas, las MYPYMES, así como el consumo, entre otros” a tasa de interés entre 8-9% y plazos acomodados al destino del crédito. Sumados excedentes de resoluciones anteriores (diciembre 2016) las disponibilidades se elevaron a RD$23.5 mil millones. Solo se colocaron RD$12mil millones, quedando disponibles RD$11.5 mil millones.
Los estímulos recientes incluye flexibilizar el uso de esta disponibilidad al establecer que dichos recursos pueden ser canalizados a “cualquiera de los sectores… que lo demanden” y modifica, además, los regímenes de evaluación de activos y clasificación crediticia.
Resultaría pertinente que alguna instancia estatal investigue por qué los agentes económicos no respondieron adecuadamente, utilizando plenamente estos recursos ofrecidos en condiciones más atractivas que las predominantes.
Y por qué la proporción utilizada no incidió en reanimar la economía, sino a acentuar desaceleración.
Pudieran existir explicaciones crediticias a estas interrogantes. Pudieran explicarse en saturación del crédito, excesivas exigencias reglamentarias y documentales, abuso de sistemas de clasificación de clientes, etc; todo lo cual impidió que agentes económicos utilizaran totalmente esas disponibilidades.
Y pudiera explicarse que las disponibilidades se utilizaron para refinanciar deudas vencidas que mejorarían la situación de clientes y bancos, pero sin causar efectos en la economía.
Consideramos que la tímida respuesta de los agentes económicos se originan en situaciones que van más allá de los estímulos monetarios como la pérdida de capacidad de pago derivada de la desaceleración económica.
Pero la causa más importante radica en falta de confianza y credibilidad de políticas y prácticas gubernamentales que inhiben emprendimiento de iniciativas económicas:
Desconfianza por excesivos déficits fiscales y poca credibilidad ante reiterados anuncios de austeridad. Por amenazas continuas de mayor presión tributaria.
Por excesivos endeudamientos que generan esos déficits. Por temores que los financiamientos no se obtengan ante saturación observada y asintonía con gobiernos y organismos internacionales. Por burocracia que ahoga y aplasta iniciativas de emprendimiento.
Por corrupción que pasa factura a través de comisiones y/o participación en proyectos. Por predominio de lo maleante y mediocre frente a la decencia y excelencia. Por el absolutismo estatal y conflictos políticos que traduce incertidumbre a nuestro futuro democrático.