Lo que refleja la calle El Conde y “La Cafetera”
La adoquinada calle El Conde de hoy, tal vez no fue el entorno ideal para convulsiones revolucionarias. Pero sí, en tiempos relativamente recientes, a pesar del descuido de los gobiernos municipales, fue receptáculo de periodistas, escritores, poetas e intelectuales de los más disímiles fustes.
Su historia de esplendores diversos en distintas coyunturas, quizás en lo adelante necesite un enjundioso estudio sobre el por qué, de alguna forma, constituye un parámetro que nos habla de las más variadas sinuosidades políticas de nuestra pequeña-burguesía, siempre con un pendular arribista y trepador.
Al igual que en la época del siglo XIX cuando el doctor Francisco Moscoso Puello vivió en esta arteria que conformaba parte de un sector del casco de la capital, Santo Domingo, denominado Navarijo; el cambio que se ha registrado en la calle El conde ha tenido que ver con el momento exacto en el que un nuevo gobernante asciende al poder.
Resulta que en la narrativa de sus memorias, el médico plasma en su obra Navarijo, la cultura generalizada; desde lo religioso, juegos, hábitos y hasta lo político de su infancia y tierna adolescencia en una época que perturbó a los suyos cuando se arrimó al poder como presidente de la República Dominicana, Ulises Heureaux (Lillis).
Poco después de ese nuevo ascenso al solio presidencial, las tiendas de venta de alimentos y diversos artículos de esa arteria, también llamada 27 de Febrero y Separación, zozobraron económicamente, al extremo que su familia tuvo que dejar el sector y, finalmente, marchar hacia a San Pedro de Macorís.
Esa particularidad podría compararse con los finales de los años 90, con la asunción de un nuevo gobierno, de esta contemporaneidad. En aquella decimonónica época, la mayoría de los negocios fracasaron. En cambio, en esta etapa republicana, hubo una cuasi similitud con la época que vivió Moscoso Puello. Por nueva vez, El Conde perdió su encanto.
Sólo que, en la época que concierne al ilustre médico y ensayista, los negocios desaparecieron y otros sectores se cebaron con el ascenso de Lillis al poder. Pero numeroso6s comerciantes abandonaron la calle El Conde por la crisis económica; mientras que en los inicios de los gobiernos peledeístas, por factores muy diferenciados, fueron otros los que olvidaron la zona.
Y, se puede dar fe de ello colocando el ejemplo de la cafetería “La Cafetera”, localizada entre la 19 de Marzo y la avenida Duarte. En la actualidad, el establecimiento comercial casi luce desierto en cuanto a la presencia de periodistas, políticos y otros intelectuales que se daban cita en el lugar para participar en peñas, y teorizar sobre asuntos literarios y/o socio-políticos.
Algunos han desaparecido y los que quedan, ya no saborean el aromático café ni el demandado “medio pollo” (una tacita de café con una pizca de leche). Los periodistas, intelectuales y otros profesionales que todavía visitan La Cafetera, son contados con los dedos de una mano, y sobran algunos.
Muchos de esos “desertores”, ahora son parroquianos de restaurantes de lujo, y salones de esparcimientos enclavados en exclusivos supermercados. En esos establecimientos se sienten más empinados en su nuevo status social. Además, evaden visitar El Conde y La Cafetera, porque les causa cierta aprensión el que emerjan las evidencias de un pasado que los aterroriza.
Es decir, que durante el gobierno de Lillis muchos comerciantes de la calle El Conde del legendario Navarijo, fueron expulsados de sus negocios por la miseria que los acogotaba. En esta etapa, otros, han abandonado el lugar porque fueron envilecidos; han trepado hasta lo inimaginable, y tal vez conformen una buena parte del dos por ciento del número de dominicanos que ha experimentado una satisfactoria y placentera movilización social.
jpm
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