OPINION: Jean-Bertrand Aristide yerra (se equivocó de medio a medio)

 
El día primero del presente mes de octubre, varios diarios digitales informan en primera página, que el expresidente de Haití, Jean-Bertrand Aristide, llama a los haitianos a movilizarse contra las repatriaciones de haitianos, que avalada por el fuero de su soberanía, llevada a cabo la República Dominicana.
 
“Ustedes- declaró el expresidente- que son víctimas de la inseguridad, de los abusos, del hambre y el desempleo y todos los haitianos que son víctimas de las repatriaciones desde Santo Domingo”, capital de la vecina República Dominicana, movilicémonos.  Ricos y pobres, es necesario entendernos para para suturar la bandera de la unidad”.                                                   
 
Pues bien… Como hemos visto, Jean-Bertrand Aristide, ha fijado su posición frente a las repatriaciones que realiza el gobierno dominicano de ciudadanos haitianos, con el objetivo de regular y disminuir la presencia excesiva de este conglomerado humano en nuestro país, y lo hace, desconociendo la Soberanía del Estado Dominicano, para implementar sus leyes migratorias como mejor convenga a los intereses de nuestra nación.
 
 Ante este llamado, proclamamos que, él yerra… se equivoca de medio a medio, mete la pata, le echa jabón al sancocho y nos decepciona.  Yo no esperaba semejante pronunciamiento por parte de él; el cual, en cualquier circunstancia y escenario, es inoportuno, injerencista, absurdo, temerario, improcedente, abusivo, desacertado, y por demás, antidiplomatica y combustible rencilloso, que da argumentos fortuitos e innecesarios, a unos «nacionalistas» patrioteros, que se agarran hasta de un clavo caliente, para manipular una situación, de modo que puedan presentarla como peligrosa a nuestra supervivencia como nación, tal como lo vienen haciendo, con una población extremadamente sensible y celosa de su lar nativo (tal como todas las naciones del mundo con el suyo),  a la cual exacerban y explotan su mal entendido patriotismo, sembrando a granel la semilla de la discordia y azuzando un odio interpoblacional, que de no pararse en seco,  puede llegar a crear las condiciones extremas de odio racial, que podría como en Ruanda, generar entre haitianos y dominicanos, conflagraciones animalescas, que todos los intelectuales  estamos en la sagrada obligación de evitar, no de alimentar.
 
Jean-Bertrand Aristide, tiene que entender y comprender, que la excesiva emigración de sus compatriotas hacia la República Dominicana, está creando los serios problemas que produce la superpoblación, en cualquier país del mundo, como lo son en primer lugar: La insostenibilidad de la biomasa, por ser la capacidad de carga superior a los recursos alimentarios y de otros, que llegan a ser indisponibles por agotamiento.  En segundo lugar, hay que considerar, que cuando esta sobrepoblación es generada por extranjeros, producto de una inmigración irregular, surge en el pueblo afectado un rechazo natural a esa emigración excesiva, lo que en algún momento, puede generar reacciones indeseadas del pueblo perjudicado.  Esta reacción, en la mayoría de los casos, ha venido a concretizarse con salvajismos, muy propios de las irracionalidades de los individuos cuando se constituyen en turbas.  Lamentablemente, esta deleznable conducta, ya la hemos visto concretizarse en varios pueblos de nuestra República, donde los lugareños han considerado a los haitianos que invaden sus comunidades, como entes indeseables.
 
Ahora bien…sepa el señor Aristide, que solo me estoy refiriendo a la problemática planteada por la excesiva emigración haitiana que de manera irregular se está dando en todo el Territorio Nacional de la República Dominicana, a lo que el Estado para ponerle coto, ha implementado el sistema de Regularización de extranjeros, apoyados por la ley 169-14 y el decreto el decreto 327-13.  En lo referente a los fines de esta ley y decreto, ya hemos expuesto en varias ocasiones, por escrito y oralmente, que estamos totalmente de acuerdo con el espíritu de los mismos, siempre y cuando su implementación se haga con estricto apego a las demás leyes adjetivas de la República y a los derechos humanos.  
 
