La incomunicación en la Era de la comunicación

(“Telefomanía”, “Feibumanía” y “Telefomanía”

Primer caso.

A un restaurant de la ciudad de Santiago, la pareja de esposos llega acompañada de un niño de unos cinco años de edad. Se sientan. La dama se encarga de solicitar la carta del menú y elegir lo que van a comer. Acto seguido él, el esposo, indiferente a todo, comienza a “sobar” y/ o a navegar en su teléfono celular.

El niño, tiernamente, le habla al padre; pero este no lo escucha. La esposa pregunta e intenta sostener una cordial conversación con su esposo, pero este no le responde. El hombre, interno en su mundo, “soba” y “soba” la pantalla de su aparato, y en cada “sobadera” deja escapar una que otra sonrisa.

En lo que la comida llega, ni una sola palabra se escucha en la mesa. Quince minutos después, el mozo procede a servir el manjar solicitado. El niño come con entusiasmo. Lo mismo hace la madre. El hombre, con la cuchara en su mano derecha y el celular en la izquierda, continúa concentrado en la pantalla de su venerado teléfono celular. Aparte del tintineo de los platos y las ocasionales preguntas formuladas por el niño a la madre, ni una sola palabra, emanada de las bocas adultas, allí se escuchaba.

El mozo trae la cuenta. El hombre le entrega una tarjeta de crédito y sigue “sobando”. Solo en el momento en que quiso enseñarle algo al niño en el celular, se le escuchó pronunciar la primera palabra. Aun cuando ya abandonaron el lugar, aunque iba caminando, el hombre continuaba sobando, sobando, sobando…

Segundo caso.

 En el mismo restaurant, tres jóvenes y elegantes damas llegan y se sientan a una de las mesas bastante cercana a la mía. Cada una portaba en sus manos uno de esos teléfonos inteligentes mejor conocidos con el nombre de “iPhone” (Aifon).

Los tres “monumentos femeninos” apenas hablaron para ponerse de acuerdo acerca del servicio que ordenarían: una cerveza. A partir de ese momento, ni una sola palabra. Cada una, como si las otras no existieran, comenzó a navegar, sobar, sobar, sobar, hablar y sonreír con la pantalla de su muy embriagante iPhone.

¿Qué significa eso?

Sencillamente, que en la Era de comunicación, como ha sido llamada la que ahora estamos viviendo, la incomunicación es cada vez mayor , tanto que la historia de la comunicación interpersonal en la República Dominicana, bien puede dividirse en dos períodos : antes y después de la llegada (1987) del teléfono celular. La adicción a ese mágico artefacto ha borrado toda intención de, en forma presencial, conversar animadamente con los amigos, parientes y relacionados. Se trata, a mi juicio, de la  enfermedad mental de los  tiempos posmodernos.

Es preocupante semejante adicción. Yo le he asignado el nombre de “telefomanía”, o impulsos irresistibles que conducen a las personas a usar el teléfono celular. Una adicción que cada vez pone en peligro las buenas relaciones interpersonales y origina que hablemos más con el celular que con las personas que nos rodean.

Los mismos nocivos resultados, para una efectiva convivencia social, está generando la adicción a redes sociales como Facebook (feibumanía) y Twitter (“twittermanía”).

Semejante conducta conlleva el que dos o más personas, aparentemente juntas, se encuentren, en la práctica, sumamente separadas; o a que aquel que más lejos se encuentra físicamente, lo sentimos más cerca que aquel que al lado nuestro yace.

Conocer, saber usar y emplear los recursos que nos proporciona la tecnología, más si se es profesional, es de suma importancia en estos modernos tiempos; pero ese uso deberá ser siempre racional, productivo y antiadictivo. No debe convertirse en una práctica viciosa.

of-am

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