Joaquín Balaguer Ricardo

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Estoy entrando al mundo literario y poético de uno de los escritores y ensayistas dominicanos con la pluma más pulida y soberbia. Se trata de Joaquín Balaguer Ricardo. El solo hecho de intentar penetrar los caminos perfumados de su obra intelectual lleva al entusiasta lector a una especie de encuentro con la rica obra novelística del respetado escritor uruguayo José Enrique Rodó o del ensayista ecuatoriano Juan Montalvo, de quienes el autor del poema Cruces Iluminadas (1974) dijo que por causa de sus escritos aligeró su interés y pasión por la literatura. Cuando leemos a Balaguer, escritor y ensayista preclaro, uno suele caer fascinado por la frondosidad y sublimidad de su poética y en otro plano no se sabe si execrarlo o ensalzarlo, como cuando analizamos el poema Tebaida lírica. Voy a insertar un fragmento de esta prosa cuyo contenido ha sido aprovechado por ciertos adversarios del autor, quienes parece que no pudieron llegar a la causa sociológica sobre la apropiación de un espacio intelectual del que se habían apoderado una élite de eruditos santiagueses de la época, pretendiendo impedirle al joven Balaguer alcanzar la dimensión intelectual que ya se estaba proyectando. El análisis de este fragmento podría conducirnos a entender mejor cuáles fueron las motivaciones en ese momento, como sería sentirse marginado intelectualmente a muy temprana edad cuando Balaguer escribió el poema. Veamos: “Abro este paréntesis para llenarlo de odio y de gratitud. Odio a los que en plazas y corrillos me combatieron acendradamente; odio a los poetas afeminados que envidian la virilidad de mi arte; odio al que escondió en el “bouquet de rosas de un elogio una mal disimulada flor de envidia”; odio a los consagrados que han querido tenderle la mano al jovenzuelo imberbe que los abruma con su orgullo”. Conocido ese fragmento del poema me toca ahora razonar por qué Joaquín Balaguer hace un deslinde entre la élite intelectual establecida en esa época y Rafael César Tolentino, cuando dice: «César Tolentino fue el primero que me saludó como a un compañero novel acogiendo en las columnas del periódico La Información los partos de mi fantasía y a él es al primero y quizás el último que puedo agradecer algo». Mis anteriores reflexiones sobre el misterio que ha envuelto ese poema quizás podrían llevar a mis asiduos lectores a vivir el fuego que ardía en torno a ese joven talento que estaba emergiendo en Santiago como un portento literario en una sociedad antidiluviana frente a la cual Joaquín Balaguer se proyectaba desafiante con una corriente intelectual modernista, porque ya había leído a los grandes tratadistas, incluyendo todas las obras literarias del escritor francés François-René de Chateaubriand, como El genio del cristianismo, De Bonaparte y de los Borbones y Los martines” Joaquín Balaguer, aquel joven santiagués preocupado grandemente por formarse en el mundo de las letras, a muy temprana edad había mostrado inquietudes por leer las obras clásicas de la literatura española; leyó con fruición intensa la obra poética el Romancero, un tipo de poema propio de la tradición literaria española compuesto usando la composición métrica española. Además leyó Los milagros de Nuestra Señora, la obra fundamental de Gonzalo de Berceo, clérigo seglar, que relatan los veinticinco milagros de la Virgen María; el Libro del buen amor, la obra poética del arcipreste de Hita. Para llegar al razonamiento anterior sobre los motivos que pudo haber tenido el novel intelectual Joaquín Balaguer para escribir el poema Tebaida lírica, el cual ha merecido tantas críticas, me vi obligado a hacer una inmersión al interior de la época en que se produjo el texto a manera de extraer del fondo los hechos y circunstancias que pudieron haber dado lugar al enfado y luego a producir con tan ácida indignación el polémico poema. Si nos adentramos en otros tramos del escritor, abogado y respetado ensayista, encontraremos en el poema La venda transparente al hombre rebosante de genialidad y de paciencia reflexiva, porque Joaquín Balaguer parece que había descifrado de antemano cual sería su rol en el desarrollo de la cultura por haber vivido en una sociedad donde las élites intelectuales se confabulaban para obstaculizar los propósitos cultos que van reverdeciendo en la juventud. En el poema La venda transparente, Balaguer parece que pretende enseñarnos con sobrada razón su espíritu combativo, desde el