Mario Irarrázaval, un escultor chileno en Punta del Este
MONTEVIDEO, URUGUAY- Mario Irarrázaval Covarrubias es un escultor chileno que estuvo preso en el Estadio Nacional durante la dictadura de Augusto Pinochet. Premio nacional de arte en 1964 y Profesor de escultura en la Universidad Católica. Estudió bellas artes en Alemania, Estados Unidos e Italia.
Pocos saben que este artista es el autor de la escultura más visitada de Uruguay, “Los Dedos” de Punta del Este, el rostro de los portales de promoción turística y el lugar obligatorio para todo visitante de este país suramericano.
Lo conocí en un reciente viaje a Chile. Estaba compartiendo en una tertulia con artistas y la eximia cantante Cecilia Almaya comentó que un día, transitando cerca de la universidad, una persona siguió con la mirada el contoneo de sus esculturales piernas; sospechó que era un profesor, un arquitecto, escultor o pintor. Pasados unos meses vio que sus piernas estaban esculpidas en un parque, y sospechó que el autor había sido la misma persona que aquel día en la mañana se la quiso comer con los ojos. Mario Irarrázaval, el mismo autor de Los Dedos de Punta del Este.
Siendo uno de los visitantes que recibe ese monumento cada año tuve interés por conocer al creador de esa maravilla y el poeta Enedìn Amante, amigo de ambos, concertó la cita y me llevó hasta su residencia, situada en un cerro seco desde donde se divisa una parte boscosa de la ciudad de Santiago. Fue difícil llegar; el camino empinado de piedra, tierra, arena y pocas viviendas en la zona.
Irazábal nació en Santiago de Chile el 28 de noviembre del 1940 y en 1982 lo invitaron a representar a su país en el Simposio Internacional de Escultura Moderna al Aire Libre que se iba a efectuar en Punta del Este, ciudad insignia del departamento de Maldonado.
Mochila en mano partió para la ciudad balnearia donde se iba a encontrar con otros nueve participantes de igual número de países. El simposio incluía un concurso consistente en construir, cada participante, una escultura en una plaza predeterminada.
Irarrázaval inició la construcción, pero el espacio asignado a era incómodo para el representante de Paraguay, famoso escultor y hombre revolucionario que había peleado en tres guerras civiles, quien elevó una protesta aludiendo que la obra de Irarrázaval tapaba la de él.
El chileno le cedió su espacio al paraguayo. “Dije, me voy para la playa”, escogiendo para su escultura un lugar inhóspito sobre la arena, lejos del escenario de los demás y fuera del concurso, en la parada uno de la playa brava. La suya fue la única que sobrevivió a los tiempos.
Pasó varios días trabajando. Recibió la ayuda de unos niños argentinos que vacacionaban y que, por pura diversión, asumieron la obra con desbordante entusiasmo. El refuerzo de esos niños fue importante para el solitario escultor.
Así nació la famosa escultura de Punta del Este, en un concurso sin premio. Al autor sólo le pagaron la estadía. Son los cinco dedos de una mano que emerge del fondo de la arena a la orilla del mar. Muchos creen que el título de ese monumento es “el ahogado”, porque da esa impresión: alguien sacando fuerzas, en un último aliento de vida, levantando la mano desde el fondo de las aguas; solo se les ven los dedos. Emergiendo así a la orilla del mar. Es un monumento único.
El año 2014 a Mario Irarrázaval lo invitaron nuevamente a Punta del Este y esta vez fue para denominarlo ciudadano ilustre de la ciudad.
¿Por qué los dedos y no otra cosa? Le pregunté durante nuestra amena conversación. Porque después de un viaje a Isla de Pascua, donde conoció las estatuas de piedra monolítica esculpidas en los siglos lX al XVl por los antiguos Rapa Nui para representar a sus muertos y proyectar el poder de estos sobre los vivos. De ahí le nació la inspiración, la genial idea de hacer obras proyectadas desde la profundidad de la tierra.
Posterior a la de Punta del Este Mario Irarrázaval hizo tres réplicas de la misma representación. Una en Madrid, España, en 1987; otra en el desierto de Atacama, Chile, en 1992, y la tercera en Venecia, Italia, en 1995. Todas, aunque representan lo mismo, tienen significativas diferencias.
Irarrázaval es un gran ser humano. La fama no lo ha hecho cambiar su modo de vida sencillo. Su obra es la de un artista comprometido con la lucha de los hombres. Vivió días difíciles cuando fue prisionero “de guerra” durante la dictadura de Augusto Pinochet; torturado en el Estadio Nacional.
De su vocación democrática surgen los títulos de muchas de sus obras: “Piedad con el torturado”, “Bloque número 2” (representación del espacio de crueldades en el Estadio Nacional), “Vacío de poder”, “Casa de tortura”, “La madre mutilada”, “El último monumento”.
La escultura Los Dedos, o la mano, situada donde está, teniendo como fondo el oleaje y la profundidad del mar, es una representación del poder, de lo sobrehumano, de lo que existe más allá, si existiera algo más allá de los poderes terrenales.
Y si bien el artista niega ser la persona que se hipnotizó con las piernas de la cantante Cecilia Almaya, esta guarda la duda como un trofeo.
El dominio de Mario Irarrázaval radica, no en representar a los muertos, como buscaban los Rapa Nui, sino en su gran capacidad para crear obras perdurables que hoy habitan en los parques y en las plazas de Chile, España, Uruguay, y en otras partes del mundo. Y en estar eternamente presente en las mentes de miles de personas que van a tomarse una foto o simplemente a contemplar la obra diseñada por su ingenio, esculpida por sus manos prodigiosas, y por las manos inolvidables de los niños argentinos.
Entrar a su taller, ubicado en una pendiente detrás de la casa, escondida entre la frondosa arboleda, donde habita; conocer la gran cantidad de obras, es una experiencia enriquecedora para cualquier amante de las artes. Irarrázaval es un artista único, sus creaciones no se parecen a las de ningún otro. Esto es lo que escribió sobre el significado de sus obras: “busco decir algo sobre el sentido de la vida y la muerte, el odio y el sufrimiento, la entrega a los demás: el amor. Para esto no hay lenguaje más apropiado que el arte”.
jpm
muy buen relato.las nuevas generaciones sabrán la historia de los dedos.está bueno refrescar la memoria.