Luchemos por la sociedad que queremos
Hace unos días conversaba con un amigo sobre la situación de la sociedad de estos tiempos modernos, donde es arrastrada y dirigida por un nuevo orden que se impone sin mucha resistencia, además de las viejas prácticas o acciones que se insertan en lo que establece José Ingenieros en su libro “La simulación en la lucha por la vida”, y que de una u otra manera, algunas personas las asumen como la lucha por la supervivencia, aunque muchas de ellas, son indicadas como antivalores, porque rayan en la deslealtad, en el oportunismo y la maldad.
En ciertos casos, los que se resisten, quedan “rezagados” y algunos por sus correctos comportamientos son llamados “pendejos”. De estas actuaciones, son responsables padres y abuelos, que les dejaron impregnada una conducta irreversible sobre los valores que han de prevalecer por encima de las tendencias mediáticas, que a fuerza de educación, de ejemplos y reprimendas los marcaron con tinta indeleble.
En estos tiempos de influencers, youtubers e instagrammers: unos logrados basados en formación, propuestas, defensas de los mejores intereses y valores, y otros, quizás los que más sobresalen, en base a manifestaciones: anodinas, soeces, de estridencias y palabrerías vacías que llenan el cerebro a un sector de la población con escasos discernimientos, inmersa entre las banalidades y las cherchas insulsas.
Una muestra que nos dice en dónde estamos y hacia dónde vamos: es que unos de los temas más importantes de las últimas semanas en las redes sociales, el cual alcanzó por varios días el “trending topic”, como fue la tiradera de frases y palabras- algunas de ellas obscenas- entre Mozart La Para y el Lápiz Consciente, aunque esto, unido al ritmo contagioso de la música, puede formar parte del entretenimiento, el circo y la moda que arropa a un amplio sector de la sociedad, pero puede incidir en aquellos jóvenes en formación, que aún no logran discernir el camino escoger.
Todo esto se une a la idea de parte de un sector de la población sobre el desorden y la corrupción imperante, además de la percepción que todo el que llega a un puesto donde se maneje dinero, se lleva parte del mismo, o urde planes para aprovecharse de la posición, pero, considero que no todo está perdido, porque existen personas, de todas generaciones, con valores arraigados, y otros más jóvenes que sus padres se los inculcaron, y son modelos y orgullo de la sociedad, por tanto, es necesario enfocarnos en esos buenos ejemplos y motivar a los demás a actuar en ese sentido.
No existen instituciones corruptas ni honestas, los hombres que las manejan, con su accionar imponen su estilo y dejan sus legados. Estamos en un momento especial de la historia de nuestro país, un momento de cambio, donde unos salen y otros entran. Los seres humanos tenemos genes diferentes, y nuestras crianzas, aunque tienen raíces similares, pero guías también diferentes; así nos encontramos con una diversidad de actuaciones y conductas. Cada uno debe ser juzgado según sus hechos fehacientes.
Si queremos lo mejor para la sociedad, apliquemos las palabras de José Ingenieros que dejó plasmado es su libro, Las Fuerza Morales: “La justicia no consiste en ocultar los vicios, sino en suprimirlos. Los remedios inútiles solo sirven para ocultar las enfermedades”, y agregó “El hombre justo es, por fuerza, estoico; debe serlo siempre y con todos, saber decir ¡no! A sus allegados y así mismo cuando le asalta una tentación injusta”.
JPM