La ventana indiscreta de la pobreza

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El AUTOR es empresario turístico. Reside en Santo Domingo.

No se trata del clásico film de 1954 «La ventana indiscreta», de Alfred Hitchcock, protagonizado por James Stewart y Grace Kelly. Se trata de la visión de la pobreza desde la ventana de organismos nacionales e internacionales. Una de ellas es el Indice de Pobreza Multidimensional de la República Dominicana (IPM-RD), que trata de averiguar qué sucede en los hogares dominicanos más allá del ingreso dentro de un conjunto de carencias que impactan la salud, educación y calidad de vida.
Es sólo una manera de ver la pobreza con diferentes vestidos y no con aquel que realmente la viste desde hace cientos de años, ignorando causas que doblegan el pulso a ese gran flagelo mundial. Por tanto, que me perdonen los organismos nacionales, el Banco Mundial, BID, PNUD, la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de la Universidad de Oxford (OPH), Oxfam y el Social Progress Imperative por la diversidad de correctivos introducidos para combatir la pobreza y no las causas que la originan. Ojalá se utilizaran los prismáticos de James Stewart para ver la pobreza desde otro ángulo de la ventana.
En vez de eso lo que siempre ha existido es un «barajeo» mediático, fantasioso, insostenible, quimérico y utópico sobre la pobreza. Por tanto, hay que poner la mira en los países pobres o en vías de desarrollo para que el Estado se comporte como un sector económico como otro cualquiera.
Basta comenzar con el cálculo del PIB Estatal. Le sigue la generación de riqueza material (obras de infraestructura, bienes y servicios) conjuntamente con los sectores productivos de valor agregado (sector privado: formal e informal).
Así llegamos al PIB 2.0 avalado con la firma del «Pacto por la Productividad» entre los sectores público y privado para crear riqueza material. En buen castellano esta riqueza tiene por nombre: 1 – «Empresas Públicas de Bienes y Servicios – Financieros y No Financieros», y 2 – «Empresas Privadas de Bienes y Servicios – Financieros y No Finanancieros». La fórmula que plantea el aumento del empleo y eliminación de la pobreza en términos se denomina: «PIB 2.0 – Pacto por la Productivididad y/o Teoría de la Desigualdad».
Como se sabe,  la riqueza material se mide cada año según los índices del PIB. Este solo refleja una cara de la moneda: el crecimiento económico en función de la generación de una riqueza distanciada del bienestar nacional. Con la inclusión de ese bienestar trato de que la moneda tenga dos caras introduciendo el «PIB 2.0 – Pacto por la Productividad». Es la manera de concebir el aumento del empleo y eliminación de la pobreza en términos en función de la creación de riqueza que convierta al PIB no solo en índice de riqueza material sino también de bienestar económico y social, en consecuencia.
Esto lo determinan los índices absolutos de reducción de la pobreza en función del aumento del nivel de empleo, o pleno empleo si se quiere. Si no hay riqueza no hay empleos en términos absolutos. El aumento del empleo en términos relativos es otra cosa. Este simple ejercicio tiene la finalidad de terminar con la hipocresía que rodea la pobreza. Lo que me diferencia de los demás es una simple fórmula para poner las cosas en su lugar y dejar de dar vueltas como la noria.
Son muchos los organismos nacionales, internacionales y las ONG que se encariñan con la pobreza desde el litoral, pero son millones los que buscan el sustento de sus familias en tierra firme o en el fondo de los mares. Los primeros esperan que el pez pique para luego exhibir su presa ignorando que la pobreza es un problema de bolsillo. Los segundos buscan la forma de resolver problemas de bolsillo o de alimentación, como el «buzo» de los basureros.
El crecimiento económico como antesala que envuelve en «papel de celofán» el anhelado desarrollo económico, visto de esa manera, es una de las fallas del razonamiento económico ante la ausencia de una estrategia que parta en dos el corazón de la desigualdad y la elimine para siempre, aunque suene raro, utópico o descabellado. Solo se que tanto la política como la economía se convierten en ciencias raras, utópicas o descabelladas ante la ausencia de planteamientos, comportamientos o parámetros que las dignifiquen. La desigualdad no se regatea.
Bastaría que los estados produzcan riqueza material partiendo de sus propias entrañas como lo hacen los sectores productivos para convertir el crecimiento en «igualdad económica», antes de hablar de un «desarrollo económico» alejado de lo que se conoce como pobreza. La «igualdad económica» elimina la «desigualdad» aplicando el «PIB 2.0 – Pacto por la Productividad».
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