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Juan Lanfranco: Una despedida necesaria
Dedicado a Mayra Minaya, su amor por Cotuy es toda una paciencia.
A la familia Lanfranco especial a los que siguen. A Camila y Sofía
Cotuy, Capital de la Esperanza.- La provincia Sanchez Ramirez se honró con la vida artística de muchos hombres y mujeres que le dieron vida a la vida cultural de la provincia. Diversos artistas descollaron y fraguaron su estancia allende los mares entre los cuales se encontraba el cantautor Juan Lanfranco Sánchez.
Historias marcadas por la gloria del pentagrama se incrustan en la historiografía de Cotuy y donde las manifestaciones artísticas y literarias el historiador de la Provincia, Dr. Francisco Augusto Rincón las recoge como prendas obligatorias de la formación de ese pueblo. El historiador recoge los nombres de Manuel Jiménez, José Virgilio Peña Suazo, Joe Veras, Carlos David, Rafael Santana, Aníbal de Peña Rincón, entre otros.
Me decía un amigo en el velatorio de Lanfranco que si Juan no hubiese sido cantante, hubiese sido un artista del lienzo descollante. La familia Lanfranco a través del tiempo y el espacio ha sido una familia de cantores, poetas, músicos y bohemios. Lanfranco fue un cantante original con estilo “propio” que se inició en el Barrio de “Espallalito” haciendo sus pininos artísticos con “Nono” Almànzar quien lo enseñó a tocar la guitarra y con Manuel “Manolito” Santana el hermano de Octavio José crear canciones debajo de la mata de mango que estaba en la esquina de la propiedad del Coronel Espaillat. Con el tiempo Lanfranco se convirtió en cantante estrella de la Orquesta Universal que dirigía el profesor y famoso trompetista, Miguel Emilio Peña que por cuestiones de salud no pudo estar en el sepelio de Juan. Con el tiempo se marchó del país a buscar otros horizontes y con Primitivo Santos produjo su primer Álbum llamado “Poemas”. Desde ese entonces, Lanfranco comenzó a conquistar lo que todo el mundo sabía, premios y discos de oro por doquier. Fueron muchos los temas que Lanfranco escribió los cuales fueron interpretados por artistas famosos, de la talla de Juan Bao, Julio Iglesias y otros famosos intérpretes.
Dios le dio dádivas simples a Juan. ¿No salen a la claridad dos manos y una mente que se tendieron llenas de dones espirituales, enjoyados con sencillos diamantes interiores? De eso hablamos la última vez que lo visité con vida. ¿No recordáis algo de otorgamiento evangélico: “El amor es libre” y la más reciente canción que grabó, “Como un Don Juan”? Era un hombre de pueblo, sencillo que sabía emocionarse y vibrar: era como una antena que recogía en ondas el paisaje o el espíritu del compositor. Pero para ser sinceros y en fraternal deseo de que se conociera a un gran escultor del canto ignorado y de un país desconocido, entregó a los dilectos de la “ignorancia” varias de las canciones suyas.
En su pueblo natal declararon dos días de duelo. Hay en su Dominicana natal, en quietud divina de égloga y ensueño, una ciudad, Cotuy, Capital de la Esperanza, llamada así con el nombre común que se adecúa a una de las ciudades más anticuadas de América. Gracias a la mina de oro es hoy relicario de contaminación; estuche de ruinas andantes, osario de templos y colegios de monjas todo suavizado y vespertino de leyendas. Una presa llena de contaminación presta amparo enorme a la que duerme hechizada a sus pies. Allí las almas se diluyen en azul, como el cielo, y la tradición colma de margaritas el pecho venerable. Arboles prisioneros asoman curiosidad murmurante sobre altos muros al paso del cortejo fúnebre de Lanfranco que viaja a paso lento hacia su última morada. Un despedazado esplendor, que fulgiera más alto que el Pico Duarte, yace entre evocaciones piadosas de los transeúntes que cantan a una voz “El amor es libre” en la caminata gloriosa hacia el último encuentro del cantante con la tierra. Todo el firmamento lluvioso y gris se entra por una cúpula hendida; por los claustros vacíos y las naves desamparadas pisan calladamente la luna, como una monja solitaria. El Cementerio que es una porquería del Ayuntamiento Municipal, Lanfranco a su entrada final lo engrandece. Y este embrujo de inmensa poesía y canciones lo recoge Lanfranco en su marcha a su eterno capitolio. Allí se encuentra el Cotuy eterno. Desde la familia Minaya, Palmero, Núñez, Pérez, Rodríguez, Raimundo, Otáñez, Acosta, Viloria, Rondón, Rincón, allí todos estaban.
Cantautor de tan ilustres canciones y lises mentales, vivió en ese bostezo provinciano y se salva a sí mismo, se desase del ambiente, se libera, merced a una enérgica voluntad de vivir, de ser “El Propio”, de levantar su columna por sobre las cosas que le rodean.
Luego de la despedida triste y alegre regresé a la casa de la Familia Lanfranco. Donde el doctor Rosy Edward Lanfranco y su esposa Katiusca Magdalisa Rondón me recibieron con alas de amor. Allí en el cenáculo de su hogar hablamos mucho de la trayectoria artística de la familia Lanfranco. Platicamos de todo. En la inmensa pared del cenáculo, una pintura con pincel tenue marca de nuevo el rasgo artístico de la familia. Es un paisaje pintado por Camila la hija de estos amables hermanos-amigos de un paisaje descomunal que describe la belleza cotuisana en el lienzo. De la misma forma, escuchar que Sofía con su mágico antecedente lìrico entonó en el Centro de Cultura a dueto de Clarinete, el “Padre nuestro” pieza musical que hizo pensar a los allí presentes.
Hoy las musas recogen este recuerdo de estos distinguidos descendientes que a través del tiempo y la historia hicieron engarzar diamantes en el aro de oro de una bella tradición; ella premiará con dadiva de sonrisa el apoyo a uno de los predilectos de Apolo, el autor de “El amor es libre.”
Adiós Juan. Moriste como un Don Juan. “Nada tienes que decir… el amor es libre.” Vuela, vuela lejos…
¡Sé libre!
©Daniel Efraín Raimundo.