La dramaturgia de Tennessee Williams
Fue en una de esas ocasiones que siendo aún muy joven en Nueva York me detuve al ver que en uno de los teatros de Broadway, casi esquina calle 42, se estaba presentando la obra teatral titulada Un tranvía llamado deseo, del escritor y dramaturgo estadounidense Tennessee Williams, con la cual obtuvo en 1948 el premio Pulitzer a la excelencia literaria. Esta y otras premiaciones fueron creadas por Joseph Pulitzer con el fin de estimular la excelencia. Fascinado por el inmenso valor de la narrativa, cuya obra de Williams ya había leído en la biblioteca de la Quinta Avenida de Nueva York, entré entusiasmado al teatro a ver la obra. En la época, sería unos meses finales de 1962, la comunidad dominicana en Nueva York era particularmente exigua, casi imperceptible para las estadísticas. Este escritor y genio de la novelística logra con gran facilidad con esta obra clásica maravillar no solamente a la sociedad norteamericana: el mundo amante de la historia y la literatura quedó subyugado felizmente por su talento al crear un argumento tan estupendo en el momento en que la historia mas leída en Norteamérica era la guerra de Secesión, el conflicto de la historia de los Estados Unidos entre los estados del Norte y los estados confederados del Sur. Y en la obra Un tranvía llamado deseo Tennesse Williams trae estupendamente al seno de la sociedad norteamericana, ya liberada del conflicto Norte-Sur, otra clase de confrontación, esta vez entre una excéntrica mujer blanca, proletaria, alcohólica y con pretensiones de educada, con prejuicios raciales, llamada Blanche DuBois, personificada por la actriz Jessica Tandy, y un joven inmigrante polaco, Stanley Kowalskic, cuyo papel lo encarnó extraordinariamente Marlon Brando. La obra fue dirigida por Elia Kazan y fue estrenada por primera vez en Broadway el 3 de diciembre de 1947. Debo decir que la obra cuando fue rodada nuevamente en 1951 ganó varios premios, entre ellos un Oscar en la categoría de Mejor Actriz, por la actuación de Vivian Leigh en el rol de Blanche DuBois. El genio escritural de Williams no se puso de manifiesto únicamente con la obra Un tranvía llamado deseo, que como buen sureño vuelve a impactar al público estadounidense con otra de sus obras clásicas: El zoo de cristal, una especie de autobiografía. Obtuvo el premio del Círculo de Críticos Teatrales de Nueva York. En esta nueva creación Tennesse Williams narra el conflicto existente entre dos mundos: el de la utopía, que era la proyección humana de un mundo que se presenta como alternativo o el de una sociedad ideal situada en una abstracción de tiempo o de espacio y la realidad que tiene que vivir una familia del sur de los Estados Unidos en 1930 comandada por los deseos de la madre, la actriz Laurette Taylor en el rol de Amanda Wingfiel. Se estrenó en 1945, en Broadway, y luego fue llevada al cine en 1950 por Irving Harper, con Gertrude Lawrence, Jane Wyman y Kir Douglas. Esta otra obra estupenda de Williams relata el drama de la experiencia que han vivido muchas familias, sobretodo de familias conocidas por algunos de mis lectores, en el que una madre, Amanda Wingfiel, abandonada por su esposo y con el problema de una hija con problemas físicos, se ve forzada a tomar el control de su familia compuesta por su hija Laura Wingfiel y su hijo Tom Wingfiel, este último un fracasado escritor y el deseo de la madre de que el amigo de Tom, Jim O’Connor, se enamore de su hija Laura. Esta madre, ante su fracaso, se crea una ilusión de un mundo que no existe en ningún lugar, mas allá de los sueños de quienes lo imaginan, y en esta obra el autor nos invita a una reflexión que, en definitiva, respondería a una necesidad completamente humana de desear mundos mejores, más justos y más felices. Tennesse Williams vuelve gratamente a sorprendernos con otra gran obra cargada de dramatismo y de conflictos de matrimonio, pero no menos fascinante, titulada La gata sobre el tejado de zinc (1958), que luego fue adaptada al cine. En la obra teatral, Paul Newman hace el rol de