La legitimidad del poder

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EL AUTOR es estudiante universitario. Reside en España.

Por JULIO ALBERTO MARTINEZ

Leyendo a algunos analistas políticos dominicanos tengo la impresión de que por inconsciencia o ignorancia han renunciado al análisis estrictamente científico de los acontecimientos. Es la única forma de  comprender que hayan optado por escribir artículos de coyuntura cargados de prejuicios y frustraciones que, en vez de contribuir a la claridad del pensamiento solo alimentan el morbo y las bajas pasiones.

Tienen más de una década con sus cañones enfilados hacia el PLD; al que acusan de instaurar una dictadura, monopolizar todos los estamentos del Estado, desmembrar los partidos de oposición, comprar a los medios de comunicación, al sector empresarial y hasta a Jesús y los doce discípulos.

Su idea de la democracia no se limita a la teoría clásica que la concibe como un sistema institucional de toma de decisiones que procura el bien común. Tampoco sustentan la concepción Weberiana que la describe como un método de selección de gobernantes. No hablan de democracia política, social, mucho menos económica. Al parecer en nuestro país no existe el sufragio universal y elecciones abiertas y competitivas cada 4 años.

Confunden de manera deliberada la hegemonía de un partido político que ha ganado cinco procesos electorales de manera consecutiva y cómodamente se avecina a un sexto, con un absurdo régimen “totalitario” cuando la principal característica de éste es la ausencia de pluralismo.

Quienes por su carencia de inteligencia en la producción, articulación y difusión de un mensaje atractivo en los medios de socialización política, que genere ilusión en el electorado, se han encargado de reproducir como papagayos esos panfletos, evidencian un desconocimiento de los cambios que se han operado en nuestra democracia. Por eso cada día ven más frustradas sus expectativas de conquistar el poder.

Una muestra de la madurez de nuestra democracia es la firmeza y autonomía con la que se desenvuelven algunas instituciones como la Junta Central Electoral que está forzando a la mayoría de los partidos a que cumplan con el artículo 81 de la Constitución relativo a la redistribución de los escaños en el Congreso.

Ante la negativa de éstos por puro cálculo electoral tajantemente Roberto Rosario ha dicho: “La época en el que el organismo por presión de los partidos no cumplía con la ley es parte del pasado, nosotros no estamos para violar la Constitución”.

Quienes conciben la política como la ciencia para la conquista del poder saben que el objetivo de un partido de oposición es ser elegido, pero el de quien lo ostenta es mantenerse. Así como los empresarios intervienen en el mercado para obtener el máximo beneficio económico, la naturaleza de los partidos atrápalotodo o “Catch all party” es la participación en el mercado electoral para maximizar su cuota de poder, como plantea Anthony Downs en la teoría económica de la democracia.

Los analistas a los que hago referencia deben entender que la legitimidad de origen se conquista en las urnas, con el apoyo de la mayoría del electorado y la de ejercicio dando respuesta a las necesidades de la gente.

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