La oposición atrapada entre Odebrecht y Punta Catalina

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santiago de los Caballeros.

 

 

“Un hombre sabio toma sus propias decisiones, un hombre ignorante sigue la opinión pública”Proverbio chino

 

La riqueza que han logrado acumular desde posiciones públicas y civiles algunos funcionarios y empresarios dominicanos quienes se matrimonian con el Estado en algún momento de su vida política y comercial para hacer negocios, negocios que al final terminan defraudando y saqueando la hacienda pública.

Hoy, frente a una crisis que afecta la credibilidad de algunas instituciones del Estado, ciertos empresarios que sienten que el Gobierno no le complace en sus aspiraciones de control y poder toman la lucha callejera y escogen la firma constructora de obras viales Odebrecht y la Presidencia de la República como punta de lanza para hacer política de presión social con disfraces de colores.

Ciertamente el país ha venido transitando desde hace muchos años como el que camina ciego a través de un vasto lodazal de inmoralidades que enfadan, las cuales van desde sobornos, corrupción, enriquecimientos ilícitos y canalladas que podrían envolver a funcionarios públicos de todos los partidos políticos así como a empresarios poderosos que han actuado históricamente en una especie de confederación para lucrarse de los bienes del Estado dominicano y luego repartirse el botín.

Como al parecer el presidente Danilo Medina no ha querido entrar en una componenda de rapacería en la que estaría envuelto el patrimonio nacional, ahora le abren fuego.

Abrirle fuego al Gobierno sería poner al país al borde de una catástrofe política y social de  magnitudes cuyos efectos funestos no podrán ser valorados a corto o largo plazo. De una cosa debe estar segura esta generación de dominicanos y es que si la oposición bajo la bandera del Partido Revolucionario Moderno (PRM) se sale otra vez con la suya, el pueblo que goza hoy día de libertad en todo sentido jamás volverá a sentir ni disfrutar de la plenitud de este hermoso verbo.

El caso de la Odebrecht es lamentable, puesto a que ella es una buena empresa de prestigio internacional, constructora de obras públicas de calidad que equivocó su prestigio, se ha convertido en un caso altamente atractivo políticamente para las hienas, porque su actuación en el país podría ser convertida en un asunto de falta de moralidad pública, toda vez a que se dice que parte de su quehacer ha sido una estafa internacional con raíces supuestamente locales que afecta al Estado dominicano, en cuya usurpación se quiere involucrar, casi de forma excepcional y particular, al actual presidente de la República, Danilo Medina Sánchez, un gobernante que actúa frente al país con suficiente mesura y discreción indiscutible.

El cohecho en la República Dominicana se ha practicado en todos los gobiernos y hasta el momento no ha sido denunciado ni combatido. Esto no significa en modo alguno que no se combata este flagelo, pero se da el caso que circunstancias políticas especiales lo ha hecho susceptible al castigo. Pero el castigo, de manera excepcional, implicaría sacar del poder al Partido de la Liberación Nacional (PLD) y al presidente Danilo Medina.

Para tratar de lograr este objetivo político se han mezclado mansos y cimarrones en un país de líderes políticos que no dejan de ser más que musarañas.

Lo de la termoeléctrica Punta Catalina parece que se trata básicamente de intereses económicos privados nacionales hermanados entre sí con algunos generadores eléctricos, quienes han pretendido aprovechar un error involuntario del Gobierno al desviar el lugar donde se construiría la obra originalmente, cuya decisión ha causado una lucha que no debió suceder entre las partes que se disputan el derecho a un usufructo que podría ser solucionado por el Gobierno con una simple declaratoria de utilidad pública.

Si hoy el cargo de presidente de la República está en la picota pública se debe, principalmente, a que algunos líderes políticos de partidos de oposición han querido aprovechar la coyuntura que le ha ofrecido la Odebrecht, en la que al parecer ha habido conjetura de corrupción y de estafa por sobrevaluación de obras.

A estos hechos le han agregado intereses privados que se mueven alrededor de Punta Catalina para incidentar el debate político y, al mismo tiempo, esto daría lugar a una desestabilización política y social peligrosa.

Por eso creo y pienso que es necesario advertir al pueblo dominicano para que no se deje conducir mansamente a una guerra política y económica que no es suya ni la ha creado él mismo en la que el propio pueblo haría las veces de carnada o de ingenuo y luego que las partes en pugna se pongan de acuerdo sobre las cosas que los separa la población sería echada a los buitres para que la devoren.

Habría que preguntarse: ¿Qué ganan las personas que se dejan seducir por una marcha de colores y por consignas que suponen acabar con la corrupción y la impunidad en el país, sobre todo si algunos de los que la promueven han vivido históricamente bajo la sombra del envilecimiento y la complicidad más perversa?

LOS COLMILLOS DEL LEON

 

Los que están hipotéticamente detrás de un golpe de estado constitucional deben entender que si se produce un derrocamiento del presidente no traería al poder un gobernante inmaculado, decente y tolerante como Danilo Medina para que dirija los destinos de la nación. Ese hombre nuevo, de tanta supuesta pureza, viene disfrazado de mansa oveja, pero cuando el pueblo examine sus colmillos se dará cuenta que son los de un león conocido por sus viejas travesuras.

Peor aún, ninguno de los jóvenes de clase media baja que van a las marchas vestidos de verde, de amarillo, de rojo o de gris se sentará a la derecha del nuevo gobernante ni podrá tocar las paredes de mármol del Palacio Nacional ni acercase a las verjas de su casa privada. En este señalamiento se exceptúa la figura de Hipólito Mejía, que fue un gobernante asequible a las masas.

Por el prurito de la moralidad y la ética social hay que estar en contra de todo lo que huela a impunidad, a corrupción de Estado, a soborno, a tráfico de influencia y a estafa contra los bienes de la hacienda pública, pero cuidado con confundirse. Lo que no se debe hacer es ser parte de las maquinaciones diabólicas que buscan desestabilizar el país para darle paso a una oposición que no puede exhibir ni un gramo de moral ni de ética.

En este frágil y complicado tránsito político que vive el país, lleno de trampas y de grandes tramperos conocidos y otros por conocer, creo que sería un grave error oír a los encantadores de serpientes de una parte de la  sociedad civil, a algunos de los medios de comunicación que trabajan como asalariados de los buitres que buscan sentar su realeza sobre los más de 600 millones de dólares anuales que produciría Punta Catalina cuando esté terminada la termoeléctrica y de los que quieren ser presidentes de la República sin ir a elecciones.

Si el pueblo dominicano se equivocara y le facilita el camino al poder a cualquiera de los líderes del PRM o a sus socios políticos por idiotismo o por tirria contra el partido de gobierno y contra el presidente Medina, va a «llorar como mujer lo que no han podido defender como hombre», como aquella recriminación que le hiciera Aixa a su hijo Boabdil.

Conviene decir que por más que mis lectores piensen que el país podría cambiar con otro gobernante deben recordar que algunos de los que ahora insisten en gobernar el país fueron expulsados en una ocasión del templo por corruptos y mercaderes.

Este nuevo trabajo no pretende ser una defensa al honorable presidente Danilo Medina, quien se merece nuestra defensa desinteresada, sino una defensa a la República Dominicana, pues ella me trae a la memoria aquel comportamiento que aparece en el Evangelio en el cual Jesús defendió por primera vez la dignidad del templo de Dios.

escotto.escotto@gmail.com

JPM

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