La otra cara de la reforma

 

La ley que declara la necesidad de una reforma constitucional es prácticamente un hecho. Sin embargo, pienso que la sociedad se ha enfocado única y exclusivamente, en la intención del PLD, de repostular a uno de sus miembros, cuando en realidad lo que procuró esa organización fue un rompimiento con antiguas practicas caudillescas, mediante la puesta en marcha de un proceso de transición sustentado en un ejercicio democrático que permita el relevo dirigencial dentro de los partidos políticos.

La discusión sobre la reelección presidencial per se, ha sido el tema fundamental durante todo este proceso de reforma. No obstante, existe otro elemento cuyo propósito es probablemente de mayor significación constitucional que la simple repostulación de un presidente en ejercicio, como seria en este caso, la incorporación de un modelo de elección presidencial que permita materializar una verdadera y legitima fábrica de presidentes.

Efectivamente, lo que decidió el PLD, a través de una iniciativa impulsada desde su Comité Político, fue abrir las compuertas para que la clase política nacional, asumiera mediante una discusión sensata, el empoderamiento de un tema que se constituye a sí mismo en una oportunidad brillante para desterrar de una vez y por todas al continuismo en el ejercicio del poder.

Precisamente, ha sido esa parte la de la reforma que no se ve –y que no ha sido tocada por ignorancia o por conveniencia–, la pieza más importante de todo este proceso de discusión, la cual fue descrita, oportunamente, por el alto dirigente político del PLD, y actual embajador dominicano en Washington, Lic. José Tomás Pérez, en su artículo: «Modelo norteamericano o fábrica de presidentes», en el que su autor dice lo siguiente, cito:

“La constitución de los Estados Unidos de América, se elaboró no solo para que fuera un instrumento de garantías de los derechos y deberes de sus ciudadanos, sino también para que sirviera de guardián vigilante de los principios democráticos que desde temprano establecieron sus líderes y padres fundadores. La alternabilidad en el poder ha sido un factor clave para que esa gran nación se haya convertido en una auténtica fábrica de presidentes, fundamentada en el mandato constitucional que obliga a que los mismos (los gobernantes) solo puedan reelegirse una sola vez y nada más. Los padres fundadores nunca estuvieron ajenos al conocimiento de las debilidades y flaquezas que conlleva el ejercicio continúo del poder, y el apego que genera el mismo en hombres cuya naturaleza son la ambición desmedida o el afán de gloria”, fin de la cita.

Asimismo, en su artículo: “Leonel, Danilo, y la reelección”, José Tomás Pérez, sigue definiendo con claridad meridiana, la real trascendencia de la actual reforma constitucional, al referir lo siguiente, cito:

“Considero que una modificación constitucional nos llevaría a adoptar –de nuevo– un esquema que nunca debió ser sustituido. El modelo de reelección norteamericano es el único sistema con el que se puede desterrar, de una vez y para siempre, el espíritu caudillista que los dominicanos hemos heredado del Trujillato. No se puede hablar de fábrica de presidentes…, y evitar dejar caer en los labios una sonrisa cínica y burlona, a menos que no se establezcan las condiciones institucionales (Y en este caso, el Comité Político del PLD, actuó conforme a esa legítima aspiración) para que los nuevos líderes y aspirantes surjan en el escenario electoral de manera libre, sin verse opacados y reducidos por la sombra intimidante de un expresidente». 

Y, continúa el autor diciendo:

«La reelección de Danilo Medina, una vez y no más, se justifica dentro del marco de ese principio de alternabilidad del liderazgo político, primero, porque estaríamos dándole la oportunidad de terminar una obra de gobierno que por su tamaño y complejidad, amerita de más tiempo y, segundo, porque el cambio en el sistema político electoral abrirá las puertas al inicio de una nueva etapa en la manera de hacer la política de la República Dominicana”, fin de la cita.

Ciertamente, la reelección indefinida en cualquiera de sus modalidades, es una práctica que rezaga el sistema político dominicano y afianza en el poder a figuras mesiánicas que inciden permanentemente en el quehacer cotidiano de la nación.

En consecuencia, un sistema democrático como el que predomina actualmente, permite que un gobernante de turno se apuntale en una de dos direcciones, que son: hacer una reforma para que se pueda reelegir de manera consecutiva, o acumular capital financiero y clientelar, si se quiere, con el propósito de que una vez se salga del poder y luego que pasen cuatro años, volver nuevamente mediante esas influencias acumuladas.

Breve historia:

En la reforma del año 1994, el propósito que primó para la eliminación de la reelección consecutiva e indefinida, fue el de impedir el continuismo del Balaguerismo, y se estableció, entonces, la posibilidad de la repostulación presidencial con un periodo inactivo de por medio –modelo que está establecido actualmente–.

Más adelante, en la reforma del año 2002, se introdujo la posibilidad de aspirar a dos períodos presidenciales consecutivos y nunca más, similar al modelo norteamericano –modelo que está en discusión actualmente–.

Luego, fundado en un propósito –implícito– de rehabilitar antiguas figuras presidenciales, y en un afán por salir de la jubilación que imponía la reforma constitucional del año 2002, nuevamente en el año 2010, se reforma la carta magna, con el objetivo de reintroducir la no reelección consecutiva, similar al modelo que adoptamos en el año 1994.

La reforma del año 2010, aunque con muchas luces y pocas sombras, mutiló el proceso de adecentamiento político iniciado en el año 2002, provocando un retroceso institucional que nuevamente, abriría las puerta al continuismo de Estado, mediante practicas ya mencionadas.

No obstante, como consecuencia del error que cercenó esa conquista de la democracia, actualmente se hace apremiante reintroducir un proyecto de reforma que busque, más que reelegir a un mandatario, restablecer un sistema de sucesión política que permita seguir avanzando por el camino de la alterabilidad democrática. Por cuanto, esta vez, deberá hacerse un consenso entre las fuerzas políticas y sociales, para establecer un mecanismo definitivo que consolide la figura de la primera magistratura del Estado.

Por consiguiente, se hace necesario un acurdo solemne que planteé la aplicación de candados procedimentales que hagan más rígida su modificación, de modo tal, que una vez consumada la actual reforma constitucional, no volvamos a sucumbir ante las apetencias de los gobernantes de turno o de aquellos que hayan pasado al retiro.

Es ahí donde radica la verdadera esencia que deberá motivar la reforma. 

Es esa, la razón principal para proponer una modificación, cuyo resultado, deberá beneficiar única y exclusivamente al sistema democrático de la nación.

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