La casita en la montaña

(A María Elena, mi hada madrina)

Estaba entre malezas y una depresión del terreno dificultaba  el acceso.   Su dueño fue a vivir a Jarabacoa y la alquilaba.   La posibilidad de tenerla no cruzó por mi mente.  Estaba cansada, me acosté en el piso de la galería  y me dormí.

María Elena, mas que nuera es mi amiga y me acompaña en mis viajes de trabajo y de recreo; ella sabía cuanto yo anhelaba tener una cabaña en la montaña,  pequeñita, donde perderme y.. donde encontrarme.

Mientras yo dormía, ella hizo cálculos, tomó medidas y sacó cuentas.

Llegamos a Santo Domingo al anochecer.  Sonó el teléfono. Era mi hermano Martín: «Arlette, hablé con María Elena.  Está resuelto el  pago por un año del alquiler de la casa que te gustó.  Hablé con tus hijos.  Mañana va el camión con albañiles, electricistas y plomeros…     ¿Estás contenta? Eso es lo todos queremos».

 Así es mi familia.

Un  mes de  trabajo continuo  y la casita se convirtió en   un lugar agradable y acogedor. Familiares y amigos se involucraron con el proyecto y un destacado  pintor  hizo el letrerito al óleo,  con flores, y  escribió: La Casita de Arlette.  En enero se cumplirán 5 años.  Muchos creyeron que yo vivía aquí permanentemente.  Yo me reía y callaba.  

El lugar está ubicado  entre  cerros y un arroyo que baja de la loma. Hay poca contaminación y es un habitad ideal  para el pájaro carpintero,  el jilguero, los colibríes y otras aves  que cruzan el pedazo de cielo que dejaron   los cerros.

Espero las noches con ansiedad  porque me gusta     el silencio;   en la penumbra de la terraza  me deleito con el canto de la chicharra, del grillo, del maco toro y aves. Entre todos forman una orquesta  que me transporta  a Caracala.  Me arriesgo a que   crean que me falta un tornillo, pero  a cada insecto, ave o sapo le   adjudico un instrumento.  Al maco toro le queda perfecto el bajo.  Prueben a hacer esto y les aseguro que se divertirán y  les sorprenderá la coordinación que hay entre ellos.  Lo disfruto   tanto   que  me le escapo a  la nostalgia.  Declaro que estoy más cuerda y equilibrada que nunca.  

Gozar de  la naturaleza es un arte.  Descubrirla, desentrañarla  es una proeza.   Les invito a hacerlo.  Imagínese   una noche con un cielo de estrellas o de luna; temperatura promedio 15 grados, canciones  de Ornella Vanoni, Joan Manuel Serrat y otros;  el silencio, la soledad, la penumbra  y  el amor  nutriéndose de los sueños.

En este lugar me aíslo y por momentos escapo de mi misma.  Aquí encuentro  serenidad y  fortaleza.  Mi vida es un continuo combate, pero me gusta la pelea aunque sepa que voy a perder. 

Aquí, las estatuas de mármol se desmoronan.  No resisten la magia del ambiente  y milagrosamente reviven.

Mis vecinos son  personas  cálidas y auténticas.   Están organizados en una Junta de Vecinos, a la que yo pertenezco, y mi mejor amiga es una destacada líder comunitaria que tiene su casa a pocos metros de la mía.  Entre las dos planificamos los trabajos para mejorar su calidad de vida.

Las cartas a instituciones y amigos comenzaron a circular.   Las respuestas eran conmovedoras.  En la mayoría de las  cartas recibidas, se leía:  “Urgente.  Atender a la señora  Fernández».  No podía creer que sería tan fácil cambiar  la vida de la gente.

Me equivoqué.  

Cuando estoy  en la casita  me levanto a esperar la salida del sol.  Veo a un campesino  pasar por el camino, cantando.  Me saluda.

  -«Bueno día, Lete, uté madruga»

-Buenos días vecino, está muy contento.

-«¡ Oh, pero tamo vivo y voy pal conuco a bucai la comía, y tenemo salu !”

-Hace frío, venga a tomar café.

-«¡Uuuuuyyy, hace rato que lo colé, me lo tomé calientico, y bueno que taba, ya yo toi lito pai día!   Quede con Dio, Lete»-

Vaya con usted, vecino.

Y siguió su camino,  cantando…….

Estaba realmente contento.  ¿Lo estaba?  Puede que sea un medio de defensa para no derrumbarse. 

Descorazonada,  me percato de que la solución  no  está en mis manos.   No llego al fondo del problema.

El sol  calentó, entré a la casa, preparé café y volví a la cama.  Puse música.  Envuelta en sábanas y frazadas de exquisito tejido me acomodé para leer los periódicos por internet.   Me sentí peor.  ¿El vecino habrá desayunado? ¿cómo puede estar tan contento? 

Me levanté.  Anoche llovió y las hojas y las flores del jardín están cubiertos de rocío;   el cielo tiene un azul brillante y descubro que los lirios  comienzan a florecer y  la gallina de la vecina tiene once pollitos.   

Evito pensar.

A media mañana recibo la visita   de  Laly  que trae a su hija de tres meses para que yo la conozca. – Está linda, ¿la estas amamantando, verdad?  

– «Uste sabe Ailette,  yo  vine para que uste me tome una foto con ella porque hoy cumplo 15 años».

El  año pasado  «preparé el paritorio» a dos niñas de la comunidad.  Ellas se embarazaron  y yo  perdía la paciencia porque no encontraba a quien culpar, pero les traía todo lo necesario para ellas y   su bebé.

-¡Óiganlo bien, niñas, conmigo no cuenten, esto no es un relajo!     La conversación   con rasgos de una clase de sexualidad  parece interesarles.

