Manuel Rueda en la Fundación Corripio
Por OSIRIS MADERA
Conversaríamos sobre Manuel Rueda, el músico y poeta, uno de nuestros más completos hombres de arte. Nada delante de su nombre, resultaría innecesario.
Su grandeza fue ser él.
En el salón su piano diluye misterios en el aire creando un recogimiento especial. Remanso del mejor saber, aquel madurado por milenios con el cual los artistas hemos empujado la especie humana hacia sus mayores metas:
Señores del planeta. Conservadores con Dios. Aspirantes a interpretar la voluntad del creador más allá de nuestra cuna. ¡Maravilloso! El único acto donde no he permitiría faltar.
De aquel Gran Maestro recibí al regresar al país desde España el mayor espaldarazo y estímulo a mi vocación de creador con las palabras.
El me validó como poeta presentando mi primer poemario ¨Versos Yambicos¨.
Llegué a él por mediación de un amigo en común, el Dr. José Espin, cardiólogo y músico, su médico de cabecera.
El tenía ingresado a Don Manuel tratándolo de un infarto del miocardio.
Por coincidencia conversé una noche con Espin sobre la publicación de mi primer poemario y mi deseo de que fuese Rueda quien lo presentara pues desde su Isla Abierta era el tambor cultural de nuestra isla.
Me sorprendió diciendo “Osiris, mañana en la tarde te llevo donde él y te hacemos la petición” Así fue.
Al inicio de sus palabras de presentación de Versos Yámbicos señaló que con aquella petición sintió que le llamábamos en la vida
¡Muy emocionante!
Encontré después otro de nuestros guías, José Alcántara escritor sin treguas, incansable promotor de nuestros valores .
Me abrió la puerta de su amistad llegando a ser el proloquista de mi poemario ¨Laberintos Mágicos¨ y presentador de ¨Versos Claros¨ mi segundo libro dado a imprenta.
Esa noche del miércoles 8 de abril disfrutamos ponencias llenas de sabiduría y afectos de amigos cercanos del Manuel terrenal, hilvanadas con admiración y ponderados reconocimientos.
Uno de los expositores, Juan Carlos Mieses, escudriñado su poesía nos hizo saber que ella lo condujo a una gran paz interior.
Siento aquel estado le acompaña hoy en el allá donde habita.
Soledad Álvarez nos recordó el origen fronterizo del Montecristeño, su condición de rayano asumida combativamente por el exigente profesor vigilante de la evolución de sus alumnos y por el perfeccionista manejador de las palabras.
¡Cuánto vibraba el salón!
Me reí por dentro, sin dejar traducir gestos pensando a partir de las palabras de la poeta, estábamos en una frontera, una creada dulce y sabiamente pero con fortaleza, como contrapunto al tono de una estética oficializada, un territorio sin manchas de dudas.
Una pequeña corriente recorrió mi columna vertebral, aquella misma con la cual reacciono ante la presencia inesperada de la emoción estética, del asombro.
¡Rueda sabía ya entonces que aquí reposaría un día la responsabilidad de hacer perenne la llama creadora!
¡Cuánto agradecí ser parte de esa noche!
Este año la Feria Internacional del libro celebra a Manuel Rueda.
¡Que Bueno! lo tendremos unos días más con nosotros.