La ley de las 10 tareas y otros recuerdos de la dictadura

imagen
EL AUTOR es historiador y comunicador. Reside en Nueva York.

Comencemos por hacer un ejercicio mental para explorar con nostalgia pinceladas del pasado y sobre la cotidianidad de la sociedad dominicana durante la década de los cincuenta. 
 
En los días de gloria de la dictadura, el país había experimentado señales de progreso urbano y en la capital fuera de las antiguas murallas las clases privilegiadas comenzaron a edificar lujosas residencias en urbanizaciones con calles asfaltadas, aceras y contenes, alumbrado eléctrico, provisión de agua por tuberías. Se construyeron fábricas, puentes y edificios; para 1955 el país estaba dividido en una población urbana y otra rural. En 1960 los habitantes de la capital eran más o menos 300 mil almas
 
Para la época la mayoría de los dominicanos vivían en áreas rurales. Esa circunstancia no fue casual: el dictador usó su influencia unipartidista para que el Congreso aprobara una regulación que establecía control migratorio en lo interno para los que vivían en zonas agrícolas e intentaban abandonar el campo mudarse a la capital o ciudades.
 
Así surgió una ley que fue conocida como «la ley de las diez tareas» que muchos desconocen y otros recuerdan porque fueron víctimas de su aplicación.
 
Era una limitación a la libertad de movimiento dentro del país y toda persona cuya cédula estuviera marcada con la clasificación de agricultor o con dirección en una zona rural, si llegaba con intención de quedarse en la capital o una ciudad de avance industrial como San Cristóbal, al ser detectado por las autoridades era devuelto a su lugar de origen. 
 
Con la aplicación de la ley de las diez tareas, los campesinos eran devueltos al campo y les asignaban diez tareas de tierra para que trabajaran. Demás está decir que los terrenos asignados eran poco productivos, porque las zonas dotadas de fertilidad, pertenecían a poderosos hacendados.
 

De niño tuve la experiencia migratoria de mi propia familia. En 1955 viajamos desde el Sur a residir en San Cristóbal, que entonces era una ciudad de progreso industrial y urbano; pudimos permanecer allí porque mi padre se había enganchado a la guardia, con ello fuimos exonerados y no hubo devolución a Jimaní que era el pueblo de origen. 

Paco Escribano en su emisora.
 
Se planteaba una ironía en dicha ley, porque mientras a un gran segmento de la población se le impedía emigrar, el dictador Trujillo importaba extranjeros españoles, judíos, húngaros y japoneses, argumentando asentamientos agrícolas, excepto el caso de los húngaros que eran técnicos para la producción de armas.
 
Las migraciones extranjeras eran financiadas por el gobierno y recibían privilegios económicos, mientras Trujillo, su familia y sus colaboradores disfrutaban de la vida «glamorosa», cuando la mayoría de la población sobrevivía de manera forzosa en el día a día por los campos de la República.
 
EL SIM
 
La aplicación de la ley era severa antes de 1961. El Servicio de Inteligencia Militar (SIM)  hacia estragos. La muerte, desaparición o encarcelamiento por motivos ideológicos era cosa de todos los días. Había que cumplir la ley de la dictadura o se pagaba el precio por la osadía de ignorarla; quien no se detuviera al momento de sonar las notas del himno nacional o al momento de subir o bajar la bandera iba a parar a la cárcel y recibía una multa.
 
A veces por un pleito o discusión de marido y mujer o disputas entre vecinos, implicaba una multa de 5 pesos con 75 centavos; los empleados públicos trabajaban horarios de ocho de la mañana a una de la tarde y era costumbre dormir siestas al medio día.
 
En el sector privado las obligaciones laborales eran diferentes. Se cumplían turnos de ocho a doce y de dos a cinco de la tarde; al medio día la sociedad entraba en un receso con el sonido de la sirena de los bomberos. El toque del reloj público o la campana de la iglesia, lo cual marcaba la pausa para el almuerzo y era aprovechada por la mayoría para ir a sus casas, comer y dormir un poco, regresaban a sus puestos de dos hasta a cinco.
 
Lo curioso ocurría durante el receso del medio día con un fenómeno digno de recordar. Las calles quedaban desiertas, negocios, bancos, tiendas, oficinas privadas y almacenes cerraban sus puertas. Las ciudades entraban en absoluta calma, se respiraba otro aire, los vehículos en gran medida dejaban de circular.
 
A decir verdad, al medio día la tranquilidad era casi total, se rompía la rutina cotidiana y se convertían en dos horas de recogimiento para muchos.
 
Manuel Antonio Rodríguez (Rodriguito).

Sin embargo, en esas dos horas se producía un fenómeno que llamaba la atención; mientras la capital y las grandes ciudades adormecían y muchos disfrutaban la siesta, las emisoras de radio hacían grandes esfuerzos por captar las audiencias de esas dos horas; la una de la tarde era la hora más intensa porque pasaba a ser una especie de locura entre los que intentaban captar al mismo tiempo la trasmisión de varios programas muy populares y que coincidían en su horario.

