Leoneladas
Hipólito Mejía es un político chocarrero e inoportuno; pero Leonel Fernández es uno sinuoso y contradictorio. Como si fuera un consagrado revolucionario o un radical hombre de izquierda con tintes comunistas, recientemente, el expresidente lanzó el grito de “Patria o muerte venceremos”.
Fernández, esta vez, externó un clamor descontextualizado en una época en que aún con nuestras contingencias políticas, es precandidato que aspira a ser presidente en las elecciones del 2020. Se le dio la oportunidad de poder obtener la candidatura presidencial.
Como ya no existe lo filoso e irreverente del periodismo dominicano que desenmascara, los medios obviaron destacar lo insólito y extemporáneo de lo manifestado por Leonel Fernández.
Para desdecirse en sus actitudes, al día siguiente no asumió una postura desafiante y guerrera. Se refugió en Dios para decir que, en su gobierno, el Supremo estará presente. Para convencer a un auditorio de devotos cristianos, astutamente, se escurrió en lo milagroso y bondadoso de su dios.
El cambio fue muy brusco. Porque observando a un enardecido, indignado y “revolucionario” Leonel cualquier desconocedor de quién es este político, habría pensado que en el curso de los próximos días habría demandado del pueblo dominicano protagonizar un movimiento tendente a despojar a ciertos millonarios de riquezas mal habidas. Claro, entonces habría que proceder contra los corruptos de los gobiernos que encabezó y lo turbio de la edificación y recursos económicos que fortalecen su FUNGLODE.
Pero falta más; el político que parecería convertirse en un legítimo opositor de las injusticias, es el mismo que hace poco, como para intimidar, convocó a exjefes de la Policía Nacional y a jerarcas militares en señal de apoyo a su nueva aspiración a la presidencia.
En consecuencia, y esto viene a cuento, Hipólito Mejía podría ser comprendido en cuanto a su accionar político como un perturbador que muchas veces es instrumento que entorpece idóneos movimientos dialécticos; pero las leoneladas descabelladas y contradictorias confunden a muchos, a menos que sean delirantes fanáticos.