La estafa del siglo
GILBERT TOBAL
«La pelea del siglo», dijeron. El mundo se detuvo para ver una pelea con expectativas más altas que aquel juego 7 de los Red Sox contra los Yankees en el Yankee Stadium, o aquella final entre Utah Jazz contra los Chicago Bulls o la final de un mundial de fútbol.
Incluso para los que que estaban a punto de ver su primera pelea, el ambiente indicaba que estábamos ante un momento «histórico». Algunos contuvieron la respiración, otros aplaudieron, todos con miedo de perderse parte de la «historia» en la fracción de segundo que se tarda en parpadear.
Así de buenos eran estos dos boxeadores. «Revitalizará el boxeo», insistieron. Los púgiles chocaron guantes. La multitud rugió con la campana de apertura.
La campana final sonó con dos boxeadores intactos, sin ningún rasguño. Convirtieron el boxeo en escapismo; un deporte de contacto en un deporte de daño mínimo; el boxeo profesional en una mentira.
Ahora nos cuentan que Pacquiao lleva un mes con un hombro lesionado, que necesitaba cirugía y que quiere una revancha. Un boxeador «profesional» accedió a pelear contra uno de los «más grandes de todos los tiempos» con un hombro lesionado.
¿Decisión deportiva? poco probable, porque cuando cobras 100 millones de dólares sólo por subir al cuadrilátero, ganes o pierdas, la decisión parece fácil. Incluso si eso significa decepcionar a Juan, que pagó buen dinero de su bolsillo sólo para poder ver la pelea en su casa, a alguna celebridad de Hollywood que pagó más de lo que la mayoría de nosotros ganaremos en años por un asiento de primera fila o incluso a un dominicano cualquiera que se descargó la pelea la mañana siguiente.
La pelea del siglo fue una mentira, una estafa.
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