Brick, un joven con graves problemas de alcoholismo, y Maggie, la esposa, que lucha por tener hijo con su esposo y éste se niega. Aparece en la escena un hermano, Gooper, que se aprovecha de Brick y utiliza la enfermedad del padre de ambos para su beneficio personal. En esta nueva obra, Williams vuelve a hacer un retrato crítico de un trance familiar que puede darse en cualquier hogar. Con este libro, que luego fue llevado al la pantalla grande, su autor mezcla ejemplarmente el amor y la simulación, una experiencia muy frecuente no sólo en la sociedad norteamericana, en cualquier sociedad aparece este enfrentamiento entre familia. La grandeza literaria y la capacidad imaginativa de Tennesse Williams rebasan cualquier idea que se pueda tener sobre la creatividad, en la cual se combina la genialidad de este escritor estadounidense. Es así que escribe otra excelente novela:Confidencias de mujer, la que terminó convirtiéndose en una gran película con la cual su autor reanuda sus trabajos de tratar en sus relatos temáticos mensajes que no sólo impactan la sociedad sino que la enriquecen. Y ni qué hablar de su otra novela, también llevada al cine, protagonizada por Katherine Hepburn, Elizabeth Taylor y Montgomery Clift y dirigida por Joseph L. Mankiewics, que llevó como título De repente el ultimo verano (1937). Esta novela de Tennesse Williams tiene como primicia el caso de una joven de Nueva Orleáns con graves problemas de salud y una tía, Violet Venable, rica que ha perdido su hijo. Otra escena de familia bañada por la desgracia en la cual el escritor conmueve y hace que la sociedad se identifique con la tragedia. Otra novela colosal de Williams que impactó y que encantó a la prensa fue La noche de la iguana, convertida en una obra de teatro en 1963 y protagonizada por Richard Burton, Deborah Kerr y Ava Gardner. La novela trata de un sacerdote anglicano, retirado y alcohólico, que sufre una crisis emocional mientras oficiaba una ceremonia eclesiástica. Hablando sobre “dramaturgos y dramaturgias”, el periodista Pablo Moretti escribe sobre Tennesse Williams: “Un elocuente símbolo poético del teatro. Su obra se destaca por la elevada tensión dramática, los brillantes diálogos, la exploración en las pasiones y los personajes victimizados por la brutal sociedad”. Las novelas a que nos tiene acostumbrados Tennesse Williams casi siempre remontan en algún lugar de su Sur de niño y de su Sur de grandes conflictos y contradicciones sociales. 27 vagones de algodón (1946) es uno de estas clases de relatos cortos llenos de pugnas entre familias y vecinos que tienen como decorado, en esta ocasión, la posesión, explotación y usufructo del algodón alrededor de la desembocadura o delta del río Missisippi. Recordemos que Williams nace en Columbus, Missisippi (yo he estado en Columbus y he tenido la suerte de haber navegado las aguas del Missisippi). En esta comedia se pone al descubierto la lucha que viven los pequeños propietarios de algodón, que se ven obligados a vender sus tierras a las grandes empresas latifundistas, que aprovechándose de la caída del mercado de valores de 1929, también conocida como la Gran depresión, estafaban a los pequeños dueños comprándoles sus tierras a precios irrisorios, ocasionando en la zona grandes masas de antiguos propietarios desempleados y trayendo miserias y desavenencias en las familias. Tennesse Williams es considerado uno de los más celebrados escritores estadounidense que hizo de la dramaturgia una ocupación lucrativa para el teatro de Broadway, Nueva York. Para realzar lo dicho sólo habría que ver lo que produjo la obra de teatro Dulce pájaro de juventud, estrenada en 1959. La obra trata de un joven empleado que en un intento inútil trata de conquistar la hija de su patrón. El papel del joven empleado, Chance Wayne, es asumido por Paul Newman; Geraldine Page, en el rol de Havently, la hija del jefe; la dirección de esta obra de teatro es de Elia Kazan. Con este trabajo muchos podrán recordar con alegría la superioridad escritural de este gigante de la literatura estadounidense.