La sociedad de la información y el pecado digital
Por JOSE DE JESUS VEGA
El efecto de la globalización es un hecho que todos hemos vivido quizás sin darnos cuenta. Internet nace de la necesidad de transmitir información entre dos máquinas o computadores personales en 1960, año que marca el génesis de la era digital que nos ha envuelto en las últimas décadas. Hemos pasado de la sociedad del dinero o de los recursos a la sociedad del conocimiento o de la información término que surge de este fenómeno.
La información y el conocimiento se han democratizado totalmente lo que ha hecho que la brecha del protagonismo se amplíe hasta el punto de que cualquier ser humano puede ser el personaje principal de su propia historia. Ya las inversiones monetarias de gran escala no son el impulso necesariamente único para mover grandes causas, sino que el conocimiento y la distribución de información se hacen parte fundamental de la economía, de la sociedad, de la justicia, de la política, en fin de todas las áreas referentes a la humanidad.
Ahora toda esta distribución o transmisión de información me hace preguntar: ¿Somos los autores de todo lo que termine en la red? Muchos dirán que sí, pero me temo que se equivocan y lo peor es que ocurre frente a sus ojos y no se han dado el placer de darse cuenta. Un fenómeno que generó la sociedad de la información fue la piratería, todo al alcance de todos sin costo. La democratización de la información ha atacado seriamente a los artistas e infundido una prostitución de las artes desde la música, pintura o ilustraciones, cine, entre otras cosas. Hasta de pensamiento pues presenciamos como una simple frase célebre puede caer en la boca de cualquier autor ya sea por error o por mal intención del emisor.
Muy común es la tergiversación de la información en la era digital a cualquiera lo enferman en un segundo, te matan en una hora y reviven al final del día. Democratizar el internet no fue un error sino que fue la entrega de una herramienta informativa al beneficio de la humanidad para realizar el bien pero nosotros hemos caído en el libertinaje digital, en el gran pecado de olvidar valores y crear contenido mediático insensible.
Es normal colgar un pensamiento en las redes sea por Twitter o por Facebook pero ahora esa información la donamos a la red o acaso puede ser usada en nuestra contra. Los hechos ocurridos por una publicación en las redes sociales abarcan desde una rotura en una relación sentimental hasta un despido laboral. Podemos llegar a ser esclavizados y afectados por lo que posteamos en las redes y por el contenido que creamos.
Pero yéndonos a un término más delimitado nuestras vidas quedan expuestas a través de un hijo del internet como los medios de interrelación que nos brinda la red como son mensajes y llamadas. ¿Qué pasa con lo que no publicamos? Osea el contenido que creamos “para nosotros mismos” todos hemos presenciado como videos y notas de voz que no se debieron reproducir en otro teléfono que no sea el emisor y el receptor se hacen virales. Las repercusiones pueden afectar a los que crean el contenido tanto moral como éticamente trayendo consecuencias legales hasta a aquellos que la difunden por la red.
Mi reflexión quiere llamar a la atención a todos los usuarios de los medios 2.0 como lo son redes sociales a tener conciencia de lo que colgamos en nuestros muros y/o perfiles. Da pena cuando vemos contenido explícito o de violencia rodando en las redes sociales pues ese contenido mediático ofende a la sensibilidad del que lo observa, arremete contra la integridad de quien lo protagoniza y culpabiliza al que lo comparte.
Pero no todo se resume en el mundo digital, sino que las personas hemos cambiado la sensibilidad por sensacionalismo. Cuando ocurre un accidente o alguna situación de peligro somos capaces de sacar un teléfono móvil y contemplar lo que pasa en vez de actuar en beneficio del afectado. El morbo cala nuestras vidas y nos hacen pecar digitalmente. Por la culpa, por la culpa, por la gran culpa de un maldito teléfono celular.
jpm