“Los Trinitarios”, una realidad dominicana (1)
Para hablar con propiedad sobre las pandillas dominicanas, hay que hacer una retrospectiva histórica y llegar hasta la “montonera”, esa época casi mágica de nuestro pasado en la que cualquier campesino, con un mínimo de recursos, se alzaba en armas junto a una veintena de seguidores y se convertía ipso facto en “general” de su ejército particular.
Digamos que estamos hablando de mediados del siglo IXX, o sea, de los tiempos en que declaramos la separación de Haití, acontecimiento éste que mal se conoce como Independencia Nacional. La coincidencia de estos hechos obliga a reconocer que las bandas o pandillas, nacieron con nuestra Nación; que han ido caminando en paralelo, y que en ocasiones, sus rutas, se han cruzado, fundido y separado finalmente. Pero siempre han existido ambas, la Nación y las pandillas de dominicanos.
La “pacificación” del país, empresa llevada a cabo por varios caudillos y en diferentes épocas, ha sido siempre el primer paso para intentar construir el Estado dominicano. Y en cada ocasión, se enfrentaron y eliminaron bandas facinerosas, pero también se promovieron otras, para la defensa de los vencedores.
Pero pongamos de lado a Ulises Heraux (LIlis), Ramón Cáceres, Rafael Trujillo y hasta a Joaquín Balaguer; y demos una miradita a los ejemplos mas significativos de las llamadas bandas dominicanas, que no siempre eran agrupaciones de delincuentes vulgares.
Los Gavilleros
Puede que empezaran como asaltantes de caminos, pero su nombre está ligado al fervor nacionalista contra la invasión norteamericana de 1916. El memorial dominicano los registra como la muestra mas excelsa de la dominicanidad, desde los tiempos de la Restauración
En la actualidad, nadie se atreve a sindicar este singular grupo de patriotas como delincuentes comunes. Con ellos, aparecieron otros revolucionarios que, aunque operaban en solitario, mantuvieron en jaque a los invasores. Tal es el caso de Oliborio Mateo, un mesiánico personaje que, revestido de religiosidad, desbordó el sentimiento nacional, hasta convertirse en viva leyenda popular y Enrique Blanco, un canto al individualismo popular y populista.
Las bandas trujillistas
Trujillo tuvo que contener varios grupos pandilleros; y para ello formó otros, como “La 42”, integrada por “los veteranos”, que lo ayudaron a asaltar el poder en 1930 y “La Brigada 23”, de similar perfil. Mas luego, me afirma mi padre -pero no está documentado con certeza- las fuerzas trujillistas dieron fin a otras agrupaciones de malhechores que operaban en los “potreros de Venturita”, antes de inaugurar la “Feria de la Paz”. Dos de ellas eran “Los Encebaos” y “Los Tanques”.
A partir de 1955 y fruto de la crisis económica generada por la celebración de La Feria de la Paz, empezó la decadencia de Trujillo; que se abotonó con la invasión de junio de 1959. Varias bandas de delincuentes, pero ahora con tintes de instituciones estatales o fuerzas paramilitares, fueron creadas. “Los Cocuyos de la Cordillera”, de Petán Trujillo; “Los Jinetes del Este” de Félix W. Bernardino y el temido Servicio de Inteligencia Militar (SIM) que, al momento de la muerte de Trujillo, comandaba Johnny Abbes.
Las pandillas post Trujillo
Posterior al magnicidio del 30 de mayo, apareció la banda “Los Paleros”, dirigida por José Antonio Jiménez (Balá) y unos años mas tarde y fruto de la ocupación militar norteamericana que siguió a la revuelta de abril, surgió “La Banda Colorá”, de matiz claramente político. Las protestas contra las medidas económicas recomendadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1984, devinieron en una poblada, donde murieron entre dos y tres cientos de manifestante; y los opositores, responsabilizaron de la matanza a una supuesta “Banda Blanca” formada por el gobierno de Jorge Blanco, pero esto, tampoco se ha podido documentar con certeza.
Hasta ese momento, todas las bandas creadas a partir del gobierno de Trujillo, tuvieron motivaciones políticas muy precisas. Pero una vez muerto el Jefe, aparecieron algunas claramente delincuenciales y otras talvez no tanto, pero sí muy bullangueras y camorristas. Eran la respuesta populista a los 30 años de opresión de la “Era” y hasta a los doce de Balaguer.
Los nombres surgieron del imaginario barrial: “Los Tira-mezcla”, “Los Apaga y Vámonos”, “Los Saca Hígado”, “Los Pro Kid”, “Los Pepe Gorra y la de “Los Papoes”, comandada por Billy Gutiérrez, cuya actividad principal era entrometerse en las fiestas caseras, armar desorden y luego fisgonear o “brechar” las chicas del barrio. “Los Zapaticos” y “Los Mau Mau”; junto a “Los Garrison”, que parafraseaban la serie de TV y estaba constituida por jóvenes de musculatura extraordinaria, luchadores, pesistas y militares.
En general, era gente joven que se agrupaba para auto protegerse, para divertirse o solo para sentir el calor colectivo, para sobrevivir; para “ser alguien”. Sin embargo, hay que precisar aquí dos hechos: primero, estas agrupaciones no siempre se convertían en delincuentes comunes y segundo, solo un exiguo número de jóvenes se envolvió en ellas.
Con esta herencia, afrentosa pero muy nuestra, casi genética, abordaron la yola hacia Puerto Rico una buena parte de los muchachos nuestros. Jóvenes pertenecientes al vario pinto mas representativo de los hacinados cinturones de miseria de pueblos y campos, se apersonaron a la Tierra Prometida por la propaganda de cine y TV y el ejemplo extranjerizante de los “dominicanos que viajaban”.
El brillo en los pescuezos de peloteros y “jodedores” fue tan cautivante, que bachilleres, mecánicos, albañiles, desempleados, campesinos, muchachos de clase media y hasta delincuentes (hombres y mujeres) se aventuraron a la travesía suicida por el Canal de la Mona.
Y llegaron a Nueva York, capital del mundo y territorio firme del paraíso.
El mas selecto grupo de emprendedores que jamás había salido del país, junto al “tigueraje” dominicano; y por qué no decirlo, entre ellos, conforman el mas grande pelotón de trabajadores compulsivos que haya nacido en Quisqueya en sus casi 200 años de vida republicana.
El caso es que, los llegados de forma irregular, sumados a los dichosos que sí pudieron cumplir con los requisitos legales, mas los nacidos aquí, tal y como era de esperarse, conforman lo que es hoy, la población carcelaria de dominicanos en los EU. Y precisamente, en las cárceles, nacieron “Los Trinitarios”, una aberración en el nombre. Pero también, una triste realidad nuestra. Un intento obligado de sobrevivir en, donde todos, están compelidos a asociarse para no perecer.
De sus implicaciones y las negativas consecuencias de sus actos, hablaré en las próximas entregas.
¡Vivimos, seguiremos disparando!