La exposición de pinturas
Tomás Ramos, con el pincel en su mano derecha, estaba tratando de pintar, pero no podía, no controlaba el pulso, los dedos estaban un poco rígidos. Recordó que estaba nervioso, y que, bajo esas circunstancias, hacia cosas inconscientemente, todo sin tener noción de lo que estaba haciendo; porque bien podía tropezarse con las paredes y puertas, o en este caso, perder el control de sus manos.
Sonó el timbre, le pareció un sonido asqueroso. Al principio lo ignoró, sumido en sus pensamientos, pero sonó de nuevo. Se levantó de un sofá donde se había recostado momentos antes, y volvió y sonó. Le invadió la furia que le sobreviene cuando está concentrado mezclando colores y viene un necio y pregunta ¿Quiere oscurecer más el color?, con esa cara que solo los necios tienen.
Al ver la flaca anatomía de Milito Sosa junto a la puerta, le cambió el humor, de repente se tornó alegre.
–No te esperaba, ¿lo tienes todo listo?
-¿Todo listo? ¿Y es fácil? Preparar una exposición no es “soplar y hacer botellas”.
-El restaurante donde quieres hacer la exposición es perfecto, tiene las paredes pálidas, sin diseños, -continua entusiasmado- ¡tiene rieles de luces!, es amplio, lograremos obtener un excelente flujo visual.
-Entonces, -habla Tomás Ramos- debo hablar con Pedro, el dueño, que es muy amigo mío, no habrá problemas.
-Cambié la fecha de la inauguración, dice Milito Sosa, pues ese día se presenta Andrea Boccelli en el Teatro Nacional, algunos de los invitados no se lo perderán, el sábado siguiente estará bien; autoricé la impresión de las invitaciones con la imagen del paisaje que me indicaste, están de primera.
Los cuadros no están enmarcados -dice Tomás Ramos.
-Mañana los mando a buscar.
Milito Sosa se despide y se marcha, mientras Tomás Ramos se acomoda de nuevo en el sofá en que se encontraba cuando el timbre de la puerta interrumpió sus meditaciones. Recuerda con nostalgia sus estudios de pintura en Bellas Artes siendo un adolescente, su estadía en Nueva York donde su familia emigró, ahí continuó su educación en la pintura además de estudiar publicidad, logrando un buen empleo como dibujante al principio, pues tenía que pagar sus estudios y ayudar a la familia, y posteriormente como creativo; su regreso a Santo Domingo como publicista y su integración a una compañía publicitaria, con la que había hecho contacto desde Nueva York.
Desde su primer día de trabajo, se integró a todas las campañas publicitarias, aportando siempre con su imaginación y dibujo. Fue tal su ascenso que en muy poco tiempo era socio de la publicitaria, minoritario en un principio, pero rápidamente se convirtió en un socio importante; era el alma misma de todas las campañas.
La pintura, su gran vocación se quedó atrás, quería, soñaba con ser pintor, pero no se atrevía, seducido por la seguridad que le daba el trabajo publicitario, seguía pintando de a poco, no era prioridad. En este devenir del tiempo pasaron más de veinte años, pintando poco, vendiendo sus cuadros a los amigos a precio de “black friday”. Un día, hace unos cinco años decidió no vender, y pintar más, no sabía por qué, pero nunca tuvo un deseo más imperativo, la vocación por la pintura prisionera por tanto tiempo, comenzó a brotar, ya nada la detendría. Un sábado en la mañana hace unos meses, entró a su taller y se percató por primera vez, que estaba repleto de cuadros, amontonados junto a las paredes. El lunes renunció.
Sabía que por su talento y dedicación, principalmente en los últimos anos, su pintura había mejorado notablemente, la lectura del lenguaje pictórico permitía comprender la expresividad que posee su pintura, con un trazo abierto como su imaginación, con el manejo del claroscuro da una perspectiva que se abre como una ventana a un espacio imaginario, usando los colores cálidos y fríos para acercar y alejar al espectador que contempla sus paisajes.
Hacía seis meses que se sentía pintor, era feliz, seguía la pendiente de su inclinación, de su necesidad, siendo lo que en verdad es; y ya se encontraba muy cerca de su primera exposición.