Estas declaraciones, y el rechazo total a la Sentencia 168/13 que niega la nacionalidad a los dominicanos de descendencia haitiana, ya de quinta generación, la hemos asumido contra los vientos y mareas provocados por los nuevos e intrigantes «nacionalistas», sin importar los riesgos que ello conlleva. En mis archivos tengo 15 artículos que testimonian esa defensa, en la que he sido, contundente y hasta temerario, enfrentado poderes, que son capaces de usar hasta de sicarios para eliminar a quienes les adversamos políticamente, y contrariamos sus prejuicios raciales.    
 
Saco a relucir estos hechos, aunándolo con el conocimiento de causa y con el protagonismo público que he tenido en la defensa de los dominicanos de ascendencia haitiana, en lo que además, he exigido respeto a los Derechos humanos de lo deportables, para que sepan, el señor Jean-Bertrand Aristide y quienes lo apoyan en su oposición contraria a que el gobierno dominicano repatrié a todos los indocumentados que se encuentran en nuestro suelo patrio, que yo tengo toda la autoridad moral, para discurrir, asumir una posición y ejercer acciones sobre y en torno a este tema, tal como ahora lo hago en este articulo, precisamente, por ese referido protagonismo que he tenido en esta lucha, defendiendo a los dominicanos de ascendencia haitiana, contra los abusos y las desconsideraciones que se ha cometido contra ellos.
 
Para dar veracidad a esta ponencia, cito algunos de los títulos de los 15 artículos referidos:
Leonel y Vincho, la sentencia 168/13 y otras diabluras   
Con Haití, comercio e inteligencia, solo se gana           
Mi dominicanidad frente a los dominicos-haitianos     
De este último artículo, extrapolo algunos de sus párrafos, cuyas letras revelan el espíritu de todos los escritos sobre este tema, cito:  
Desde que un grupo de ciudadanos fijamos oposición contra la Sentencia 168/13 que desnacionaliza dominicanos de ascendencia haitiana, hemos sido tachados de traidores a la patria y tratados con adjetivos soeces, por ciertos nacionalistas con historial de trujillistas y por otros, que aunque sin ese historial, unos son desconocedores de la historia y otros sencillamente furibundos racistas o ambas cosas a la vez, pero también, carentes del conocimiento científico y humildad, para evaluar su propia ignorancia y limitaciones en éste tema, sobre el cual emiten criterios prejuiciados y retorcidos, inducidos por la susodicha deficiente formación.
 
Los dominicanos de origen haitiano, que por vía de la sentencia aludida se les procura desnacionalizar, tienen su arraigo en nuestra patria, en una ascendencia, hasta por mas por cien años, tiempo en que generación tras generación, fueron la sudorosa columna vertebral de nuestra economía,  tiempo, en el que además, fueron explotados inmisericordemente, cuando durante todo  ese tiempo los mantuvimos confinados en los cañaverales, viviendo en sucias barracas, robándole en el pesaje y en la bodega, tratándolos como a animales, y no como a todo animal, sino, como a verdaderos esclavos, pues ya es de verse en contrario, como el ganadero trata a sus vacas, o como tratamos a nuestros perros y gatos.
 
La discriminación y marginación de estos seres humanos ha sido tan bárbara, que todavía en el día de hoy, a miles de ellos, ya carcamales, después de trabajar hasta cincuenta años en condiciones infrahumanas, se les está negando la magra pensión que les pertenece por su duro trabajo de toda una vida.  Toda esta injusticia ocurre, mientras se les pagan pensiones de lujo, a personas que no se la merecen, porque no han cotizado a la renta nacional, con un trabajo, que respalde esas lujosas pensiones.
 
“Una mayoría de los dominicanos comparte una la visión fatal sobre el pueblo haitiano.  Desde niño fuimos adoctrinados y advertidos contra una nueva invasión haitiana y para que miráramos y tratáramos a los niños y gente haitianos, con desprecio.   Desde niño nos inculcaron la asquerosidad conceptual, de que los negros son comida de puercos, y muchos, sea dicha ésta verdad, aún no han podido superar este diabólica concepto.
 
