Los dominicanos no somos anti-haitianos (1)
The Haitian Times es un magnífico periódico digital que se edita en USA. Por su contenido visual y líneas editorial e informativa, se advierte que es dirigido por la sub capa racial identificada como “mulatos”, o sea, haitianos descendientes de la unión de negros y blancos.
Habitualmente lo leo para enterarme del accionar de los haitianos residentes fuera de la isla y en particular de los mulatos, que siendo una minoría (8% aprox.), dirigen intelectualmente la primera república negra del mundo. Hay que hacer notar que ésto solo es posible, porque Haití es un Estado Racial, no Nacional.
Contrario es lo que sucede en Quisqueya, donde los mulatos -que somos mas del 50%- estamos diseminados en todas las capas y subcapas de la sociedad; no constituimos la vanguardia per se, ni política, ni intelectual, ni culturalmente hablando. Los mulatos no somos tampoco una clase privilegiada en República Dominicana, somos simplemente mas de la mitad de la población total.
De las acciones independentistas de mediados del siglo XIX, no surgió un Estado Racial sino, un Estado Nacional; donde los mulatos, negros y blancos, pueden igualmente acceder al poder, sin que la Constitución se lo prohíba. Ese concepto nos diferencia de Haití.
Este introito viene a cuento, porque quiero tratar una publicación aparecida recientemente en el periódico citado y bajo la firma de Max Antoine Joseph Jr., un haitian-american, que se queja del supuesto “anti haitianismo” de los nacidos del lado este de la isla La Hispaniola o Saint Domingue.
Una traducción de google de dicho trabajo -muy mala por cierto- ha sido publicada en algunos periódicos digitales del país. Y es necesario que aclaremos ciertos conceptos expuestos por mr. Joseph.
Como consigna política, el anti y el pro haitianismo han sido derrotados por la historia de ambos pueblos, que con una práctica de solidaridad mutua -y a pesar de la oposición de sus oligarquías nacionales respectivas- se han “fundido cultural y socialmente”, conformando una clase de dominicanos de origen haitiano, que muy bien pasamos del millón de ciudadanos.
Los “rayanos” somos algo mas del 10% de la población nacional dominicana y si les sumamos los “cocolos”, podríamos estar hablando de cerca del 20%. Este simple hecho, desdice las pretensiones de presentar a los herederos de Duarte como “anti-haitianos”.
Quien escribe, residente también en USA, es una muestra exacta de esa doble mezcla racial, social y cultural que nos trajo el denominado “descubrimiento” de América y su posterior colonización, incluida la infausta esclavitud de nuestros ancestros, africanos y nativo-americanos.
Lo que nos separa de los mulatos que mr. Max Antoine Joseph Jr. representa, es que ellos son haitianos y nosotros somos mulatos dominicanos. Y la dominicanidad, debe saber mr. Joseph, es una categoría histórica desde antes del febrero glorioso; no somos un accidente, ni mucho menos una eventualidad nacida de algún negocio que las grandes potencias hayan realizado entre ellas; la dominicanidad no es un botín de guerra.
La República Dominicana es el resultado consciente de una determinación surgida en la sociedad patriótica La Trinitaria y que fue respaldada por toda la población. Nuestra fecha de nacimiento es Febrero 27 de 1844.
Ni por asomo hay en la cultura dominicana la mas mínima señal de reclamar un supuesto origen caucásico, como sarcásticamente afirma el articulista de The Haitian Times; mas bien diría yo, existe una tendencia a desvincularnos de toda influencia europea, y en especial de la española. España, al igual que África es parte de la herencia ancestral nuestra, seamos mulatos, rayanos, cocolos, jabaos, “indios”, mestizos o blancos; de hecho, le debemos a España y África -culturalmente hablando- una buena parte de nuestros valores humanos y morales; y por tanto consideramos a ambas como nuestra “madre patria”.
En el trasfondo de este artículo se advierte -además del irrespeto propio de la pequeña burguesía haitiana al hablar de sus vecinos- una gran dosis de irresponsabilidad y desilusión, cuando omite cualquier mención, por mas leve que fuere, del papel que ha jugado el Estado haitiano en la construcción del miserable futuro que aguarda a su pueblo, siempre noble, oprimido y trabajador.
Max Antoine no puede disimular su galopante frustración, cuando pretende equiparar la situación actual de los haitianos en Quisqueya con el suplicio de los judíos en la Alemania nazi.
Y cuando establece algún paralelismo entre estas dos realidades históricas, lo hace de manera taimada y aviesa, desconociendo el peso específico de las comunidades migrantes en los respectivos países que les sirvieron de albergue. Los judíos llevaron sus bienes más preciados a Alemania: conocimiento y capital.
Los haitianos traen hasta Santo Domingo sus características más emblemáticas: grandes ansias de sobrevivir a la desolación de su patria, enfermedades, hambre, miseria y desde luego, dos manos y un gran corazón; que lo mismo sirven para trabajar como para depredar. La comparación es sin dudas, desafortunada.
En este trabajo nos hemos limitado a tratar solo algunos aspectos del artículo de The Haitian Times, mas luego tocaremos otras aristas de las consideradas por el autor. Pasaremos revista a tres conceptos básicos expuestos por mr. Joseph: La masacre de 1937 y sus consecuencias, el papel de la ONU en el asunto dominico-haitiano y su falsa idea de que el pensamiento Duartiano -ya sea nuevo o tradicional- representan una amenaza para la región.