La vida sigue igual
Escribir, concientizar, denunciar, hacer cadenas humanas y todo lo demás, no surte efecto de inmediato.
El proceso de maduración y de abusos los pueblos lo reciben de varias maneras.
Trujillo duró 30 años, Balaguer otros más y la élite de un partido que compra a todos, y que tiene todo el dinero del mundo, les asegura, según ellos, que duraran hasta el 2044 en las mieles del poder, pero no, si lo dejamos.
No podemos desmoralizarnos, recuerdo que, en 1973, el PLD no era nada y solo circunstancialmente, un caudillo prefirió a un mulato profesor y no al negro orador y así subieron los morados del PLD para no dejarse caer y se mantuvieron por el error de un calvo que quiso re postularse 2 veces.
Todo seguirá igual, después del 18 y por eso leo mis libros y me consuelo. Mira esto: Thomas Paine escribió: “El gobierno, aun en su mejor forma, no deja de ser un mal necesario; en su peor forma, es algo realmente intolerable.” Paine entendía que la esencia del gobierno es la coerción. Sin embargo, necesitamos el gobierno y sus coercitivos poderes para proteger nuestros derechos naturales a la vida, libertad, y propiedad.
La protección de esos derechos es la función moral y legitima del gobierno en una sociedad libre.
Pero como Thomas Jefferson advirtió: “El progreso natural de las cosas es que los gobiernos invadan más terreno, mientras se pierde la libertad de sus ciudadanos. “Jefferson tenía razón.
Hoy día al dominicano común por leyes impuestas de Congreso mayoritario a favor de un partido en poder, le arrebatan el 50% de sus ingresos.
El trabajador siempre ha sido obligado a pertenecer a los sindicatos controlados por el gobierno, votar por el partido que controla el sindicato.
Las empresas, entre impuestos, seguro social, itebis, reparto de utilidades, mordidas, inflaciones, costo de seguridad, no les queda remanente para seguir operando y expandirse.
Además, hay muy pocas cosas que una persona puede hacer que no esté regulada por algún acuerdo gubernamental, sea al iniciar una nueva empresa, manejar un automóvil, importar, exportar, contratar los servicios de un jardinero, una recamarera, y muchas otras actividades diarias que solían ser consideradas privadas y personales.
Es muy fácil el culpar a los políticos por el crecimiento de nuestro opresivo gobierno.
No hay duda que merecen parte de la culpa por no haber sido estadistas, por no haber respetado nuestra constitución y, sobre todo, por haber saqueado las arcas de los gobiernos.
Sin embargo, la mayor parte de esa culpa pertenece a los dominicanos que queremos todo dado y es hora de aceptarla.
Los políticos hacen lo que nosotros les pedimos a través de elegirlos.
Hemos permitido a los políticos “operar” cuando nos han prometido expropiar lo que pertenece a algunos dominicanos para dárselo a otros que no les pertenece.
O los elegimos para dar privilegios a ciertos ciudadanos que se les niegan a otros.
Los programas de asistencia social son un buen ejemplo.
El gobierno, a través de impuestos, arrebata el fruto del trabajo de muchos dominicanos para dárselo a otros. Pero hay muchos otros ejemplos: los subsidios a diferentes actividades económicas, apoyos especiales para el campo que tanto gritan nuestros “luchadores sociales,” los rescates de los bancos cuando, por su ineptitud, se meten en problemas, los rescates de los ahorradores estafados por léperos profesionales, los borrones y cuentas nuevas de las deudas de los ejidatarios etc., etc.
Está comprobado que más de la mitad del presupuesto tradicionalmente es aplicado a este tipo de programas que, sin lugar a dudas, llenan las características de robo legalizado—puesto que ese no es dinero del gobierno, es nuestro.
Después tenemos los privilegios especiales: El gobierno le dice a un agricultor que puede sembrar, pero permite importaciones si el costo al criollo por fuerza mayor se le va de la mano.
A unos les da agua y a otros no. Hay una serie de actividades que están exentas de impuestos, pero no todas.
Le dice a un grupo especial que deberán recibir tarjeta solidaria, bono luz, gas, etc. etc., pero el resto de los dominicanos, que no están en esa situación, definida por el gobierno, serán discriminados al quedar fuera del programa.
Un candidato que hiciera su lema de campaña el votar para que se autoricen los gastos solamente implícitos en la constitución, estaría firmando su suicidio político.
Los dominicanos tradicionalmente hemos elegido a demagogos a quien no les importa las consecuencias de sus brillantes ideas a largo plazo y, al estar tan “preocupados por los pobres», no les importa confeccionar un presupuesto suicida, sin darse cuenta de que simplemente están generalizando la pobreza.
Pero no importa, los políticos saben que pueden continuar en la senda del manoteo y no pasa nada. Ellos saben que en R.D. no existe una sociedad civil vigorosa y comprometida.
Saben que el dominicano no se templa a lo heroico, ni lo imita, ni lo ejemplifica, pues sigue siendo prisionero de la historia.
Y la historia sigue repitiéndose.
El dominicano dice que es patriotero. Quema pólvora que produce ruido y luces para suplir gallardamente la ausencia de esa luz interior donde cualquier otro hombre pudiese ver el camino del cambio y orden como quería Manolo Tavares Justo, pero de esos hombres ya no hay.
Dominicano es patriotero, si, de banderita en la solapa, de brindis y cofradías, se vanagloria recordando alguna batalla que un antepasado suyo desarrollo hace años, como Luperón y Caamaño.
Que el otro luche, yo me escondo y salgo cuando pase todo, pues yo en mi comodidad, no soy capaz de ofrecer el gran sacrificio que la patria reclama.
Decidámonos a dejar de ser alguien que teje y reteje el hilo de su vida, con un inexpugnable enanismo espiritual.
Regreso a mi país, desde hoy, en la Capital, a morir luchando, aunque no tenga medios para defenderme y lanzarme al ruedo, pero como un soldado iré a pelear para recordarle a los jefecitos, todas las promesas.
Y en medio de este remolino post electoral, y de compras de consciencia, la vida sigue igual, hasta un día.
jpm