 
Esos programas eran verdaderos «toques de queda», como el caso de la hora de Paco Escribano, la de mayor audiencia, pero a pesar de su gran popularidad, la gente no cesaba de sintonizar el dial de su radio de una estación a otra, tratando de captarlo todo. Oír las emisoras era un ritual que ponía la gente en una saga buscando uno y otro programa.
En otra frecuencia y a la misma hora la emisora La Voz Dominicana trasmitía «El Informador Policíaco», que era un compendio de noticias, recogidas en diferentes lugares del país y narradas magistralmente por el locutor Manuel Antonio Rodríguez, conocido como «Rodriguito». Esa trasmisión incluía en la parte final la dramatización de un pleito casi siempre violento, que a pesar del trágico desenlace, dejaba los oyentes muertos de la risa.
 
Pero había más: la emisora La Voz del Trópico, Radio HIN, Onda Musical, Radio Cristal intentaban competir con los espacios de Paco Escribano y Rodriguito con trasmisiones como La Tremenda Corte. en la que actuaba el comediante cubano Tres Patines, o la famosa novela radial «Rafles, el ladrón de las manos de seda», cuya aparición se convirtió en el delirio de hombres, mujeres, jóvenes y viejos. Esa novela fue motivo de parodias para burlarse de políticos de mediano rango de esa época.
 
Concluimos diciendo que, a finales de la década de los cincuenta, al medio día, la capital y las ciudades importantes quedaban atrapadas por una guerra radial, en la que cada programa se disputaba la audiencia del medio día a 2 de la tarde. Sin dudas, Don Paco Escribano y Rodriguito se alzaban con las las mayores audiencias, con Paco con su humor inigualable y el informador policíaco con el cuadro de comedias que montaba El Suceso de Hoy».
Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
8 Comments
Nuevos
Viejos Mas votados
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios
Dominicana para los dominicano
Dominicana para los dominicano
6 Años hace

La «dictadura»? Aghhh, que buenos tiempos!!!

Rose July
Rose July
6 Años hace

En mi casa compraron una televisión con el marco en madera, recuerdo que a veces se le ponían unas rayitas y mi hermano le daba golpecitos como si fuera un bebe para sacarle los gases. Estaba en una caja con llave y alta «para que los muchachos no le pusieran las manos» . La prendían para ver las noticias.

Carlos McCoy
Carlos McCoy
6 Años hace

Totalmente cierto lo de trasladarse sin permiso de un lugar a otro en tiempos de la dictadura. Nosotros cuando muchachos íbamos con un vecino que tenía un camioncito, desde ciudad Trujillo a Villa Mella, un campo en ese tiempo y Don Alejo, así le decían al vecino, tenía que detenerse en lo que hoy es el polvorín y decir su nombre y el lugar hacia donde se dirigía y que tiempo iba a estar por allá. Pero, como decía Rodriguito “La vida no se detiene. Prosigue su agitado curso”

Skeptic
Skeptic
6 Años hace

No todos tenían radios para escuchar a Rodriguito y Tres Patines,mucho menos televisión,los que no tenían,visitaban a quienes los poseían.Recuerdo bien una señora de mi pueblo,que exigía que cada quien llegavara en que sentarse,para que no le rompan sus muebles!!!???

Narval López
Narval López
6 Años hace

No hubo una Ley de las Diez Tareas. Yo trabaje en el Archivo Central de la UASD y tuve que investigar ese subtema para mi tesis de grado. El Director de entonces del Archivo Central fue quien me oriento al respecto. Lo que si existio y existe e la Ley de la Vagancia, que contenia esa disposicion para determinar si el ciudadano rural era hombre de trabajo o si era un vago. Gracias.-

aalinareyes
aalinareyes
6 Años hace

Aunque era bastante pequena, recuerdo una disposicion de El Jefe: esto sucedio en un pueblo pequeno donde viviamos: Un dia llego un camion lleno de cepas de platano: todo el mundo debia sembrar una mata de platano en el patio de su casa. Este camion anduvo todo el pueblo y cada hogar tuvo que sembrar su mata de platano. Disposiciones asi, hay que aplaudirlas. En el caso de los campesinos, creo que la disposicion estaba bien, pues hoy, esos cinturones de miseria corresponden a los campesinos que se fueron a la ciudad.

juan sanchez
juan sanchez
Responder a  aalinareyes
6 Años hace

Alina Reyes, usted como que me parece ser una Dana de muy buen sentido comun. Me encanta leer sus comentarios en Este bochinche.

juan sanchez
juan sanchez
Responder a  juan sanchez
6 Años hace

En cuanto Al Sr Nova es refrescante que con tanta malas noticias que genera nuestra amada quisqueya, es muy placido viajar aquellos tiempos a travez de memorias narrada con tan Bella lucidez. Salutaciones desde Toronto, Canada.