Lo que puede el egoísmo
La misma gente que no hace mucho se sumó al coro de infamias que acusó al presidente Danilo Medina de racista, xenófobo y de declarar apátridas a 250 mil dominicanos de origen haitiano, hoy arremeten contra el mandatario por su encuentro en Barahona con el presidente de Haití, Michel Martelly.
Ese sector político y mediático se regocijaba cuando República Dominicana era objeto de una cruenta campaña internacional de descrédito, basada en la afrentosa e infamante acusación de que se despojaba ciudadanos de su nacionalidad por el color de su piel.
El Presidente fue objeto de los peores vilipendios por su recia defensa al gentilicio nacional en foros internacionales y por su determinación de cumplir con la sentencia 68-13 del Tribunal Constitucional que define los alcances de la nacionalidad, la que se ejecuta con prudencia y respeto a los derechos humanos.
Haití, que fue la punta de lanza de esa vasta campaña internacional contra Republica Dominicana, fomenta la provocación a través de la prohibición o veda al ingreso de productos dominicanos a su territorio, mientras sus gobernantes intentan mantener encendida la tea de la discordia.
Lo que ha hecho el gobierno dominicano ha sido promover el dialogo con sus vecinos, en el entendido de que no hay ninguna otra forma de superar los conflictos que prevalecen con Haití, que se sabe no supera la condición de Estado fallido, cuya disolución afecta directamente al interés nacional.
Los puntos acordados en esa reunión Medina- Martelly no comprometen en ningún modo a la soberanía nacional ni limitan el accionar del gobierno dominicano respecto a los temas migratorios o de seguridad fronteriza, por el contrario, acercan la posibilidad, aun remota, de un entendimiento.
No constituye ningún pecado, acordar la normalización de relaciones, habilitar la Comisión Mixta Bilateral y la promesa de mantener informado al gobierno haitiano sobre el proceso de repatriación de inmigrantes irregulares, aun en el previsible caso de que Haití no cumpla lo pactado, porque de lo que se trata es de demostrar que el gobierno no promueve forma alguna de xenofobia o apatridia y si fomenta el dialogo.
Se arguye que el presidente Medina no debía reunirse con su par haitiano, a menos que las autoridades de esa nación levantaran la veda terrestre contra productos de origen dominicano, como si fuera posible asumir una posición imperial ante un diferendo comercial.
El presidente actuó correctamente y con sentido de oportunidad al abrir un espacio dialogante que obligue al tigueraje gobernante en Haití a respetar normas elementales de convivencia entre las dos naciones. Si Martelly vuelve a violar esos acuerdos, la responsabilidad será de Haití y no de Dominicana.
Quienes ayer cerraron filas en el coro anti dominicano que acusó al Presidente de racista, xenófobo y y promotor de apatridia, hoy lo denuncian por “ entreguista” y “pro haitiano”. /Así es la vida/ lo puede el egoísmo.