Los amores de Bernardo Vega
Por FREDDY GINEBRA
SANTO DOMINGO. A Bernardo nunca lo vi en el patio del Colegio de la Salle, si lo hubiera visto hubiera sospechado.
Nos hicimos amigos más tarde, mucho más tarde, cuando ya él era hombre importante y donaba su sueldo del Banco Central a Casa de Teatro y otras instituciones.
En el patio del colegio, vestido con su uniforme kaki y camisa azul pasaba desapercibido, luego se fue a hablar inglés a Inglaterra y se hizo economista y lord encubierto, regresó e hizo un inventario de los puestos que le gustaría ocupar, inversionista, gobernador del Banco Central, director del Museo del Hombre, profesor de economía, miembro de la Junta Monetaria, antropólogo, historiador, escritor y editor de libros, director de un periódico, gerente de su empresa, Embajador ante el imperio, fabricante de colores azules, investigador… me cansé, con el tiempo los ha ido ocupando todos.
No sé si en su grabadora de mano, de la cual no se separa y es como su alter ego, tiene grabado ser presidente de nuestro país… en fin, jamás sospeché, lo juro, jamás. No tiene cara.
Y hay más.
P. ¿Quién crees que eres?
R. Ya eso de “yo soy aquel que ayer nomás decía…” lo explicó otro. Pienso que soy alguien preocupado por su país, que le ha servido hasta donde ha podido, pero optando por no meterse en la política y que escribe sobre la patria para que su pasado y su presente sean mejor comprendidos.
P. ¿La historia sirve para…?
R. Que se entienda mejor el presente y se eviten los errores del pasado.
P. ¿Qué te falta en la vida?
R. Estando ésta en sus postrimerías, siento que poco me falta, pues, por suerte, he tenido una vida diversa, amplia y generosa. Todavía no me falta la salud, pero ya uno va cuesta abajo.
P. ¿El dinero es?
R. Siempre un medio, nunca un fin. Usándolo y distribuyéndolo inteligentemente y no atesorándolo, es la consigna del sabio.
P. ¿Alguna vez un gran amor?
R. Freddy, por Dios, mis dos esposas, mis hijas, nietas y mi amor por la literatura, la historia, la economía, la arqueología y los viajes a sitios exóticos.
P. ¿La política la usan para?
Lamentablemente en nuestro país la dedican para lograr el enriquecimiento personal. La política no debe nunca ser el problema, sino la solución. Nuestros buenos políticos, los idealistas del siglo XIX, casi todos terminaron sin dinero. Tal vez tuvo razón Napoleón cuando dijo: “En la política el ser estúpido no es desventaja”.
P. ¿Dónde está la felicidad?
R. No la busques lejos. Está dentro de ti mismo.
P. ¿Ubicas a Dios?
R. Cuando miro las estrellas, no a los humanos.
P. ¿Pierdes el tiempo en?
R. Viendo televisión.
P. ¿Por qué es más difícil vivir?
R. No lo es, pues el nivel de vida en el mundo ha mejorado mucho en los últimos cien años. Lo será ahora para algunos pocos, pero lo será para todos si continúa el deterioro medioambiental.
P. ¿Un presidente idóneo será aquel que?
R. No necesita aumentar la nómina pública con botellas para poder mantenerse en el poder porque sabe convencer a la gente de lo correcto de su actuación.
P. ¿Cuando niño te gustaba?
R. Ser arquitecto, pero cuando la maestra en una clase de geometría me pidió pintar un cubo y pinté uno de agua, se rieron tanto de mí que dejó de gustarme y me motivó a moverme hacia las ciencias sociales.
P. ¿Mayor defecto?
R. Es resultado de mi austera educación inglesa: seco y poco comunicativo.
P. ¿En qué eres bueno?
R. Bailando merengue, dicen ellas, aunque llegué muy tarde para la bachata.
P. ¿Cuántos libros has escrito?
R. Unos cincuenta.
P. ¿Cuál te falta?
R. Mis memorias. Ya terminé el primer volumen que llega hasta cuando cumplí 24 años.
JPM