Los accidentes de tránsito y sus escalofriantes cifras

 

Los accidentes de tránsito son parte de la rutina cotidiana de nosotros los dominicanos. Son una dolorosa tragedia que hemos aceptado con  resignada indiferencia. La mayoría de las muertes provocadas por los  accidentes viales son  absurdas, resultado de la intemperancia y la imprudencia. La mayoría  son muertes evitables.

El presupuesto de muertes por accidentes automovilísticos que tenemos  tabulado por adelantado para este año 2016, sobre la base de un promedio estadístico aterrador que le da consistencia, parece que también lo vamos aceptar imperturbables y sin   rubor. No asoma  ninguna reacción  significativa, capaz de reducir estas escalofriantes cifras.

Otra vez quedarán  sin vida miles de dominicanos en nuestras calles y carreteras.  Los vamos a recoger con la misma resignación que hemos  recogido los más de 15 mil  muertos y  hemos movilizado  miles de heridos, muchos de ellos con lesiones   de por vida,  en un período que va desde   el 2011 hasta esta fecha,   a consecuencia de  los accidentes de tránsito.

Ese trágico y mortal descuento que les aplicamos a los vivientes en este país carece del dramatismo social que escandaliza y que  hace que los afectados comiencen a tomar medidas urgentes a favor de la vida.

Ante este  fenómeno siniestro no hemos logrado generar   un sacudimiento indignante   o  una conmoción colectiva  que nos lleve a una  reflexión aleccionadora.   Necesitamos una reconsideración de esta trágica realidad  que  aliente una rectificación y  proyecte cambios  colectivos hacia medidas preventivas y de cuidado,  capaces de generar nuevos comportamientos que   hagan inadmisibles nuestras escandalosas estadísticas.

Mientras acontecen los accidentes fatales  no es notable un  esfuerzo preventivo que los prorrogue, que   disminuya su impacto, que los evite o comience a reducir  estas     aterradoras estadísticas que en la actualidad contabilizan  más de 40 muertes trágicas por cada cien mil habitantes, lo  que  nos coloca en el segundo lugar en el ranking mundial de los accidentes de tránsito. Lo lamentable es  que  hemos aceptado este necrófilo y ominoso puesto  sin ningún empacho ni remordimiento.

En la conservación  de esta infortunada posición seguimos corriendo por  el carril de la muerte a igual velocidad y con la misma actitud. Estamos en marcha por la vía   del desastre, de la tragedia que arrebata vidas y recursos sin ningún   impacto aleccionador que vislumbre un cambio. Estos muertos  simplemente se entierran y se olvidan, mientras las estadísticas siguen engrosando sus dígitos. No hay una reacción colectiva, unísona, contundente que emprenda una jornada negadora y que diga que estas proyecciones fatales son inaceptables.

La cantidad excesiva de muertes por accidentes de tránsito está relacionada con el respeto a la vida. Los dominicanos  tenemos una cultura pobre  de respeto a la vida. En nuestras escuelas no se enseña, no se inculca como un valor  el respeto a  la vida.

Necesitamos con urgencia una gran cumbre que unifique criterios y acciones en pro de la vida, una gran convocatoria, un plan, consignas y propagandas, prédicas y proclamas  que nos impulsen a observar las leyes de tránsito. Se hace necesario una revisión seria, una reforma integral que redefina todo nuestro sistema de tránsito. Hay que  comenzar a revertir esta cultura de muerte que nos encadena y oprime.

Parece que en la República Dominicana es más importante recoger los muertos  que evitarlos. En el 2016 van a morir tanto a más como en el 2015. Tenemos organismos para contar los muertos, pero no  tenemos la voluntad colectiva y social para reducir estas cifras.

Todo indica que en este 2016 seguiremos aferrados a la amarga y depresiva inclinación, que como decía el doctor Zaglul, nos motiva a  celebrar  nuestro pesimismo y dejadez  a son de merengue, por lo que si no reaccionamos y hacemos una apuesta decidida por la vida, lamentablemente, seguiremos  cantando con desaliento y fatalismo: “Se murió Martín en la carretera, le prendieron cuaba, porque no habían velas”.

jpm

 

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