La abstención del voto

 

Si enfocamos este análisis en términos políticos, adecentados en retrospectivas de oportunidades en los gobiernos de turno, las instituciones del estado estarían  supeditadas a un derrotero de positivismos y; con ello, se obtendrían logros significativos para combatir la grave crisis institucional que enfrenta el país.

En el marco de la campaña recién finalizada se puso en la palestra pública el término “cambio”, que al igual que en años anteriores ha sido el dilema de los votantes opositores al gobierno de tuno, que cada cuatro años se desplazan a los colegios electorales a emitir el sufragio, a contrapelo de solicitar la mejoría del país en todos los aspectos que atañen y contribuyen al desasosiego desmedido de los dominicanos.

La cultura de quienes bordean y administran los partidos políticos dominicanos siempre ha estado dirigida a centralizar los puestos de trabajo cuando logran llegar al gobierno, en el entendido de que son quienes administran la “caja chica” y; por tanto, los sufragan secretamente o se abstienen no tienen derecho a ocupar un puesto en el gobierno.

Los que inoportunamente entienden que el estado es un patrimonio de los partidos políticos no deberían buscar el concurso de los ciudadanos para ser beneficiado en las urnas con el voto popular, porque al igual que cualquier ciudadano, el que emite un voto secreto o se abstiene de de trasladarse a las urnas a sufragar cada cuatro años, es porque quiere elegir lo mejor para su nación de origen.

¿Acaso esos dominicanos no cumplen cabalmente con el pago de sus impuestos? ¿No forman parte del conglomerado que constitucionalmente pertenece al Estado? La política es la ciencia más pura y cultural e históricamente social, por lo que si quienes incursionan en ella la supieran poner en práctica para contribuir a salvaguardar el bienestar, su nido de salvación estaría preñado de bonanza.

En el proceso de las elecciones presidenciales, congresuales y municipales sostuve un intercambio de ideas con un amigo, fanático de la política vernácula en la República Dominicana y me manifestó que ya había ido a votar. Tras preguntarme – ¿ya fuiste a votar? – le respondí que yo no voto – porque no creo en los políticos, lo que provocó ciertos cuestionamientos de su parte hacia mi persona, llegando a decirme que si ni votaba no tenía derecho a exigirle al candidato ganador del proceso.  Le pregunté – ¿a caso yo no soy dominicano y pago mis impuestos? – pero no encontré respuesta y cortamos la conversación, porque los amigos no se hieren con palabras inconclusas.

En esta aldea global, si todos los seres vivientes pensáramos con igualdad de conocimientos y condiciones no habría tanta ruptura y es posible que los políticos administren el estado mediante consenso, conjugando todos los programas de gobiernos para sacar lo mejor y ponerlo en la bandeja del desarrollo sostenible, pero es imposible, pero es imposible porque la sinrazón no se los permite, visto que contamos con procesos de socialización individuales y no podemos pensar, sentir y crear planes iguales.

La lealtad y grandeza de los pensadores, empresarios e inversionistas superdotados de ideas y estrategias, están en el pedestal de la superioridad, porque antes de pensar en el entorno que le rodea a lo interno, primero toman en cuenta su entorno externo y que por estar de cargado de valores le garantiza sus planes a corto, mediano y largo plazo, sin tener que discernir y caer en el letargo de la inmediatez.

Es verdad, la República Dominicana necesita un cambio en la forma y en el fondo para gobernar y hacer política, pero no un cambio mediatizado y oportunista.

 

 

mbaezjj@gmail.com

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