Los candidatos de las encuestas

 

 

Escoger cuatro mil doscientos candidatos para las elecciones del 15 de mayo del 2016 es una tarea que las élites partidarias no están dispuestas a realizar a través de elecciones primarias. 

La democracia interna se encuentra actualmente desamparada y, en consecuencia, está siendo eliminada por los partidos políticos, los cuales para nominar sus candidatos, de conformidad con la Ley Electoral, tienen que cumplir con el requisito de elegirlos en convenciones por mayoría de votos. 

De nada ha valido la disposición del artículo 216 de la Constitución de la República que establece que los partidos políticos deben funcionar respetando la democracia interna.

Sin embargo, el grado de irrespeto de las cúpulas partidarias a la democracia interna ha llegado a tal extremo que el Comité Central del Partido de la Liberación Dominicana escogió su candidato presidencial, en una reunión relámpago que se tardó apenas veinte minutos. En ese orden, muchos de los miembros de ese alto órgano del partido oficial que, como es lógico suponer, asistieron con la intención ser parte de los debates propios de ese tipo de evento, no tuvieron más alternativa que levantar sus manos para formalizar lo que previamente habían acordado sus líderes, sin haber hecho uso del derecho a expresarse. 

Las reuniones de los organismos son para legitimar los acuerdos de las élites, por lo tanto, para éstas veinte minutos es tiempo más que suficiente para algo tan simple como decidir prohibirle a los demás afiliados del partido competir con el candidato único. 

De su lado, las convenciones y los congresos, tal y como señala Juan J. Linz, en lugar de ser arena para los debates internos, se han convertido en un evento mediático, para los discursos de los notables. 

Los militantes de los partidos cada vez son menos, y los que permanecen activos ya no tienen el poder de elegir los cargos de elección popular.  Como dicen Richard Katz y Peter Mair: “Los líderes se han convertido en el partido; el partido se ha convertido en los líderes”. 

Con sus poderosas voces los sondeos son los que tienen la palabra en los partidos políticos. ¿Para qué perder el tiempo, entonces, en inútiles debates si son los sondeos los que determinan quienes deben ser los candidatos? 

En una crítica mordaz al gobierno de los sondeos, Giovanni Sartori dice lo siguiente: “Para ser exactos, los sondeos de opinión consisten en respuestas que se dan a preguntas (formuladas por el entrevistador). Y esta definición aclara de inmediato dos cosas: que las respuestas dependen ampliamente del modo en que se formulan las preguntas (y, por tanto, de quien las formula) y que frecuentemente, el que responde se siente forzado a dar una respuesta improvisada en aquel momento… De hecho, la mayoría de las opiniones recogidas por los sondeos es: a) débil (no expresa opiniones intensas, es decir, sentidas profundamente); b) volátil (puede cambiar en pocos días); c) inventada en ese momento para decir algo (si se responde <no sé> se puede quedar mal ante los demás); y sobre todo d) produce un efecto reflectante, un rebote de lo que sostienen los medios de comunicación”.

Como se puede apreciar, el sondeo no puede convertirse en un mecanismos de sustitución de la democracia interna de los partidos políticos.

ej.olivares@hotmail.com

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