BARCELONA. — Lionel Messi no se rinde y el Barcelona le acompaña en la carrera por el título de Liga. El líder dio un golpe de efecto bestial en el Sánchez Pizjuán y a la orden de su capitán, inmenso, conquistó una victoria de oro. Marcó un 1-1 soberbio con una volea magnífica, el 2-2 con un derechazo fenomenal y acabó con el 2-3 con una suavidad insultante. Y cerró la tarde regalando el 2-4 a Luis Suárez. Superlativo Messi, relanzado el Barça hacia la Liga.
Messi no se rinde y el Barça vuela hacia el título ocultando que su fútbol está alejado de la excelencia. Fuera de ritmo Umtiti, intrascendente Arturo Vidal, invisible Coutinho, fallón Luis Suárez, solitario Busquets y demasiado obligado Rakitic, el equipo azulgrana se entregó a una ruleta en la que el jugo casi fue lo de menos en medio de la lucha. Pero apareció, siempre, Leo. Y sentenció. No podía ser otro.
Irreconocible en su presentación y casi entregado al ritmo que quisiera imprimir al partido el equipo de Machín, al Barcelona le mantuvo un Messi inclasificable, excelente en la definición y que agradeció el ingreso en la segunda mitad de Dembélé, quien entró en acción por un Arturo Vidal cuyo entendimiento en el primer acto con Busquets fue tan nulo como irrelevante fue su tarea de enlace.
Al contrario, las pérdidas de balón condenaron al equipo azulgrana en esos primeros 45 minutos tristísimos, que acabaron con el gol de Mercado, rozándose el descanso, que provocaron tanto estupor como rabia entre los jugadores de Valverde, quien respondió con prestancia a lo visto.
Lo visto fue un Barça roto por el eje y mantenido en pie por la volea, sensacional, de Messi a los 26 minutos que igualó el inicial 1-0 de Jesús Navas. Se divertía en la pelea el Sevilla y sufría sin solución de continuidad el líder, al que revolucionó, con razón, su entrenador en el segundo tiempo.
CARA O CRUZ
Fuera Semedo y Arturo Vidal, la entrada de Sergi Roberto y Dembélé dio otro sabor futbolístico al partido. El Sevilla se retrasó, en busca de la contra definitiva, y el Barça se redobló hacia adelante, con la electricidad del francés y el despertar definitivo de Messi.
Protestó el Barça sendas caídas, dudosas, de Dembélé primero y Suárez después que desesperaron a los jugadores azulgranas, cada vez más volcados y dejando más espacios, peligrosos, atrás, hasta que un balón vivido a la derecha para Dembélé acabó con su pase, raso y medido hacia atrás para Messi.
Y Leo no desaprovechó la asistencia de su compañero y el regalo de la zaga andaluza, que le cedió el espacio suficiente como para que controlase y lanzara
un disparo magnífico por arriba, ajustado, con la derecha. 2-2 y muchos minutos por delante para romper el empate.
A partir de ahí ya comenzó a verse que solo el Barça quería, y podía, ganar. Redobló la apuesta final Valverde metiendo a Aleñá por un, otra vez, intrascendente Coutinho y se convirtió la recta final en un ataque continuado del líder, decidido a llevarse lo que sabía una victoria con sabor a título. A medio título al menos.
Y llegó el momento definitivo, acercándose al desemboque del partido en un remate de Sergi Roberto que quedó rebotado por un defensa… Y a cuyo balón corrió, siempre el más listo, Messi para plantarse ante Vaclik y batirle con un toque tan suave como sensacional.
Messi no se rindió. Messi no se rinde. Messi logró su tercer hat-trick de la temporada y acabó la tarde regalándole el 2-4 a Luis Suárez en el último instante para redondear una tarde magnífica. Inclasificable, soberbia y con sabor a título.
El Barça sufrió… pero salió del Pizjuán con medio campeonato en el bolsillo. Cpn Messi, por supuesto.
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