Desde el sofá donde se encontraba sentado, su cuerpo se había deslizado poco a poco y estaba casi horizontal, se encontró con su vista el cuadro que estaba pintando, veía reflejada su personalidad, como en toda su obra, su forma de ver y expresar su entorno, su sentimiento, sus preocupaciones…en realidad, reflejaba su alma; y se dijo: “lo termino después de la exposición, ahora no puedo, estoy muy estresado”.
Pasaron los días, uno, dos, no se sabe cuantos, pero muy lentamente, aburridos, hasta que al fin llega Milito Sosa ¡y viene con los cuadros enmarcados!
-Aquí no hay espacio, no voy a poder moverme.
-El restaurante no los recibe hasta el día antes de la exposición, además falta poco y tú no estás pintando, ¿Dónde mejor para cuidarlos?
-Bien, acomodémoslos con cuidado.
Al estar enmarcados ocupaban más espacio, hubo que poner cuadros hasta en el baño. Luego entraron en detalles sobre la exposición.
-Los paisajes de Tomás Ramos, es el título de la exposición, ahora me gusta, antes no me gustaba, comenta Milito Sosa, como todos son paisajes no tuvimos problemas con la temática; están midiendo las paredes para poner los cuadros a la misma altura, deben tener la misma distancia sin apretujarse, dejándolos respirar.
Hace una pausa y agrega –ahorita voy a supervisarlos.
-Ah, tenemos que dar un porcentaje de la venta “a las hermanitas descalzas”.
-¿Siempre se hace una donación?
-En las que yo organizo, lo hago, no por buenazo, sino porque ayuda en la promoción y venta, además me siento bien.
-Tus pinturas son fabulosas, pero eres un desconocido, muchos están escépticos, no obstante la asistencia está garantizada, los “marchands d’art” irán, les di invitaciones para su clientela, les ofrecí buena comisión, además dicen que la van a pasar bien, a comer y beber de primera, pues eso les dije.
-Claro la bebida es a la carta y el bufet el mejor del restaurante, me va a costar un cojón, pero como no soy atractivo, ¡que vayan a comer y a beber! ¡pero que vayan y vean!
-Hoy es el día, dice Tomás Ramos, todo se ve en orden, esperemos que vengan los invitados, mi vida depende mucho de esta noche, renuncié a todo por la pintura.
-Vendrán y les gustará, las pinturas son excelentes, apuesto a ti.
Entonces le grita a un camarero:
-El volumen de la música está muy alto, aquí no vamos a bailar, apenas debe oírse, casi imperceptible.
Llegan los invitados con sus invitados. La velada transcurre entre comida, tragos y cuadros, estos últimos teniendo un protagonismo mayor del esperado reservando para la posterior compra algunos o más bien muchos de los lienzos, y un interés generalizado de conversar con el artista.
Se clausura le exposición con un impresionante éxito de buenas críticas y muy elogiosos comentarios para los cuadros presentados.
Éxito rotundo.
¡Y pensar que todo eso había sucedido tan rápidamente, con tanta ingenuidad de su parte!
Pasada una semana de la exposición Tomás Ramos se encuentra en su sofá pensativo, ido, como el que no está, lucía demacrado, parecía como si le hubieran llovido muchos años encima.
Entonces llega Milito Sosa agitado, al verlo le dice:
-¿Qué te pasa? Estas fatal, pareces “el minuto antes del suicida”, con lo que diré se te pasará.
-He cobrado casi todos los cuadros separados, la señora Gil, ¿te acuerdas?, quiere encargar un cuadro grande para su casa y me pidió una cita para hablar contigo.
-Se la otorgué inmediatamente para mañana; toda la crítica es fabulosa, muchas personas me preguntan por tu obra, solo se habla de ti.
-¿No vas a decir nada?
Tomás Ramos hizo un largo silencio. Milito Sosa imaginó que estaba tratando de recomponerse para reaccionar con alegría, entonces lo miró y le dijo:
-Cancela la cita con esa señora.
-Imposible, ¿estás loco?
-Estuve en el medico, me diagnosticaron mal de Parkinson, mis manos me tiemblan, tengo rigidez en mis articulaciones, no puedo ni terminar el cuadro que está en el caballete.