Haití produce alimentos aprovechando “abono” humano
A Francois le costó que sus vecinos se sintieran atraídos por los vegetales que produce, y sabe que es debido al fertilizante que utiliza. Claro, su huerto funciona a base de un abono poco habitual, el humano. “Al principio, la gente decía que no iba a comer nada de este jardín porque crece con fertilizante que viene del inodoro”, asegura el hombre que cada día enseña a decenas de niños y jóvenes cómo hacer un huerto urbano. Las cosas empezaron a cambiar cuando obtuvo su primera cosecha, y los miembros de la comunidad vieron las zanahorias, los morrones y el calalou, una planta comestible que se usa para hacer sopas. Poco a poco, los vecinos fueron acercándose a su huerto y probaron los vegetales. “Ahora cuando ven cómo crecen las plantas, se dan cuenta de que no están contaminadas y a todo el mundo en Cité Soileil le gustaría tener un jardín como este en su casa”, dice Francois, cuya iniciativa es fomentada por los inodoros ecológicos de SOIL, una organización que busca mejorar las condiciones de higiene en Haití. Cuando la organización fue creada en 2006, sólo el 4% de la población rural tenía acceso a inodoros, y apenas el 6% en Puerto Príncipe, la capital. La falta de acceso a servicios higiénicos se convirtió en una crisis de salud en 2010 cuando, tras el devastador terremoto que dejó más de 250.000 muertos y 1,5 millones de desplazados, se desató una epidemia de cólera. La epidemia hizo que se mirase a los baños con desconfianza, y muchos vecinos creyeron que la enfermedad tenía que ver con los inodoros. Pero la organización le hizo frente a las críticas y se lanzó a concienciar a la población de la importancia de la higiene. Hoy, más de siete mil haitianos tienen accesos a baños ecológicos. A primera vista, los baños ecológicos no son muy diferentes de un inodoro portátil común. La diferencia está dentr la orina y los excrementos van a tambores diferentes. Después de cada uso, se echa un puñado de paja de caña de azúcar que evita los malos olores y reduce el riesgo de infecciones. “Tenemos que asegurarnos de que la gente tiene acceso a agua potable y a servicios sanitarios básicos y que conoce las prácticas de higiene para cortar la cadena de transmisión”, especifica Paul Christian Namphy, coordinador de la Dirección Nacional de Agua Potable y Saneamiento (Dinepa). SOIL recoge los excrementos de las comunidades y casas de sus usuarios cuatro veces al mes y los lleva a una planta de compost donde mueren las posibles bacterias. Para que se convierta en abono apto para el uso agrícola, el compost debe permanecer entre 8 y 12 meses en montones a altas temperaturas (más de 54 grados Centígrados) a las que incluso las más peligrosas bacterias no sobreviven. “Es como un círcul comer, ir al baño y después devolvérselo a la naturaleza. La idea principal es reciclar los recursos”, dice Louis, el coordinador de Servicios Higiénicos de SOIL. Este fertilizante orgánico, que ya está siendo vendido a algunos agricultores locales, también se usa en los jardines de las sedes de SOIL donde producen productos tan variados como maíz, espinacas, papas, pimientos o arroz y están probando cómo funciona con otros productos como calabacines o frijoles.