La sed de justicia debe saciarse
Si bien es cierto que la corrupción como conducta humana no es un fenómeno nuevo, ni exclusivo de la sociedad dominicana, se hace necesario avanzar en la dirección de prevenirla y castigarla de manera ejemplar. En otras palabras que existan corruptos no es el problema, el verdadero problema es que se les trate de manera impune.
En el caso dominicano, la preocupación de algunos por el castigo y la persecución contra la corrupción parece centrarse de manera exclusiva en el caso Odebrescht, como si fuera la única situación manifiesta de corrupción en nuestro país y habría que preguntarse, ¿Si el soborno y la evasión fiscal no tienen el mismo efecto al momento de generar inequidad social? ¿O si la sobrevaluación de obras públicas y la venta de productos vencidos o a sobreprecios no tienen el mismo efecto dañino para en perjuicio de la sociedad?
Nadie en su sano juicio puede defender la perversidad que generan las prácticas corruptas de políticos, funcionarios gubernamentales, empresarios, religiosos, policías y comunicadores que operan verdaderas maquinarias de extorsión frente a quienes no tienen cuentas conciliadas entre su decir y su hacer.
En el sonado caso Odebrescht, la posición más sensata es exigir que se haga justicia frente, dejando claro que hacer justicia no necesariamente implica castigar a los que resulten culpables, sino también liberar a los que resulten se inocentes, por más inquina, tirria o envidia que se les pueda tener.
Aunque no quisiera que ninguna familia tenga que pasar por la difícil situación que hoy viven los acusados, pues independientemente de que resulten inocentes de los hechos que se les endilgan, ya una parte de nuestra población los considera “ Papá de los ladrones”, ninguno, culpable o inocente, puede ser eximido de explicar, todo cuanto requiera la justicia para esclarecer el presente caso, aplicando las sanciones que indica la ley, conforme la falta que pueda probarse, esa es una responsabilidad a la que está obligado todo aquel que maneja recursos ajenos.
La aspiración es que hacia el futuro, el caso Odebrescht siente el definitivo precedente, de que, quien se equivoca y hace uso y abuso de las responsabilidades que se le delegan, tendrá que correr con las consecuencias.
Ojalá la sociedad dominicana no abandone el camino del reclamo contra la corrupción y la impunidad y ojalá no se imponga la displicencia que mal recomienda el “deja eso asi”, en este, ni en ningún caso de felonía pasada, presente o futura que pueda determinarse.
Recordar a todos, que hacer justicia no es alimentar el morbo insensato y que en el caso de qué, después de respetarles sus derechos a un legítima defensa, en un juicio público, oral y contradictorio, resultaren culpables, debemos tener la cordura de respetar sus familiares y relacionados, pues la responsabilidad civil y penal es responsabilidad exclusiva de cada persona. Toda condena buscar que la persona pague por los hechos cometidos, pero también de que corrija su conducta futura, Avergonzar o asediar a un niño o a unos adultos por actos ajenos, hace más daño que bien a una sociedad que tiene y ansia saciar su sed de justicia frente al flagelo de la corrupción en todos los sentidos y en todos niveles.
Es autor es catedrático universitario y dirigente del PTD.