Falta de patrocinio artístico: barrera impenetrable
El problema es que Casa de Teatro funciona con mucha precariedad económica a pesar de ser uno de los principales centros culturales del país, de donde han salido figuras prominentes de la poesía, el cuento, la novela, el canto con sentimiento y con sentido, las artes plásticas, el teatro y otros géneros, que Freddy Ginebra, su mentor por más de cuatro décadas tiene que hacer de “tripa corazón” para mantenerla abierta.
El problema es que cada vez hay menos espacio, en la radio, la televisión y la gran prensa para el arte y la cultura, debido, entre otras razones, a la falta de patrocinio porque dicen ejecutivos de grandes empresas, que la “cultura no vende”, lo que vente hoy día es lo insulso y lo vulgar a través de la “música de calle”, dembow, reggaetón, bachatas triviales, que se difunden en programas embrutecedores que enajenan y envilecen la conciencia nacional.
El problema es que Nini Cáffaro, el “señor de los festivales”, cumplió 60 años en el arte y pasó tan desapercibido como la fecha en que cayeron abatidos “Los Palmeros”, hace 48 años; que Maridalia Hernández se pierde en los laberintos del pentagrama de su piano, que Diomary hizo una producción discográfica que llamó “Quisqueyana” con hermosas canciones de autores dominicanos como un legado, sin encontrar ayuda, que los merengueros languidecen, que el merengue típico solo se escucha en algunos puntos del país como tradición campesina, que muchos artistas andan dando tumbos cantando en bares para sobrevivir.
Los muchachos y muchachas que intentan abrirse paso en el mundo del arte se encuentran con barreras casi impenetrables. Lograr un espacio y mantenerse en el medio artístico de este tiempo, mostrando calidad musical y vocal, es prácticamente imposible. Las puertas parecen cerradas para la calidad, para el buen gusto, para el buen merengue, para la buena balada, la buena salsa, el buen son montuno, la buena bachata –con sentimiento Torito- , el buen bolero (“como un bolero”, José Antonio Rodríguez).
Los intelectuales se reúnen en peñas cada vez más reducidas para comentar sus obras o las de sus colegas del patio y del extranjero. Andrés L. Mateo, Tony Raful y Mateo Morrison, que tan buen programa de televisión producían, tomaron caminos distintos. Otros diletantes hacen de embajadores y cónsules al servicio del gobierno o ven pasar el tiempo a través de los cristales de sus espejuelos, escribiendo libros que nadie leerá porque la lectura no es un bien material.
(Los domingos en la tarde Diomary y el doctor José Ramírez inventaron un espacio en “Mal de Amores” para el buen cantar (La Papo Bamb con Roberto Santana, el Pollo y José, médico cirujano, suena como una Big Band) Ahí leemos poesía de Benedetti, Neruda, Pedro Mir, Manuel del Cabral, Ernesto Cardenal, entre muchos otros, mientras La Mala cocina tan bueno como canta. (El Gordo Oviedo pidió excusas desde Puerto Plata) Anny Morun, la esposa de José, me regaló el libro del joven poeta español Rubén Chiquito de la Cuadra, “No está todo perdido: Todavía nos queda cerveza, poesía y sexo” que estoy leyendo con avidez)
Los amantes de la literatura y la música al estilo Silvio, Pablo, Serrat, Víctor Manuel, Ana Belén, Caetano, Vitico, el Flaco José Antonio, Lope Balaguer, Manzanero, Raphael, Marco Antonio Muñiz, Los Compadres, Sonia Silvestre, Maridalia, Nini, Solano, Amaury Pérez, Mercedes Sosa, Rene, de calle 13, Rubén Blades, entre otros, no moriremos en la víspera, angustiados y deprimidos.
Si la oligarquía esquizofrénica y sin cultura no nos cede espacios en sus medios, lo construiremos con nuestras voces aunque sea para escucharnos nosotros mismos; si la burguesía no tiene “conciencia de clase”, como dijera Juan Bosch, porque no hizo revolución, ese es el problema que debemos resolver o seguiremos siendo un país del tercer mundo.
JPM