Francisco, Gandhi y Tali
El pasado 13 de abril se cumplió un año de la elección de Francisco, nuevo Papa de la Iglesia Católica. Nadie se imaginaría que este argentino, de cara bonachona, cambiaría las normas y políticas centenarias del Vaticano. Distinto a sus antecesores, rompe el protocolo que le impone su investidura, se mezcla con la gente, viaja y reclama la solidaridad entre los pueblos y más aun, que prevalezca la paz. Con su mensaje, ha logrado conquistar a muchos a quienes la figura papal resultaba poco grata. Los dominicanos que vivimos los períodos presidenciales de Rafael Leónidas Trujillo Molina, (1930-1961) los doce años del gobierno de Joaquín Balaguer (1966-1978), además de los meses en que se produjeron los acontecimientos de la Guerra de Abril (1965), conocemos y añoramos el valor de la paz. Con ella, entre otros elementos indispensables para la evolución y el desarrollo de nuestra sociedad, se requiere de tranquilidad y la seguridad ciudadana que nos permita el libre tránsito por el territorio nacional. La paz, tanto como predicara Mahatma Gandhi, imprescindible en nuestro diario vivir, parecería que se escapa de nuestro país, el que para lograr su independencia y libertad de los invasores que osaron pisar nuestros suelos, así como los tiranos y los malos gobernantes que manejaron su destino, escribió páginas de innúmeras luchas, hoy atesoradas en los archivos históricos de la nación. Al igual que los pueblos de Palestina e Israel reclaman y necesitan vivir en paz, como una muestra de la importancia que nos significa la paz, me permito reproducir algunas líneas del poema “He pintado la Paz”, que escribiera Tali Sorek – natural de Beersheba, Israel-, entre los 11 y 13 años de edad, de quien no he logrado información actual. Traducido a unos 29 idiomas, Tali nos “plasmaría”: «Tenía una caja de colores, algunos vivos, otros muy fríos… No tenía el rojo para la sangre de los heridos… No tenía el negro para el llanto de los huérfanos…» De esta niña, me quedo con «El rosa ¡para el sueño y el descanso»! Y jamás renunciaría al «naranja para las alegrías de la vida…» Cuánto ambicionamos que la paleta de colores de esta bendita tierra, se entrelacen con el naranja y el rosa de la suya y podamos olvidar, entre otros, el rojo de tantos heridos inocentes y mas aun, ¡el negro! para aquellos niños, víctimas de la incomprensión de los humanos..