La esperanza ¿con qué se come eso…?
La vida se torna increíblemente vacía cuando se vive sin esperanza. Está claro que cada persona se forja sus caminos en base a una espera, es decir, todos los planes que se hacen las personas son con el objetivo de lograr algo, a ese algo es lo que le llaman metas, y por lo general, esas metas se convierten en la esperanza de esas personas.
Pero esa esperanza, al ser vacua, pasajera, limitada, e ilusoria, no satisface a las personas al ser alcanzada, se desvanece como se evapora el rocío del amanecer al avanzar el día, dejando a las personas vacías.
Por eso inicié diciendo que “la vida se torna…vacía cuando se vive sin esperanza”, en singular, no en plural, porque se puede llevar una vida vacía aun viviendo con esperanzas.
Esas esperanzas se refieren a las cotidianas, que llevan a realidades no trascendentes, que son inherentes al quehacer diario de cada persona. Por ejemplo, una persona puede plantearse por meta alcanzar un grado académico superior al alcanzado al terminar los estudios que le acreditan como Licenciando o Ingeniero en una determinada materia.
Decide hacer una maestría, su meta es terminar en dos años, su esperanza es ser master en esa disciplina al término de esos dos años y tener mejores oportunidades de desarrollo personal. Y como esa tendrá muchas otras metas en la vida, que a la postre conforman sus esperanzas, las cuales una a una se van desvaneciendo, una vez alcanzadas, o no alcanzadas, simplemente desestimadas.
Esas esperanzas entretienen, ocupan tu mente y tu tiempo, pero no ocupan el vacío existencial que tienes dentro. Muchas veces consecuencia de ese vacío existencial se puede caer en la depresión ante cualquier dificultad o pérdida que provoque dolor emocional y tristeza, al comprobar que nada de aquello que la persona creía que la haría feliz, le hace feliz, sino que le da alegría efímera y pasajera.
La verdadera esperanza es algo diferente, es algo que te da la fuerza para seguir a pesar de las dificultades, las pérdidas o los dolores emocionales, por fuertes que estos sean, es la esperanza que está dentro de ti, pero que viene de fuera, y no solo de fuera, sino, incluso, una esperanza cuya realización trasciende este mundo, y que deja de ser esperanza para convertirse en realidad eterna, plenitud de vida y felicidad infinita.
Pero la esperanza del mundo no es así, el mundo es especialista ofreciendo, pero cumpliendo es un fracaso. Te ofrece felicidad, terminas en depresión, te ofrece larga vida, terminas en muerte definitiva, te ofrece buena compañía, terminas solo, te ofrece abundancia de bienes, terminas sin nada, te da esperanza falsa que lleva a resultados ilusorios.
Por eso es bueno estudiar el mundo y comprenderlo, porque en él tienes para escoger. Lo que no es bueno es dejarte ilusionar y engañar por sus luces, porque son luces temporales que alumbran el camino que lleva a la oscuridad eterna.
En Génesis 1:1-25 se puede ver que Dios creó al mundo y vio que era bueno. Todo lo creado por Dios es bueno y perfecto. También creó al ser humano a su imagen y semejanza y con libertad para elegir.
El ser humano eligió el camino que lleva al desequilibrio y a la muerte, Dios le ofrece el camino que lleva al amor y a la vida. Pero ¿por qué hacer una elección cuyo resultado a la postre es catastrófico? Se supone que nadie en su sano juicio haría tal cosa.
Pensar que los seres humanos actúan dentro del marco de un “sano juicio”, ahí es dónde está el error, ¿qué de sano tiene la idea de vivir exclusivamente para acumular dinero y bienes materiales, y satisfacer necesidades que son inherentes únicamente al cuerpo?
Porque a partir de la idea equivocada de que se puede vivir y alcanzar la plenitud sin estar conectado con Dios que es origen de todo lo creado, el ser humano se ha erigido en dios y piensa que todo lo puede, basando sus esperanzas y expectativas solo en sí mismo, asumiendo este mundo y lo que él ofrece como la única opción.
Lógicamente, con esa filosofía de vida y una organización social que la estimula, el egoísmo y la soberbia reinan en el corazón humano, por eso toda esperanza va en la dirección de satisfacer deseos que el ser humano piensa que una vez satisfechos, le harán pleno y feliz.
Pero al ser esas esperanzas motivadas por realidades ilusorias, cuando esas realidades se alcanzan, producen una alegría que puede ser grande, pero así como es grande, también es efímera, entonces se siente el vacío que deja esa alegría cuando se va.
Es un vacío existencial permanente, que oculto y en silencio, empuja al ser humano a buscar con qué llenarlo. Cuando el ser humano busca llenarlo con lo que le ofrece el mundo, entonces se da cuenta que su esperanza era realizable pero insuficiente para llenar su vacío interior.
El mundo te ofrece mucho, te llena de ilusiones que se desvanecen y te hacen sentir frustrado permanentemente. Te invita a forjar esperanzas para alcanzar una felicidad irreal, finita, porque el mundo es finito y no te puede ofrecer algo diferente. Solo Dios te ofrece una esperanza cuya realización te lleva a llenar ese vacío.
Como dijo el Padre Ignacio Larrañaga:
“Somos criaturas hechas por Dios a su imagen, semejanza y medida. Todo eso se llama sed de Dios. Por eso mismo buscadores instintivos del Eterno. Pozos infinitos, que infinitos finitos nunca lo llenarán solo un Infinito puede llenar un pozo infinito.”
Esto quiere decir que esperanzas finitas (de este mundo), una vez realizadas, no pueden llenar un vacío infinito (que no es de este mundo), pues un vacío infinito solo puede ser llenado por un ser infinito: Dios.
La esperanza del ser humano es y tiene que ser el encuentro definitivo con Dios, la vida eterna en la presencia del Padre, el cual se encarnó como uno de nosotros en la persona de nuestro Señor Jesucristo para ser el camino, la verdad y la vida que lleva a esa realización.