“Nuestra historia recoge por lo menos trece intentos legales, con los cuales, de manera subrepticia e impulsados por un complejo inconsciente de rechazo al negro, hemos aspirado a “refinar la raza”, en vez de dedicarnos a conquistar un comercio que hasta ahora envuelve más de 1000 millones de dólares, es decir, más de cuarenta y cinco mil millones de pesos.
Para el conglomerado que apoya la Desnacionalización de dominicanos de ascendencia haitiana, ya de quinta generación, ordenada por la Sentencia 168/13, obviando la inhumana parte que convierte en apátridas a unos 200 mil compatriotas, lo hacen debido a la exigua capacidad de análisis que poseen, lo cual, les impide ver lo que verdaderamente subyace con la implementación de la misma, o porque en esta oportunidad, ponen en práctica de manera consciente o inconsciente, el referido desprecio, hacia esa etnia pobre y de piel negra, porque fueron criados en el odio, no el amor y la solidaridad humana.
 
“Pensemos en las dos guerras mundiales, iniciadas por Alemania: Setenta y ocho millones de muertos. Pensemos que esas guerras tuvieron lugar hace apenas setenta años. Los franceses y los alemanes tienen razones de sobra para guardarse rencor mutuamente. Al igual que los rusos y los polacos. Al igual que los americanos y los japoneses.  Sin embargo, hace ya mucho tiempo que todas esas naciones superaron esos rencores y los dejaron en el pasado ¿Por qué no podríamos hacer lo mismo nosotros los dominicanos con los haitianos? ¿Por qué tendremos que seguir culpando a los haitianos actuales por los crímenes cometidos por la soldadesca de Dessalines hace doscientos años?”.  (Fin de la cita)
 
De lo escrito en los párrafos precedentes, el señor Aristide y cualquier otro, puede inferir, que el escritor de tales cuartillas, es un defensor consciente e insobornable del derecho que en justicia concierne a los demás, sin importar bandería política, racial, religiosa, o étnica, etc.  Consiguientemente, por todos los considerandos que se puedan derivar de mi pensamiento político y social, expuesto en esta ocasión, para la defensa de los derechos de haitianos y de todos los dominicanos cualquiera sea su origen racial, también se puede deducir, el porqué de la autoridad moral que invoco para tratar este tema, sin que se nos considere un oportunista, un impostor o un improvisado.  En consecuencia, por tales razones, es que me permito decirle al señor Aristide: usted ha errado, al pedir al pueblo haitiano (ricos y pobres), movilizarse contra las repatriaciones de sus compatriotas que de manera irregular y excesiva se encuentran en suelo dominicano.  Una cosa es la Desnacionalización, a la cual las personas conscientes nos hemos opuestos, pero otra bien diferente es nuestro derecho soberano a regular la inmigración que de manera descontrolada puede originar el colapso de nuestro Medio Ambiente y crear un cataclismo social, que en su desarrollo, puede incubar hasta una estúpida guerra de tipo racial, o en su defecto, aislados encontronazos bélicos entre dominicanos y haitianos tal como ha venido sucediendo en diferentes partes del país.  
 
Vista la ponencia anterior, yo invito al señor Jean-Bertrand Aristide y a todos los intelectuales, que de una u otra forma se han dejado sentir en el asunto de la emigración haitiana, a deponer la belicosidad que exhiben con sus declaraciones, como es la que nos ocupa con el expresidente haitiano, al emitir arengas, que contrarían el ejercicio de la Soberanía de un Estado. Nuestros pueblos, necesitan de la concordia y de la fraternidad, no de rencillas e intrigas, que impiden el debido e imprescindible entendimiento, al efecto de lograr unas relaciones comerciales, políticas y sociales, que nos genere progreso y la paz que debe reinar entre dos naciones, obligadas a convivir en una misma isla por saecula saeculorum, pero que como hermanos adultos engendrados en vientres étnicos diferentes, cada uno tiene que vivir emancipado, en su lugar de nacimiento, que es su patria y su hogar.  Evitemos con nuestras acciones, que nuestra pequeña isla se convierta en una Ruanda, o en una réplica de lo que sucede, con Palestina e Israel.
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