¿Influye el gobierno en el precio de los combustibles ?
Por ANTONIO ALMONTE
Algunos sabios criollos, cuando abordan el tema de los precios de los combustibles se parapetan detrás de la Ley de Hidrocarburos (Ley 112-000) intentando proteger al Gobierno de las críticas de la población.
La gente sabe que el petróleo no es gasolina, pero percibe también que con una caída tan estrepitosa de la cotización de la materia prima – el barril de crudo – no es fácil aceptar que los precios de sus derivados sigan por las nubes como si nada ha pasado. El razonamiento es simple: si el precio del petróleo ha caído en más de la mitad y el precio de la gasolina sigue alto, entonces: ¿Cuándo bajará? ¿Cuándo el barril cueste un dólar?
Los expertos saben que la relación entre el precio del barril del petróleo y el del galón de gasolina no es lineal, pero el desenganche, la asimetría, tampoco tienen que ser tan grande e irregular como sucede en el peculiar sistema de precios de los combustibles vigente en el país.
La gente piensa que alguien se está beneficiando de tan enormes reducciones. Alguien que no son los consumidores. Y entre los beneficiarios o verdugos el pueblo identifica a su propio Gobierno.
Se trata de un razonamiento con fundamento, porque, por ejemplo, entre las tres empresas distribuidoras de electricidad se ahorraron más de 11 mil millones de pesos entre enero y junio de este año, solo por la reducción del precio de los combustibles… ¿Qué a donde han ido a parar tantos millones? ¡Quién sabe!
Volvamos a los combustibles. La Ley 112 y su reglamento establece los criterios y las fórmulas para calcular el precio final de los combustibles, pero los números o valores que se les asignan a los componentes de esas fórmulas los define y decide el Ministerio de Industria y Comercio (MIC).
Los valores de los márgenes de los mayoristas, 6.5%; el margen del transportista de combustibles hasta las estaciones de expendio, 2.5 % y el margen para el detallista o gasolinera, 10.7 %, no los dicta la Ley 112 ni su reglamento, sino que lo decide el Ministerio, y son esos márgenes los que junto a los impuestos disparan el precio de los carburantes.
Hasta la fecha la población no sabe, por ejemplo, que justifica un margen de 6.5% del precio final del galón de gasolina a favor de unos mayoristas que no importan combustibles y apenas si almacenan.
Ese margen, en naciones en donde los mayoristas son importadores y distribuidores, nunca excede el 4 % del precio final.
Además, la población tampoco sabe, y el Ministerio nunca lo ha publicado, cuales son los valores de los componentes del precio de paridad de importación, es decir, flete marítimo, seguro, gastos bancarios, gastos de terminal y merma o pérdida.
El caso es que de acuerdo a las estadísticas del Banco Central durante el trimestre enero marzo de este año la importación promedio mensual de gasolina fue de 28 millones de galones. A esta cifra habría que sumarle los más de 15 millones mensuales que produce la Refinería en Haina (si consideramos una Refinería refinando al 80 % de su capacidad máxima que es de 34 ooo barriles por día y entre 19 y 20 galones de gasolina por cada barril de crudo refinado, aproximadamente).
Frente a cantidades tan enormes cualquier pequeño porcentaje aparentemente insignificante puede significar centenares de pesos de pérdidas al mes para el Estado o de ganancias injustificadas para intermediarios.
Esta observación es relevante en un mercado en el que – según sostenidas denuncias – el grueso de las últimas licencias de importación de combustibles y de operación de empresas mayoristas y detallistas están siendo concedidas a empresarios y dirigentes políticos vinculados al partido en el poder.
Funcionarios y empresarios que influyen luego en la aprobación por resoluciones de los márgenes brutos que favorecen sus propios negocios.
Esta situación debe transparentarse y nadie debería pretender justificarla escondiéndose detrás de la Ley 112, ni haciendo galimatías aritméticas con los precios de la Costa del Golfo o las historias sobre el consumismo gasóleo en el verano americano.