Las visitas de Danilo y el cura Acevedo

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En el 1999, mientras trabajábamos en la Procuraduría de la República, participamos en una reunión con el finado sacerdote Francisco José Arnaiz en el arzobispado de Santo Domingo. El prelado de pausado y bajo tono al hablar nos decía de cómo al momento de producirse un acontecimiento determinado en cualquier punto del país, él y la cúpula de eclesiástica se enteraban de primera mano y con lujos de detalle de lo acontecido, argumentando la peculiar estructura de la Iglesia Católica en toda la geografía nacional. Pero parece ser que no es el caso de los curas de hoy día, pues muchos clérigos en sus homilías demuestran una gran orfandad de argumentos y de manejo de información. Indiscutiblemente que el caso del párroco Frankeliz Acevedo, quien durante la misa el Día de las Mercedes esgrimió argumentos desde el púlpito en contra de las visitas del presidente Danilo Medina, discurso que demuestra una abismal falta de datos de este padre católico. “Cada día la canasta familiar más alta. Cada día los medicamentos más caro, y qué contradictorio, porque las famosas visita del presidente visitando campos, mientras más campos visita, más cara está la comida”, dijo el religioso en la misa oficiada con motivo del día de la patrona del Pueblo Dominicano. Nada más lejos de la realidad de Frankeliz Acevedo, que parece ofrece su sermón sin antes documentarse sobre el particular, negando toda una tradición católica que data desde la época de la colonia cuando el Sermón de Montesinos hizo temblar las simientes de la sociedad de entonces por las injusticias de esa época. Quién en su sano juicio le va a negar el manejo temático que demuestra el cardenal López Rodríguez, cuando al finalizar una misa, le señala con su dedo índice a los periodistas que lo esperen en la “curvita de la Paraguay” de la catedral, lugar en donde el vicario le “pela el plátano a cualquiera”, exhibiendo un dominio total de los temas más espinosos de la actualidad. No es que se pida al padre Acevedo ser un arúspice, sino que por lo menos tome en cuenta que en un país como el nuestro, con una deuda social acumulada de cuarenta años, hablar de espaldas a la realidad no le da una orientación objetiva y fidedigna a la feligresía. Lo primero es que no es cierto que el precio de la canasta familiar se ha incrementado, como afirmara en su sermón el padre Acevedo. Según datos del Banco Central, el índice de precio al consumidor (IPC) experimentó durante el mes de agosto una pírrica variación de apenas un 0.39 por ciento. El organismo encargado de estudiar las variables económicas sitúa la inflación acumulada en los primeros ocho meses del año en tan solo un 2.33 por ciento, menor que la del año pasado en el mismo período que alcanzó el 3.07 por ciento. Más importante aún: las visitas del presidente Danilo Medina durante los fines de semana han motivado a los productores y productoras del país a tener fe en su trabajo. Esto sin contar los miles de empleos que han generado esas visitas, en un país en donde ese sector había sido abandonado a su suerte. El cambio del modelo de producción de antes, que se basaba en la agroexportación, por el de turismo y zonas francas llevó al olvido y a la postración a los sectores agropecuarios nacionales, que hoy encuentran un aliado sin reservas en el presidente Danilo Medina. Como feligrés considero que más que criticar una política justa, humana, de apoyo a esos hombres y mujeres que día a día se levantan a producir para la sociedad, que el gobernante ha aplicado con ahínco y con denuedo, como la ha hecho el padre Frankeliz Acevedo, sería mejor desde el púlpito su profundización y su motivación. El cambio de modelo agroexportador por el de turismo y zonas francas trajo la bancarrota de las zonas rurales y el predominio de las zonas urbanas, originando una secuela de males que golpean a la ciudadanía de manera consuetudinaria, como lo es la delincuencia. Para que tengamos una idea del cambio que experimentó el campo dominicano analicemos estos datos estadísticos: En el año 1935 la población dominicana era de apenas un millón 480,000 habitantes. En el 1950 la población pasó a ser de dos millones cien mil habitantes. Sin embargo, ya para el 1960 la población era de tres millones, de los cuales gran parte de ella estaba viviendo en los campos. Mientras en 1930 el 80 por ciento de la población vivía en el campo, hoy día casi ese mismo porcentaje vive en las ciudades. Y esa realidad es culpa del abandono de las personas productoras de la agropecuaria, las cuales por el olvido a que han sido sometidas por todas las anteriores autoridades, se ven compelidas a emigrar a las grandes ciudades, encontrando la mano amiga del presidente Danilo Medina, quien acude cada fin de semana con un hálito de esperanza para ese vapuleado sector. De ahí que sea una gran injusticia referirse a esa política del gobernante de la manera en que lo hizo el padre Acevedo.

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