  Si se embarazan tendrán que dejar de estudiar.   Hacer el amor  es muy  bello cuando se está enamorado pero también es una responsabilidad.

– «Anjá, ¿y que uste  quiere Ailette?»   Es que eso pasa. Usté  misma nos contó que tuvo 5  hijos  en menos de 7 años». –

¡Diablos, que «tablazo!».  ¿Qué digo?

– Si,  pero entiendan que no es igual,  porque yo podía  criarlos y,   -algunas disimulan  una risita-    además, antes nuestras madres  no nos enseñaban esas cosas,   pero ustedes sí saben y…  ¡Creo que metí la  pata!  

 Hoy,  otra  de las niñas esta embarazada. Tiene 13 años.

Dos niños muy queridos nos dijeron  que  su padre vendió la cosecha,  que no fue muy buena  pero  se ganó un dinerito…

Celebré  tan buena noticia hasta que uno de ellos reveló  la cantidad:  tres mil pesos. Se fueron tan contentos como llegaron.

Bajé la cabeza avergonzada. Sentí la rabia que  me oprime  cuando me siento  impotente  y si  soy responsable de la situación,  esta se eleva al cuadrado.

Por supuesto que conozco esta problemática, pero créanme que vivirla, palparla, y sentirla,  es otra cosa.  

Converso con algunas de las señoras de la Junta de Vecinos.

 -«Ailette, no le de pena. Los hombres «echan un día» y se lo beben  o lo juegan to».

No, les replico. – El  problema es  mas complejo. Ellos siembran pero no   tienen agua y la sequía o el exceso de lluvia les daña la cosecha. Beben para escapar de tan cruel realidad   y juegan buscando una salida,  ellos son víctimas de… ¡ay Papá Dios, ojalá   ellas entiendan lo que yo no entiendo!

-«No ombe no, Lete,  no se mortifique tanto. ¿Y  usted ve lo de las niñas embarazadas?, desde que tienen un  «noviecito» las madres deberían llevarlas a planificarse  al hospital de Constanza.  Allí le dan todo gratis.  Nosotros las orientamos, pero el asunto es que, en algunos casos,  si el novio la preña tiene que llevársela para su casa, y es una boca menos».

¡Dios, es mas triste de lo que imaginé.

Los niños estudian en la escuela del lugar  y   de ahí pasan al liceo donde terminan el bachillerato.

«Ailette, yo quiero estudiar, pero no tengo dinero. No quiero terminar aquí echando días como mi papá. ¡Ayúdeme!  Es lo mas común entre los jóvenes y una de mis  mas amargas experiencias    Necesitamos becas, completas.

Otro joven no opina igual.  «Yo terminé el Liceo con buenas notas pero yo no voy a joder para la capital. Allá alcanzan menos los cuartos y es  la misma policía la que te mete en vainas de droga y después uno es el que termina muerto»

Me meto en todo.  El pleito es en serio cuando  veo a niños en el billar;  los saco por los moños y amenazo al propietario con denunciarlo a la Policía.  Mi  «pique»  no impide que note una dulce  sonrisa en sus caras que significa:  es «aguaje», no hará nada, es un ángel.

Una mamá dedicada y adorable,  corrige  a los hijos usando malas palabras,  muy feas,  que se oyen en todo el vecindario. Pero cuando son los niños los que  las dicen,  ella les vocea así:   -«C…  muchacho de m…..  no j….  tanto que por eso es que Ailette se encoj…

Tengo que taparme la boca para que mi risotada no me delate.

Por fin me decido a hablar con el sacerdote que ofrece la misa los domingos. Debo ser respetuosa aunque estoy realmente preocupada.  La comunidad se vuelca a la iglesia y los sermones son paralizantes, conformistas.

-Padre, perdone, pero   así no saldrán de la terrible situación en que viven.  Jesús  no les diría eso. Pídales que sean responsables, que cuiden de su familia, que no se emborrachen,  pero también enséñeles a  luchar por sus derechos… 

Claro que sé  cual es  el problema:  falta de educación, pobreza extrema, exclusión social y la desesperanza que los acogota.     

Trataré de hacer lo que pueda, pero los   protegeré como se protege a los que amamos. No importa lo que tengamos que sacrificar.

Te preguntas, ¿qué hacemos ahora?  

Eso significa que quieres ayudar, no lo pienses mucho. . La única que no puede darse el lujo de pensar soy yo porque debo dedicar mis energías a trabajar.  

Recuerdo  a mis entrañables   amigos, los ingenieros/constructores.  Algunas casitas necesitan repararse, es poquita cosa, algunas tablas y zinc.  Es para que los niños no se mojen cuando llueve.

¿Conoces al Ministro de Obras Públicas? ¡Fantástico! Son menos de   dos kilómetros  de camino que necesitamos arreglar.  Me dicen que el Ministro tiene un buen corazón.  Cuando llueve mucho los caballos resbalan y el  vecino y su montura   caen al suelo. 

Te  regalo  una idea:  Saca todo lo que no necesites de tu closet,  ropa, zapatos de hombre o de mujer, de jóvenes y niños. Si tienes una tablet o Ipad que no uses y carritos  a control remoto o lo que tengas,   ¿nos los regalas?  Veras que  sentirás un íntimo placer que probablemente no conozcas.  Seria maravilloso que  quisieras venir a entregárselos tú mismo. Te auguro una experiencia inolvidable.

¿Tu recompensa?  La gratitud de gente buena y un abrazo tierno con la mirada menos triste de un niño que ya no se moja dentro de su casita cuando llueve.

¡Feliz Navidad!

 

afs2806@gmail.com

CASITA
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