¡Hay que romper los cercos!
La denuncia del presidente de la Asociación Dominicana de Diario, Persio Maldonado, sobre que el presidente Danilo Medina limita la labor de los periodistas a lo que el mandatario quiere que se publique, tal vez sea una repuesta condicionada a la actitud de un grupito “élite” de periodistas premiados con ciertos beneficios, canonjías o clientelismo político, que rinden tributo al silencio; no a la denuncia.
Así las cosas, sería entendible que un comunicador sobornado no tiene mucha moral para demandar respeto como tal. Es decir, aquí se da un caso de silencio por partida doble: “yo te pago para que calles y, por tanto, tengo la libertad para hacer que se publique lo que a mí me da la gana”. El problema es, que por unos pocos, la mayoría son obstaculizados en su labor informativa.
Resulta cómodo el demandar del gobierno y sus funcionarios que den declaraciones para su futura publicación, pero no se exhorta a los periodistas-una minoría en este caso-a que no acepten prebendas del gobierno como paga a su silencio ante ciertos acontecimientos.
En el entretanto, hay sobrados mecanismos para que los demás se mantengan al margen y no ofrecerles las declaraciones sobre asuntos que el gobierno no quiere divulgar. Definitivamente, en el intrincado mundillo gobierno-periodistas, hay varios entuertos. Realmente los periodistas de bajo perfil, pero sensatos y coherentes, todavía deben romper varios cercos.
Sería interesante que Maldonado, así como otros ejecutivos del diarismo e instituciones comunicacionales, también exhorten a los periodistas a que adecenten su tarea periodística y que al igual que en los tiempos de Joaquín Balaguer, se atrevan a ser contestatarios ante los desaciertos gubernamentales.
De ningún modo estas sugerencias pretenden ofrecer un espaldarazo al gobierno, y además se entiende que los comunicadores también tienen sus simpatías políticas pero, necesariamente, esto no debe hacer perder el norte de la prudencia y profesionalismo.
Y, como hemos dicho en otros escritos, al igual que el intelectual, el periodista que no cuestiona la corruptela del estado de cosas, se convierte en un ente inorgánico. Es disfuncional, y un buen conductor para que se instalen regímenes de fuerza.
Si conspicuos e influyentes periodistas iniciaran una cruzada tendente a que el periodismo asuma su derrotero como disciplina crítica de nefandas acciones gubernamentales, hoy, estaríamos en condiciones para exigirles a los gobiernos, cual que sea, que respete la libertad de preguntar y ser informado.
Y sería una actitud más sensata; libre de suspicacias en lo que no habría la más mínima sospecha de que se ocultan o persiguen ciertos intereses.
Si existiesen los resortes adecuados que impidan que algunos periodistas, amén de favores a algunos de sus familiares, reciban miles de dólares por damajuanas en el cuerpo consular y diplomático, de seguro, Medina y los funcionarios de su gobierno estarían compelidos a respetar más a la prensa.
El desorden generalizado en el sector periodístico es tal, que se ha llegado al extremo de solicitar cargos públicamente y, en otros casos, servidos de comodín a la cerrazón del gobierno en asumir una actitud cuasi dictatorial. Es decir, hay periodistas que han osado hasta demandar de algunos medios digítales, que no se publiquen los artículos o informaciones de otros colegas. Esto, defendiendo ciertos intereses, y hasta por animosidades personales.