La nueva democracia: Política y redes sociales
La evolución de la democracia ha abierto sus puertas de par en par a través de las redes sociales y la prensa digital, permitiendo que personas de todos los orígenes, sin importar su color de piel, raza, género, religión o ubicación geográfica, puedan expresar sus opiniones sobre debates y temas de interés público de manera libre y sin restricciones. Sin embargo, esta democratización de la opinión también ha dado lugar a la transformación de la conversación pública, a veces desprovista de sentido. Si bien esta apertura es un paso positivo, debemos tener en cuenta que estamos viviendo en una era de exceso, donde cualquiera puede expresarse bajo un pseudónimo en línea. Esta nueva forma de expresión ha dado lugar a lo que algunos llaman «democracia líquida» o «modernidad líquida».
La «modernidad líquida», acuñada por el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman, describe un mundo caracterizado por el constante cambio y la transitoriedad, influenciado por factores educativos, culturales y económicos. La modernidad líquida está en constante evolución, al igual que los líquidos que toman la forma de los recipientes que los contienen. En la sociedad actual, nos encontramos inmersos en esta dinámica de cambio constante.
En esta nueva democracia, el uso de pseudónimos y la posibilidad de que personas ficticias se presentan como reales a menudo distorsionan el mensaje original. Esto ha llevado a que la nueva democracia sea utilizada para difamar, insultar y propagar falsedades con el fin de imponer agendas políticas maquiavélicas y tergiversar la verdad. El riesgo de imbecilización de la población o de su transformación en una tela de araña que nos atrape a todas las personas en una dictadura encubierta.
Hoy en día, debemos hablar de una democracia líquida en lugar de una democracia representativa tradicional, ya que todo se moldea según el envase que quieren imponer. Sin embargo, esta tendencia plantea un peligro, ya que erosiona el respeto propio y la autoestima, y debilita el pensamiento independiente, dando lugar a una cultura que socava los valores fundamentales.
Los líderes políticos responsables deben evitar que las masas sean cautivas de pseudolíderes y que caigan presas de tácticas perjudiciales. Aunque se dice que en la política «todo vale», esto no debe llegar tan lejos como para fomentar una cultura de odio y destrucción de la verdad y las acciones virtuosas.
En esta nueva era, debemos defender valores como la ética, la justicia, los derechos humanos, la lucha contra la corrupción, la protección de los más vulnerables y la promoción de una economía basada en principios morales. Estos valores son fundamentales para las nuevas generaciones que deben navegar en la modernidad líquida en un mundo globalizado en constante cambio.
La democracia líquida, impulsada por las redes sociales y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), ha creado espacios de diálogo y reflexión social, mejorando el acceso a información política y la participación ciudadana en procesos electorales. Sin embargo, también plantea desafíos, ya que el poder político a menudo intenta controlar el mensaje, pero este puede ser influenciado por eventos con mayor interés mediático.
La percepción de la democracia varía entre los actores de las redes sociales, donde la mayoría busca la validación a través de los «Me Gusta», y aquellos responsables de mantener un sistema democrático legítimo dentro del marco de la ley. La influencia de los grandes actores en las redes sociales puede impactar en la toma de decisiones políticas, lo que nos lleva a cuestionar si estamos realmente viviendo en una democracia líquida o si estamos siendo guiados hacia una uniformidad de pensamiento que no necesariamente refleja nuestras preferencias.
En resumen, la nueva democracia, impulsada por las TIC, tiene el potencial de transformar la forma en que los gobiernos toman decisiones y cómo los ciudadanos participan en la vida política. Sin embargo, debemos utilizar el poder de las redes sociales para construir, no destruir. En un mundo diverso y en constante cambio, debemos recordar que somos individuos con la capacidad de pensar por nosotros mismos y defender valores esenciales que guíen nuestro camino hacia un futuro más justo y ético.
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