Las incongruencias del poder y algo para reír

El poder tiene infinitos espejos y caminos. Por ello, lo más próximo a su semántica axiológica es la bifurcación de figuras contrapuestas que se debaten y se miden en duelos imaginarios de claveles y rosas.

Una mejor imagen o fotografía de semejante selva poética es la metáfora de incongruencias que da vida y significación a la lógica del poder que justifica la convivencia “pacífica” de mansos y cimarrones. Por supuesto, sin contar, a aquellos que buscan y se agencian otras vías para hacer efectiva su “cuota” aunque en público hagan teatro y  oposición política de hojalata.

Para descubrir esas incongruencias (o lógica del poder), sólo basta saber que el poder tiene –y es universal- infinitas e inhóspitas conexiones; y también, códigos y reglas imponderables. Pero, ¿cuáles son esas reglas y esos códigos inviolables? A saber: que hay una cadena de mando (de la que ni el cielo escapa), que no guarda odios ni rencores, pero, sobre todo, que se anida en la carita más ingenua.

No obstante, en la “marginalidad del poder”, hay criaturas somníferas (¿o tóxicas?) que suelen avanzar, sigilosamente, hacia la consecución de objetivos estratégicos trazados –generalmente por adversarios agazapados- cual caballo de Troya. Y en esa faena-tarea, esas criaturas, se hacen fácticas y temidas en el marco de una lógica del poder, en mi opinión, absurda.

No sé por cuál razón, los gobiernos -¡casi todos!- cobijan en su seno a esos “engendros” del bien y del mal. Lo digo, porque esas criaturas más que ser “reguardo-recipiente de informaciones fácticas” y estrategias socarronas, son, en un sentido estricto y sin apelación,  “laboratorios” de chismes, de intrigas y de fusilamientos  sumarios de reputaciones.

Para ilustrar mejor sobre el perfil aproximativo de semejantes criaturas que moran en el poder y la política, sería de utilidad política-pedagógica hacer un vuelo rasante al respecto. Admito, de antemano, que tal ejercicio siempre será pestilente. Pero ni modo.

Ahora, vayamos a la selva en donde moran y habitan esas criaturas del humor, la intriga y el suspenso, por demás toxicas, antológicas y anecdóticas.

Cierta vez, estaba en una fila de saludos, y la figura estelar, que venía saludando, de pronto y como si hubiese divisado al mismísimo diablo, rompió abruptamente la línea de saludos y tomó otro rumbo. Nadie de la concurrencia pudo descifrar, en el momento, semejante bandazo de la figura estelar, pero luego salió a relucir que, efectivamente, la figura se espantó de una lengua viperina de alcance y vuelo internacional (una suerte de gurú fracasado y en descrédito) que divisó en la línea de saludos.

Otro caso de los misterios del poder y de su lógica, fue el de un consuetudinario intrigante-sapo que restriega unos papiros –solo de boca- pero cuya especialidad es la de dar “nuevas y venenosas exclusivas”  que las va repartiendo de tren en tren.

Tampoco falta, el que ignorante o sabihondo al fin, se la pasa “amarrando la chiva” y estando, cual guachimán impertinente, “donde el capitán lo vea” aunque nadie sepa, de él, competencia ni registro de ninguna ocupación u oficio por años. Entre estos especímenes, abundan los llamados políticos “efeméricos” (una suerte de criaturas que se dan silvestre y que viven del asalto inoportuno de agendas, fechas patria y figuras). Súmele también, a esta fauna, a aquellos docto-versados –o técnicos a secas- que por su accionar y sobre protagonismo resultan más empalagosos y glotones que los mismos políticos “efeméricos”. Y luego vociferan –sin sonrojo y a todo pulmón- ¡que no son políticos!, con tal énfasis que dan nausea y vergüenza ajena.

Por supuesto –y más en estos tiempos de redes sociales-, no falta, ni se puede quedar, un “selfie” que capte-catapulte sus hazañas.

Todo eso –tal cual he registrado-, y como dijera la escritora-poeta Martha Rivera Garrido –en una entrevista que concediera al Listín Diario-, en un país “….donde el lambonismo y el tumbapolvismo son importantes”. Entonces, ¿quién podrá escapar o, salir ileso a tanta sutileza? O mejor: ¿cómo sobrevivir, en medio de semejante simulación, miseria humana e impostores impenitentes por doquier?

No digo que no haya gente valiosa, oportuna y siempre necesaria en cualquier ámbito de la vida en sociedad, sino, que, y casi siempre, los más vivo, vagos y genuflexos terminan cobrando el trabajo discreto, diario y laborioso de otros menos propensos al bulto y el hazmerreír.

 

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