punto de vista intelectual, por lo que insta a los escritores jóvenes a que el hombre que busca combatir los vientos tempestuosos es el que “triunfa de la mar embravecida, batiendo como un pez su enorme cola”. Como ejemplo de una fe encrespada que se agiganta en cada acantilado, el ilustre prosista alienta el alma solitaria y escribe: “Así un alma sola/por tremenda tormenta sacude/se levanta, se inmola/y en sabe Dios qué playas de la vida/nuevamente enarbola/su bandera de reverdecida/”. No cabe duda que Balaguer llegó a ser un escritor que sedujo con su pluma reluciente, de tonalidades preciosistas y de conceptos brillantes. Su pensamiento filosófico, junto a su formación pedagógica, le permitió a éste escribir con la sensibilidad de un educador consagrado, dueño de una cultura bastísima. Desde muy temprano Joaquín Balaguer creyó con ferocidad envidiable en los estudios que forman al ciudadano y al hombre para poder ocupar funciones importantes. El poeta José Vasconcelos expresó que la cultura engendra progreso y sin ella no cabe exigir de los pueblos ninguna conducta moral. De espíritu muy dado a la enseñanza, Joaquín Balaguer le dejó a la presente y futuras generaciones dos ensayos brillantísimos con los que demuestra fehacientemente sus esencias educativas. Se trata de los ensayo Nociones de métrica y Apuntes para una prosodia de la métrica castellana, dos grandes textos de carácter formativo, escrito el primero en su natal Santiago en 1930 y el segundo en 1954. Balaguer no puede ser considerado como si hubiese sido un católico ortodoxo, empero sí llegó a poseer un espíritu y una fe cristiana bien acendrada en su vida. Balaguer, con su obra cumbre El Cristo de la libertad, mostró limpiamente su fervor patriótico como ningún otro escritor. Esta importante obra fue presentada y su edición estuvo al cuido excelente del respetado escritor y monumento viviente de la pedagogía nacional don Jorge Tena Reyes. José Rafael Sosa, reputado periodista, comentando este texto de Balaguer no pudo subir al plano espiritual al que sólo intelectuales de la categoría de Joaquín Balaguer pueden ascender, se queda encasquillado en un análisis simple de la obra. Veamos: “Este libro valida la eternización de la palabra del escritor y pone en vigencia de nuevo la versión del autor sobre el Padre de la Nacionalidad Dominicana”. Cuando Balaguer asciende al plano divino tratando de igualar la figura y el sacrificio de Duarte con el martirio de Cristo hizo una acrobacia maravillosa, porque una vez allá arriba entendió que sólo una persona que fuera a la vez divina y humana podría satisfacer la ley divina como sustituto del hombre pecador. En la obra El Cristo de la libertad Balaguer intenta llevar la tarea redentora y conceptual de Duarte a una representación etérea o divina, por supuesto, sólo tratada en un plano ideal, considerando la abnegación del Padre de la Patria con el sufrimiento de Cristo. Basado en el criterio anterior es que me arriesgo a decir que las observaciones que hace Sosa sobre El Cristo de la libertad no fueron suficientes para aclarar la genialidad de Balaguer en esta obra. El autor de este ensayo en ningún momento trató de equiparar a Duarte con Cristo. Los planos en que trabajó Balaguer sus concepciones pocos escritores pueden ascender con el éxito logrado por el prestigioso literato dominicano. Balaguer sabía que Cristo en su obra redentora trabajó en un tiempo verbal que significaba “atemporalidad”, que implicaba la existencia previa durante y después de Abraham (Éxodo 3:14). Balaguer intentó, y lo logró estupendamente en esta obra, identificar la pureza del alma de Duarte con la de Cristo a través del sufrimiento y de la renuncia que hicieron ambas figuras por el amor de sus pueblos”. Reconozco que Balaguer, en esta maravillosa obra, trata felizmente de perpetuar la figura y la obra libertadora de Duarte en la mente y en el alma sensible de los dominicanos. Debo concluir este escrito expresando que si hoy o mañana tuviera que escribir un ensayo sobre el Balaguer político no dejaría una página en blanco, porque la figura de Joaquín Balaguer no solamente es fascinante en lo intelectual, es polémica y provocadora en el plano político. Debo consignar en forma de colofón una frase del novelista y dramaturgo brasileño Paolo Coelho que dice así: «Muchas veces el bien esta disfrazado de mal, pero continúa siendo el bien y forma parte del plan que Dios creó para la humanidad».

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