¡Gracias, Raphy Leavitt!

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*EL AUTOR es comunicador y diplomático. Reside en Honduras.

        Se fue uno de los más grandes del género de la Salsa; se marchó Raphy Leavitt. Pero su obra  musical queda como patrimonio latinoamericano imborrable. Su estigma melódico instauró un estilo, al extremo de que algunos grupos de salsa intentaron copiar su estilo de manera infructuosa.

En el año 1977  asistí al teatro Agua Luz  a la primera presentación en nuestro país  de la orquesta La Selecta, la cual dirigía el maestro Raphy Leavitt. Fue un concierto inolvidable. Su cantante  Samy Marrero estaba en el mejor momento vocal de su vida, y los grandes éxitos de esta extraordinaria agrupación artística hicieron bailar y cantar a cientos de personas que nos reunimos allí para disfrutar del acontecimiento musical salsero de esa época. En el dvd de la celebración del 30 aniversario de La Selecta aparece la foto de ese concierto hace varias décadas.

Las  composiciones de Raphy Leavitt  reflejaron su gran inquietud social, como es el caso Jíbaro Soy, alegoría   del campesino boricua y su reivindicación, que para esos tiempos iniciaba su peregrinaje por los predios urbanos puertorriqueño.

Su salsa La Cuna Blanca se convirtió en un emblema luego de saberse la historia de la canción, y que  Sammy Marrero tuviera que cantar ante  al féretro de su hija asesinada por una bala perdida en una fiesta de  regguetón. El Puerto Rico amado de Raphy Leavitt fue  una constante en sus canciones y la cultura  boricua tuvo  corazón y vida en su estética musical.

Leavitt nos habló de paz en medio de un mundo en guerra. Fue crítico a su manera de la sociedad de consumo, envolviendo  sus letras  en un mensaje religioso que con ese ritmo pegajoso nos hizo obligatoriamente  bailar. El tema  Soldado fue un himno en todas las velloneras de las barriadas populares dominicanas durante los primeros años de los  setenta: “Soldado… ay mi hermano!/ La suerte te ha abandonado/ahora tienes que marchar.
Si bien te enseñaron/a amar tus hermanos. /¿Por qué será que te llevan a otros sitios a matar…?/ Soldado…Dejaste en tu tierra,/
tus seres amados,/tus padres, tus amigos,/y aquella linda mujer”.

Los éxitos   El Solitario, Amor y Paz, y otros, ocuparon los primeros lugares dentro de los molletos y molletas que con sus afros en el pelo, unos pantalones jeans estilos tubitos, y unos estrafalarios zapatacones,  bailaban el ritmo de la salsa en las discotecas más populares de la época, como  La Oni, la Salsa Segunda  del sector de San Carlos, La Salsa Primera  y Tercera en  Villa Consuelo, y Ruta de Sombra ubicada en la calle Marcos Ruíz casi esquina Marcos Adón de Villa Juana, como también en  Disco Cine 81 en el corazón del mercado de Villa Consuelo, pasando hasta por las discoteca de los “blanquitos”, chivatos, paniaguados militares, y proxenetas, como lo era  Waldo´s , situada en el hotel Jaragua. Pero igualmente en Los Picapiedras  de la calle Manuel Ubaldo Gómez y la Kuora de la calle La Guardia número veinticinco.

A finales de los años setenta Raphy Leavitt  atronó tanto la radio como los lugares de diversión  con El Buen Pastor, pieza rítmica que  fue tarareada en  todos los rincones musicales del país, y los grandes bailadores de la salsa no podían permanecer sentados inmediatamente la escuchaban.

A pesar de que la orquesta La Selecta tuvo varios cantantes, ha sido Sammy Marrero el intérprete emblemático del grupo. Su voz es   la impronta de la gran mayoría de las composiciones de Leavitt. Es lamentable que en unos cuantos años la orquesta La Selecta cumplirá su cuarenta aniversario  en el ambiente musical latinoamericano, y no tendrá sentado frente al piano  para la ocasión a su mentor, líder y guía, quien  abandonó el mundo físicamente, para tristeza hasta del coquí de Puerto Rico.

Los triunfos de Raphy Leavitt y su orquesta  la Selecta fueron muchos, y todavía el público lo sigue  y lo adora con frenesí, por lo que en la conmemoración de sus treinta años en el arte y en reconocimiento a  la gente que lo idolatra dijo  :¨Toqué a tus puertas y  contestaste/ te ofrecí mis canciones y mi música y no me ignoraste/ confiaste en mí y no me fallaste/ Hoy regreso a ti para expresarte que como amigo me ganaste/ Y Dios te bendice pues me inspiraste a nunca perder la fe/ hermano mío lo lograste/ Mil gracias y hasta siempre”.

¡Gracias, Raphy Leavitt por este legado de buena música. Gracias maestro,  por hacer vibrar en tu arte  lo más humilde  de tu pueblo. Adiós Rahpy leavitt compañero de nuestras vidas, y que nadie se atreva a llorar, dejémoslo que ría en silencio!

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