He aquí un Diputado de Ultramar

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EL AUTOR es escritor. Reside en Nueva York.

 

 

Antes de intervenir  sobre  mi candidatura a Diputado de Ultramar,  considero prudente  introducir  algunas referencias de mi persona. Adelanto que  desde muy temprana edad se ha gestado  en mí un compromiso de servirle al país. Este compromiso viene precedido de una larga historia. 

Mi madre,   pariente   del ex ministro constitucionalista Héctor Aristy Pereyra, me enseñó a tener un profundo sentimiento por nuestro país  y más que todo  a defenderlo con dignidad.   Mi adolescencia estuvo marcada por las hazañas heroicas de otro pariente: Amaury Germán Aristy, líder de Los Palmeros. Por parte de mi padre,  agricultor y  ganadero,  adquirí   total responsabilidad hacia  los estudios y el trabajo.  Y sobretodo,  lealtad y solidaridad hacia mis amigos.

A los dieciocho años recibí una beca para estudiar  en la Unión Soviética, donde  me gradué de ingeniero  electromecánico con  Maestría en Generadores de Potencia. Al llegar a República Dominicana, impartí docencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y en  la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPH) y luego  trabajé  en la oficina que representaba a General Electric,  como Gerente de Operaciones. 

A principios de los noventa vine a Nueva York a terminar otra especialidad en el Politécnico de Brooklyn y desde entonces vivo en Queens, donde he sido desde profesor de Matemáticas,  hasta fundar una compañía que ofrece servicios de consultarías a las escuelas públicas  de Nueva York. He aquí unas pinceladas.

QUE ES UN DIPUTADO DE ULTRAMAR

para ilustrar a mis lectores y a los interesados en los logros y sacrificios de los dominicanos en el exterior, cito una oportuna carta que me enviara al respecto el compañero y presidente del Partido Alianza por la Democracia, Dr. Max Puig, donde explica que de los 191 diputados, apenas 07  representan a los residentes en el extranjero. Y 03 de éstos corresponden a la Costa del Este de los Estados Unidos y el Canadá.

Mi incursión en la política partidista dominicana es nueva.  Sin embargo, he  estado presente en  los últimos acontecimientos  de la comunidad inmigrante de Jackson Heights, Corona y Elmhurst en Queens, donde he vivido  por más de dos décadas. Después de haber observado y estudiado cómo  han emigrado  más de dos millones de nacionales, he decido integrarme a la lucha por la participación directa  del dominicano en el exterior en los asuntos del Estado. Los dominicanos hemos emigrado por la irresponsabilidad de un Estado fallido y a la vez, al servicio de  una oligarquía rancia que no ofrece seguridad a la sociedad dominicana.Y lo que es más preocupante: la corrupción y la impunidad han empujado a  los dominicanos  hacia otras naciones en busca de fuentes de trabajo.

De ahí que los dominicanos somos víctimas de gobiernos que  estrangulan  los recursos del Estado para beneficios de partidos enquistados en un poder que les permite acumular fortunas astronómicas. Y por tanto, es notable que ese mismo Estado siga  a merced de partidos que  por décadas han  desconocido los aportes de los dominicanos que residimos en el exterior. Y algo más grave: el mal llamado “dominicano ausente” ha sido  marginado y menospreciado por la mezquindad de políticos y servidores  públicos  en contubernio con una oligarquía que jamás ha creído en los destinos del pueblo dominicano. 

Esa misma oligarquía  se arrodilla a las órdenes  de ponencias foráneas que siempre han utilizado las herramientas del soborno. Yo pertenezco a una nación  secuestrada por políticos vulnerables y prebendados. Tenemos políticos cuyo  nocivo instrumento es un clientismo que les permite presionar a ese mismo Estado para hacer de la reelección presidencial un festín de buitres,  anidados en los cubículos de un Congreso que ha sido un arma letal contra los mejores intereses de la nación. 

Los Congresistas dominicanos han hipotecado el futuro de generaciones enteras para hacerse cada día  más ricos y por supuesto, más miserables en términos humanos. Los Congresistas de ambas Cámaras,  han maniobrado  como aves de rapiña pero con garras muy bien afinadas y listas para vender a precio de vaca muerta el patrimonio de la nación. No tenemos un Congreso: lo que sí existe en la nación dominicana  es una jauría de buitres.  Y eso tenemos que cambiarlo para darle prosperidad y participación al pueblo en los asuntos de un Estado, sometido al saqueo, a las prebendas y a la iniquidad de políticos perversos.

De ahí que la nación dominicana y los residentes en el exterior, pueden tener la plena seguridad que con R. A. Ramírez-Báez, elegido por el voto soberano de los residentes  de Nueva York y Nueva Jersey, no habrá ningún acuerdo que afecte a los  intereses de la nación y por supuesto, jamás serán vulnerados  los sacrificios de los dominicanos de ultramar.   Ni firmaré  jamás ninguna ley donde estén  en juego mis principios  y la dignidad de la nación dominicana. Prefiero mejor no cortarme  uno, sino los brazos antes que traicionar  los sagrados intereses de la patria de Duarte, Sánchez y Mella. He aquí un Diputado de Ultramar al servicio de la nación dominicana y su comunidad de ultramar.

           

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