Irresponsabilidad con consecuencias
“Así ha dicho el Señor: No se engañen a ustedes mismos, ni piense que los caldeos van a apartarse de ustedes porque no se apartarán” (Jer 37:9)
Cuando se anunció que el Covid-19 había venido como agregado no invitado en un huésped italiano y luego el alboroto de la dominicana de Villa Riva, sentimos miedo, qué miedo … sentimos pánico.
Nos encerramos en nuestros hogares con uno o dos casos, salvo, los temerarios e incrédulos que seguían como Juancito el caminador.
El protocolo era rígido, antes de entrar a la casa nos quitábamos los zapatos, las ropas quedaban en un lugar aislado y los que teníamos la posibilidad nos bañábamos fuera de la casa, en el patio.
Limpiábamos cada producto que llegaba por necesidad imperioso, porque de no ser necesario no comprábamos nada fuera.
Las visitas, realmente no eran bienvenidas y quienes solían ir porque siempre hay más de uno, lo “Santiguábamos” como Leysol o alcohol. “Desandábamos” cada paso por el que estuvo, mientras manteníamos los dedos cruzados para que no pase ni al baño, ni a ningún otro lugar.
Un año después, en el cual las autoridades anuncian miles de casos positivos, miles de muertos, le hemos perdido el miedo y el respeto al virus.
Desde que supimos que la mayoría no se muere nos autoproclamamos desde el subconsciente y un poquito más acá, como parte de los que le corresponderá la porción menos dañina del virus, de los que sobreviviremos y nos hemos envalentonado tanto que ya no sólo le perdimos el miedo, sino que salimos a desafiarlo.
A mí, inspirado en un temor exagerado de un amigo (a quien ya no tengo en esta dimensión), se me ocurrió la frase de: “escóndetele a la muerte, pero no tanto que la vida no te encuentre”. Pero también me declaro autor de la que dice que es verdad que no hay que temerle a la muerte, pero no tan poquito que salgamos a desafiarla o a su encuentro.
El irrespeto a la vida propia y consecuentemente a la vida de los demás, (porque: ¿Quién que no se respete, asimismo, puede respetar a otro?) Nos mantiene al filo de la navaja.
El cabeceo y el “tigueraje” andan por sus anchas y a todos los niveles. Las neuronas están haciendo más sinapsis que nunca en pos de ver como se evaden las medidas del toque de queda y las restricciones que afectan los negocios de espectáculos y de acumulación sin distanciamiento de personas.
Hoy hemos vistos que las discotecas y clubes nocturnos se han reciclado, como no pueden abrir de noche por las restricciones de horario, ahora abren durante todo el día y solo hay que darse un paseo por los ex clubes nocturnos para que compruebe en el día lo que acabo de comunicarles.
Los balnearios sureños, por lo menos lo vi en Las Marías, de Neyba, en la Zurza y en rio, lo mismo me han dicho de los del lago, y escucho las cadenas radiales en el resto del país; anexo lo reportado en las redes sociales, están repletos de gente con todo tipo de bebidas, con todo tipo de roce social y sin ningún tipo de protección. “Un tú a tú,” como en los viejos tiempos.
¡Es una pena que no hayamos APRENDIDO después de tantas lecciones ninguna enseñanza! O que no hayamos sacado ningún aprendizaje.
Hoy también creemos estar a salvos, porque todavía no hemos experimentado el pánico que imagino siente la mayoría cuando le dicen usted está positivo. O porque tenemos la “seguridad” que otorga el saber que la mayoría no muere y en todo caso; que ya existe una vacuna.
Es preocupante el comportamiento manifiesto y más preocupante aun es, saber que este gran temor muy bien fundado, no fue capaz de doblegar corazones y hoy la mayoría sigue con un corazón más duro que antes y actitudes como manifestaciones más aberrantes.
No puedo dejar de recordar la conversación entre Abraham y Dios cuando el señor estuvo resuelto en destruir a Sodoma y Gomorra y Abraham pensando en su sobrino Lot y en algún otro justo, insistía en el perdón y la salvación del pueblo.
Nuestro mundo es hoy un Sodoma o un Gomorra, con más recursos para el mal. Se nos ha advertido, como lo hizo Jonás con Nínive, pero a diferencia de esta última, no damos señales de arrepentimiento.
Creo que tarde o temprano tendremos el final de las dos primeras, desechando la ventaja que a estas nadie les predicó y a nosotros nos han predicado hasta la saciedad.
Aunque mía no es la intención de tocar estos temas con una sinfónica de pesimismo, quiero recordar, como manifiesta el versículo bíblico citado al principio, que, aunque hoy se anuncia con bombos y platillos en todo el mundo la vacuna y su aplicación; que no debemos estar tan confiados, ya que se han anunciado variantes de la enfermedad y como pasa con otros virus cada variante trae sus propios tratamientos.
A todo lo anterior adiciónele que, los países desarrollados con intención o sin ella, han descubierto “la gallina de los huevos de oro” y con ella la forma de cobrarnos un peaje por dejarnos vivir en éste, su planeta. Desde hoy en adelante cada dos o tres años los países pobres que no invierte en investigación científica, como es nuestro caso, tendrán que pagar un peaje como el antiguo tributo a los imperios para dejarnos vivir en sus tierras o en las conquistadas y anexadas.
Hoy realmente, tenemos la sensación de que somos pueblos y nación libre, pero tenemos la soga invisible al cuello.
“Así ha dicho el Señor: No se engañen a ustedes mismos, ni piense que los caldeos van a apartarse de ustedes porque no se apartarán” (Jer. 37:9)
El que tenga oídos….