La importancia de los partidos políticos y el déficit de democracia
Se podrá decir u opinar lo que se nos ocurra de los partidos políticos –incluso quien escribe, a pesar de ser un militante de uno ellos, ha sido un crítico coherente e irreverente de algunas prácticas e inobservancias de sus líderes-cúpulas y la clase política-, pero hay que estar claro, aquí como en la China, que los partidos políticos son pilares fundamentales en cualquier régimen democrático donde prime un mínimo de estado de derecho, de libertades públicas, de libre juego de las ideas y del derecho universal –de cada ciudadano o grupo de ellos- a organizarse y expresarse libremente.
Otra cosa es asumir postura crítica –y de autocrítica, por cierto, de muy escasa tradición en nuestra clase política- con apego a preservarlos y exigirles mayores estándares de institucionalidad democrática y una mejor conexión con las aspiraciones y las expectativas que la ciudadanía espera de la clase política, la propia actividad política y, sobre todo, del ejercicio del poder.
Cierto que el descrédito de la clase política es universal, pues los fenómenos Donald Trump, y en cierta forma,Emmanuel Macron, no dejan de ser dos ejemplos palpable de cómo la clase política o, los políticos-lideres profesionales o de oficio han ido perdiendo crédito y valoración ciudadana frente a nuevos actores políticos no tradicionales que han llegado al poder, más que por méritos y cualidades, por ese desfase-crisis universal de los paradigmas políticos-ideológicos, las insatisfacciones ciudadanas frente a políticos despojados de ética y de cumplimiento programático.