Juego perverso y peligroso

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EL AUTOR es catedrático universitario y dirigente del PTD. Reside en Santo Domingo.

Cuando en una sociedad se construye de  manera dirigida la percepción  de que todos sus integrantes son delincuentes, cómplices de delincuentes, beneficiarios de sus acciones  o simplemente displicentes ante el fenómeno de la delincuencia, se busca alienar  a su población  a un grado en que la misma  termine convirtiendo esa percepción en realidad,  y en consecuencia  aceptando que su población está constituida por  delincuentes.

¿A quiénes podría interesar alienar  a la sociedad dominicana haciendo que se convierta en realidad la falsa percepción  de que somos un país de delincuentes, liderado por delincuentes y que como todos somos iguales donde  “na e na” y que no importa lo que se haga    para  obtener poder y dinero?   ¿A los que tienen como oficio la delincuencia o a quienes los han denunciado, perseguido, apresado, procesado y condenado?

Cuando las pasiones y el encono no nos permiten discernir  el alcance de nuestras acciones, estas terminan dañándonos a nosotros más que a quienes escogemos como blanco de las mismas,  pero a veces  se corre el riesgo de que su alcance sea tan letal que dañe a toda la sociedad.

El narcotrafico  es una actividad que comercializa productos que ademas de  dañar la salud, tiene  «modus operandi», dada la gran masa monetaria que manejan,  poner a su servicio herramientas y  tecnologías que muchas veces lo coloca a la vanguardia, incluso por encima  de los Estados, explotando sin escrúpulos  las ambiciones y  necesidades de quienes careciendo de principios y valores éticos realizan funciones públicas,  reclutándolos mediante la concesión de  “favores” económicos o por vía de la  extorsión.

Los narcotraficantes no solo colocan a su servicios a servidores públicos, civiles y militares, también tienen la capacidad de adicionarse  a cualquier cantidad   de técnicos y profesionales disponibles en el mercado,  así mismo,  pueden pagar de manera esplendida por  espacios  en medios de comunicación, cuyos dueños no son conscientes, de que es lo que promueven al difundirlos, ya sea por ganarse  unos pesos o por el afán de aumentar  rating.

Los narcos se confunden con la sociedad invirtiendo su dinero en negocio lícitos y al ocultar su verdadera actividad, se hacen pasar por empresarios, comerciantes, inversores, incursionan en la política y en muchos casos penetran hasta lugares sagrados.  No es extraño que en su rol de empresarios de fotografíen con deportistas, artistas, empresarios reales, políticos y hasta con lideres eclesiásticos.

Pero en  el mismo instante en que periodistas, intelectuales, políticos, economistas y demás recursos humanos agrupados en determinado  litoral de la sociedad, insinúan o expresan la posibilidad de hacer creíbles declaraciones de un confeso y condenado criminal en contra de uno de los políticos de mejor formación intelectual y de probada conducta civilista en el ejercicio de la política del país, nos damos cuenta de que estamos ante una trama orquestada para dañar a la sociedad dominicana.

Solo mentes podridas o llenas de odios,  son capaces de  creer a un confeso  narcotraficante sus  falacias contra   una figura de clase mundial como el doctor Leonel Fernández Reyna.    Esta clarito que todo quien asume, insinua y difunde como verdad las imputaciones de Quirino contra Leonel, es porque en su interior sería capaz de asociarse al crimen organizado para alcanzar sus propósitos. El pueblo llano maneja con gracia y mucha lógica el refrán que reza que: “Todo ladrón juzga por su condición”

Las declaraciones  de una persona que fue atrapada, procesada, extraditada y condenada por narcotráfico reclamándole a un ex presidente de la República una suma de dinero que dice haberle prestado van a tener repercusiones contrarias a las pretensiones de sus difusores y del “denunciante”, pues nadie que tenga dos dedos de frente puede suponer que Leonel es un estúpido y tendría que serlo en grado superlativo,  si como dice el señor Quirino en su llamada,  le tomo dinero prestado y luego lo apresó, lo procesó y deportó, dándole la oportunidad de que pudiera usar esa información  en su contra.   
 
Quienes usaron al confeso narcotraficante como «tonto útil», al servicio de la trama,  difundieron de inmediato mediante la industria del rumor la especie  para apuntar las sospechas  hacia el palacio nacional, con el deliberado propósito de acusar a Danilo o a parte de su gente de orquestar semejante absurdo, creyendo que con esa cortina desatarían un choque de trenes entre ambos políticos. 

Calcularon mal,  y nueva vez, la oposición   demuestra que está constituida por  topos de la política, pues obviaron que Leonel y Danilo vienen actuando de manera mancomunada desde antes de que concluyera la guerra fría  y que tienen el propósito común de preservar, bajo cualquier circunstancia, la unidad de la fuerza política que les ha catapultado a ocupar el poder político de la nación  por un periodo de tiempo  que ya desespera a sus opositores.
 
La miopía política de esos sectores es tal,  que no les permite ver  que es imposible  un enfrentamiento entre Danilo y Leonel, pues  Danilo sabe y Leonel comprende que quien dañe al uno , esta dañando al otro, pues al fin y al cabo,  el pecado o la culpa caerán sobre el instrumento político que les sustenta y eso no lo va a permitir ninguno de los dos.

Las reacciones de la llamada, lejos de dividir,  va a unificar al  partido de gobierno, pues la dialéctica señala  que  las familias se unifican en la desgracia  y  que una amenaza externa hace que las contradicciones internas sean aplazadas.  Una fuerza política determinante solo muta, cuando no tiene amenazas externas a considerar y está claro que esta campaña sucia, perversa y peligrosa está dirigida a debilitar al grupo gobernante , y no a uno solo de sus integrantes,  los peledeistas  saben  que quienes quieren destruir a Leonel lo hacen para luego hacer más fácil su real propósito, que no otro que sacarlos del poder.
 
El mayor reto de la sociedad dominicana consiste en derrotar sus dos grandes males: La codicia y la ignorancia. La ignorancia que permite que hombres codiciosos manipulen a nuestro pueblo haciéndole creer que la verdad es mentira y que la mentira es verdad.  La codicia que hace a los hombres avariciosos  llevándolos a actuar sin ningún tipo de escrúpulos  en aras de alcanzar  propósitos particulares hundiendo a nuestro pueblo en la ignorancia.

Este nuevo capítulo de infamias y calumnias,  es otra prueba que viene a demostrar que los enemigos de la razón y del progreso de la nación,  no  están dispuestos  a ceder un ápice en sus propósitos,  aunque para ello sea necesario este juego perverso y peligroso.

Confiamos en que  nuestro heroico e indómito pueblo dominicano que  ha sabido superar situaciones peores que la presente, nueva vez, impondrá la razón sobre la desvergüenza, rechazando a quienes sin juicio y sin corazón conspiran contra la  salud de la patria.

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