OPINION: ¿Inversiones turísticas de China atraerían turistas chinos?
Macao, región China, antigua posesión portuguesa, destronó a Las Vegas, como meca mundial de juegos de azar. En el 2001, dos años después del cambio de estatus, comenzó la competencia al expirar el monopolio de apuestas que disfrutó Stanley Ho por 40 años. En el 2004 Sands abrió su primer casino en Macao.
Una década después las apuestas superaron siete veces a las de Las Vegas. Iniciando su gobierno, Xi Jimping visitó Macao y ordenó dedicar “mayor coraje y sabiduría” para “fortalecer y mejorar la regulación y supervisión de la industria del juego”.
Esos planteamientos eran parte de la “cacería de zorros, tigres y moscas” que Xi Jimping emprendió, luchando contra la corrupción y el flujo de dinero ilícito, para garantizar el desarrollo a largo plazo de Macao, que genera 85% de su presupuesto, con impuestos al juego.
Xi-Jimping decidió reconvertir Macao en destino masivo de diversión familiar de clase media, reduciendo fuertes apostadores de los salones cerrados, llamados “VIP Junkets”. Nuevas regulaciones ralentizaron el juego, pero hubo recuperación, con un vigoroso mercado “masivo” con apuestas promedio de 100 dólares.
El pasado octubre se apostaron 3,880 millones de dólares, igualando el récord mensual del 2014. Los ingresos por impuestos a los juegos alcanzarán el pico histórico de 11,000 millones de dólares en 2019.
Siendo un destino básicamente playero, los chinos no encontrarían atractivo atravesar medio mundo solamente para apostar acá, estando Macao a tiro de piedra, máxime que en octubre inauguraron un puente marítimo de 55 Km, el más largo del mundo, uniendo a Hong Kong con Macao en viaje por carro de 40 minutos.
Parte del modelo de turismo receptivo chino sobresale por volumen y opulencia. El hotel de Macao “The 13”, el más costoso del mundo, invirtió 1,400 millones de dólares, en 200 habitaciones o villas de 7 millones de dólares cada una. Ofrece a sus huéspedes una flotilla de 30 Rolls Royce Phantom, fabricados bajo pedido.
Xi-Jimping estableció como meta de Inversión Directa China en Latinoamérica y el Caribe de 250,000 millones de dólares para el quinquenio 2015-2019. Podríamos captar parte de esos fondos, aun disponibles siendo realistas, planteando proyectos privados rentables, no estatales, no controversiales, libres de conflictos.
Varios proyectos esperanzadores apoyados por China fueron descartados o aplazados: El Canal Interoceánico de Nicaragua, de 50,000 millones de dólares ; la refinería petrolera de Moín en Limón, Costa Rica y presas hidroeléctricas en el río Santa Cruz que fueron pospuestas en la Patagonia Argentina, con inversión estimada en 4,700 millones de dólares.
Hace más de 50 años México divulgó la atinada consigna educativa interna: “Explota el turismo, no al turista”. Aquí, estratégicamente podríamos proclamar: “Captemos inversiones chinas en turismo, que luego llegarían los turistas chinos”. Turismo y manufactura obedecerían a la misma lógica: inversiones chinas en fábricas locales producirían bienes destinados al mercado mundial, no sólo para exportar a China, o para consumo interno.
Mediante la “demanda inducida”, resorts desarrollados localmente, de propiedad china, atraerían viajeros de todo el planeta, incluyendo turistas chinos, que no necesariamente vendrían a apostar.
Baha-Mar, la mayor inversión inmobiliaria de China en el extranjero, de 4,000 millones de dólares en una sola fase, ocurrió en Bahamas. La asimetría causada por ese astronómico monto no podría equilibrarse rápida y armónicamente en ese pequeño territorio.
Retrasado por varias causas, se inauguró el resort 11 años después del primer picazo, teniendo 4 millones de m² de terreno, 900 metros de playa, 2300 habitaciones en 3 hoteles de prestigiosas marcas: Grand Hyatt, SLS y Rosewood, casino de 10,000 m², el mayor del Caribe y golf de Jack Nicklaus.
Superando fallos previos, podríamos replicar acá, exitosa y armoniosamente, el modelo Baha-Mar. Requeriríamos establecer mecanismos institucionales definiendo claramente el proceso de toma de decisiones gubernamentales, eliminando protagonismos entre funcionarios para así atraer, no espantar, inversionistas. Sin existir relaciones con China, pudimos conversar en 2013 en Hard Rock, con el financiador de Baha-Mar, participante desapercibido del prestigioso evento Caribbean Hotels Investment Conference (CHICOS).
¿Habrá descartado Danilo, de una vez por todas, la quimérica ilusión de que China invertirá en Punta Catalina? Olvidemos recibir préstamos chinos con garantía soberana para proyectos estatales, que no sean presas. Prioricemos esfuerzos para captar inversiones chinas en industria y turismo.